Al periodista Pedro Argüelles Morán, recientemente liberado, lo conocí un sábado del mes de agosto del año 1998 en Camagüey. Coincidimos en la inauguración de una biblioteca independiente. Él había llegado de Ciego de Ávila con Juan Carlos González Leyva y otros activistas de esa ciudad. De manera muy rápida, como si nos hubiéramos conocidos antes, establecimos una sólida relación.
Intervino varias veces en el evento y su voz firme, acentuada por un tono delicado y una inteligencia a flor de piel, caló entre los asistentes. Escuchaba, como pocos saben hacerlo en Cuba, para ajustar sus opiniones a la esencia del problema nacional.
Después, camino a la estación de trenes, intimamos un poco. Expresó su deseo de permanecer en Cuba bajo las peores circunstancias y con la condición de luchar hasta el final de sus fuerzas.
No extraña a nadie la dignidad de este patriota. En su injusta prisión demostró el alcance que tienen sus ideas y el coraje que le asiste. Su liberación es una carta de triunfo para el movimiento democrático interno porque con Arguelles Morán se puede contar para cualquier hazaña.
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