El ex presidente de Estados Unidos James Carter acaba de visitar a Cuba. Según la nota divulgada por el centro que dirige, y que lleva su propio nombre, el gobernante Raúl Castro lo invitó a La Habana. Allá se fue y llegó vestido con guayabera blanca. Al ser recibido por el canciller cubano Bruno Rodríguez Padillas, y otros funcionarios de la cancillería, pudo darse cuenta que estos estaban vestidos con el mismo tipo de camisa y estas tenían el mismo color.
Se reunió con quien le dio la gana. El primer contacto fue con el cardenal. Después estuvo con el hermano menor de Fidel Castro. Accedió a un encuentro con los opositores y la famosa bloguera Yoanni Sánchez. Le permitieron visitar al prisionero estadounidense Alan Gross. Dio un saltito por un hogar de anciano y hasta se tomó un paseo por La Habana antes de visitar a su amigo Fidel Castro al que le vio buen estado de salud.
Pudo hablar con la prensa y criticó a todos los lados del mal. Cuentan, que al lanzar sus dardos contra el embargo y exigir la liberación de cinco espías en Estados Unidos fue más allá de lo esperado.
El balance positivo de esta visita es que le permitió a la oposición interna visibilizarse una vez más a nivel internacional. También, Osvaldo Payá Sardinas, con la claridad y agudeza de siempre le ha caracterizado, le precisó: “el mayor interés que debía mostrar es la falta de derechos en Cuba y no por el congreso del partido único que se celebrara en abril y que no permite la existencia de otros partidos”.
Si Carter es buen observador, y nadie duda que lo sea, pudo darse cuenta que los únicos negros con los que se tropezó en la isla con algún protagonismo son los que se oponen al castrismo dentro de la oposición.
La despida fue similar a la llegada. Solo que esta vez Raúl Castro le dijo el hasta luego entre piel y guayaberas blancas.
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