Wednesday, June 21, 2017

Still My President

Still my president (sigue siendo mi presidente) es un nuevo sticker y está de moda, en los autos de miles de personas acá, por el sur americano. Contiene la figura de Obama grabada en negro, con letras de igual color, una palabra escrita en blanco y todo sobre un fondo azul. Expresa el pesar de quienes deseaban tenerlo por mucho tiempo en la Casa Blanca y maldicen la ley que lo impide. Es un mensaje nostálgico, con acento mesiánico e inspira miedo. Surge - pienso yo- de esa afición de algunos humanos que se inventan dioses en su piel o adalides formados en las universidades de élite. Me asusta ver, y razones suficientes tengo para estar alerta, como en América, una parte de su población aspira a una sociedad diferente, con un líder carismático y un montón de sueños, que pueden ser locura, en la cabeza. Hay quienes  luchan para conseguir a un ídolo viviente a quien amar. Obama, parece ser el elegido porque sus incondicionales lo presentan como el imprescindible. Ese tipo de hombre capaz de hacer la revolución para, luego, negarse a morir sin ella. Un duende, con signo de hombre, recorre América para reposar sobre su reciente presencia en la vida de los demás. Sus tentáculos, largos e invisibles, tarascan en la penumbra para evitar un día sin su historia. Entonces, llegué a pensar: su segunda batalla está en camino, si algunos ya lo usan de estandarte. 

Saturday, June 17, 2017

Las trabas, un discurso y Donald Trump

Existe en el carácter de los cubanos la capacidad de conmoverse frente a los estímulos que gravitan el cercano entorno de sus afectos. Es, utilizando variables psicológicas, una característica que lo distingue de otros pueblos. Las pasiones, como impulsos de la sensibilidad y parte natural de la psicología del hombre, se orientan hacia la realización de algo o lo contrario. Este puede ser interpretado como bueno o malo y se combina, de hecho, en una relación dual muy utilizada (amor-odio) por ejemplo. También, lo sabemos todos, la ecuación alegría-tristeza y tantas más. La pasión más importante, cuyos orígenes están en el corazón -como acostumbran a decir los poetas- es el amor. De ahí que los cubanos, capaces de amar sin medidas, sean apasionados al por mayor.
En Miami, el presidente Trump, como bien afirma Zoé Valdés, demostró una gran genialidad en el manejo de un auditorio eufórico de patriotismo puro y apasionamiento cerval. Lo hizo con la palabra. Esa herramienta tan aguda y filosa que durante años ha adormecido el alma de la nación cubana. Fue un discurso simple, emotivo, bien estructurado y escrito para una audiencia cansada de ver como antes sus ojos, y sin poder hacer nada, el anterior presidente abría ventanas a la dictadura mientras ésta le lanzaba la puerta en la cara. Y ahí, el genio Trump -repito que es tomado de mi amiga Zoé- supo grabar, posiblemente, su primer legado al cambiar la permisibilidad de Obama por una política de mayor rigor frente a la dictadura.
El público en el Artime, confiado en un milagro de esta administración, volvía a interpretar el papel que tantas veces ha hecho. Entusiasmarse, hasta más no poder, para frustrarse después, ya lo veremos, cuando todo siga igual. Mirémoslo con precisión. El cambio de política hacia La Habana, está exigiendo al régimen de Castro el respeto a cuestiones básicas de carácter superior: libertades y respeto a los derechos humanos. Todos los gobiernos anteriores lo han hecho. La diferencia con Trump radica en el tono, los énfasis y el escenario para decirlo. Evitar que los militares se favorezcan de las relaciones es importante e inteligente decirlo porque esas fuerzas son los pilares donde descansa la autoridad del régimen. Sin embargo, al no cambiar la política de envíos de remesas, los viajes de los cubanos americanos y las visitas organizadas en grupos, el aparato militar seguirá exprimiendo hasta el último céntimo de divisa que entre al país.
Trump no evita el contacto con el régimen. Lo condiciona. Tampoco vuelve a la época de la Sección de Intereses. Mantiene la embajada. No impide el comercio con Cuba. Lo regula a través de entidades privadas. En este punto cabe preguntarse: ¿Existe un empresariado en la isla con capacidad para interactuar con el vecino del norte? Los asesores del presidente debieron decirle que una dictadura comunista no admite la propiedad privada. Los cuentapropistas no son interlocutores comerciales y sus negocios, que no impactan a la economía de la isla, menos lo pueden hacer en la norteamericana.
La nueva política es un hecho real, pero su impacto en Cuba será el mismo que antes hicieron las medidas de administraciones anteriores. Ninguna, casi lo aseguro, ninguna pone en jaque a la dictadura y todo lo sabemos. Además, el régimen, con su capacidad perversa de renovarse en lo mismo, desde antes estaba preparado para adaptarse a este nuevo escenario de la politica estadounidense.
¿Por qué Trump no puede hacer más si sus verdaderos deseos son que el pueblo cubano tenga democracia, sea próspero y viva en libertad? Sencillamente, porque no puede. Las trabas de todos los presidentes americanos para actuar con dureza en Cuba fueron establecidas por John F Kennedy cuando aceptó el pacto de Nikita Khrushchev durante la crisis de Octubre. Fue en ese momento cuando la suerte del pueblo en la isla quedó atrapada mediante un acuerdo de dos grandes potencias. Justamente, el sábado, 27 de octubre, de 1962, el líder comunista soviético se compromete a retirar los cohetes alados de Cuba a cambio, aseguran los documentos históricos, de la garantía formal y pública de que Estado Unidos no realizaría ni apoyaría una invasión al territorio Cubano. Aquel acuerdo no murió con la desaparición de la URSS. Se mantiene vigente y es el candado que impide acciones mayores contra el criminal régimen de los Castros.
Nota: El reconocimiento a Cary Roque, heroína cubana y extraordinaria mujer, la mención y apoyo moral a los disidentes u opositores, hizo que aquella velada valiera la pena.

Friday, June 2, 2017

Las lágrimas de Cala

Fidel Castro no se acaba de morir -diría yo- porque anda con sus hartazgos aviesos haciendo travesura por ahí. Sus cenizas polutas, guardadas en una roca aovada y al lado de Martí, son la omnipresencia de su maldad. Se huele y se retrata, cada segundo y a toda hora, en las polvorientas esquinas de un boulevard o en un almacén de productos donados para revender. Entre los bueyes del campesino que se presta la tierra, que debió ser suya, o el timbalero de un órgano oriental. En los bajareques de la sierra, por donde anduvo aquella vez, y la madriguera de las prostitutas del malecón. Fidel no acaba de morir porque le lloran, cada día, aquellos que lo desean vivo.