Saturday, November 17, 2018

Diagnóstico de un economista



“Los economistas son los galenos de la sociedad” afirmaba un amigo,  profesional de esta ciencia, después de un viaje a la Cuba profunda. Fue acompañado de dos estadounidenses, tan cultos él, y no tenía la intención de hacer un diagnóstico de aquella sociedad insular. Sin embargo, una vez allí, el entorno lo envuelve todo y esa magia tropical contagia al hombre ilustrado y le permite hacer interrogantes. Se impuso conocer aquel fenómeno visible y medir el grado de profundidad de la revolución entre los cubanos.
Fue afortunado. Pudo hablar con los viejos amigos (intelectuales como él) obviamente, con la familia, los vecinos del barrio y con figuras importantes conectadas al poder. De todas sus observaciones la más trascendente, al menos para mí, fue que el pueblo se expresa con cierta libertad en cualquier parte. “Han comenzado a perder el miedo y esas manifestación de inconformidad es lo que debe contar porque se trata de la gente mi hermano” – me dijo. La inquietud de las personas con quien pudo hablar, no gravitaba solamente en irse o quedarse, sino en que el sistema cambie. Saben que el país es potencialmente rico para prosperar. “Cuba es una nación virgen para los intelectuales y los emprendedores porque todo está por hacer”- asegura. Las aperturas mínimas (teléfonos celulares o Internet) son ventanas aprovechables y ahora las fronteras de la isla son más amplias. Eso obliga al régimen a la articulación de un alegato ajustable a la realidad del pueblo. Las píldoras paliativas aplicadas en los placebos del discurso oficial tienen voces críticas en cualquier orilla del país y los ecos de la misma llegan a cualquier parte del mundo.
Existen pugnas en el poder. El Tuerto, así le dicen al hijo de Raúl Castro, pugnaba por ser el eje de la continuidad. Sin embargo, no contaba con el respaldo de los viejos generales y los históricos comandantes de la revolución. Su padre lo ubica, respondiéndoles a los detractores del chamaco, en una esquina de la jerarquía donde controla a todos, incluso aquellos que le detestan. La contrainteligencia militar en la isla tiene el poder ilimitado. El recorrido de Alejandro Castro Espín, al frente de los servicios de inteligencia militar, no ha sido una cuña donde pudiera estar a salvo. Actualmente se dice, y nadie sabe porque, que el coronel Castro Espín está en baja. Sin embargo, su hermana Mariela, cuyas ambiciones para presidenta son obvias y cuajan con rapidez, ha comenzado a construir el camino hacia esos peldaños. La Mariela cree tener un atractivo para llegar a la cima. Es mujer y eso le concedería un gran respaldo en una sociedad machista y marcada por una historia política de hombres duros. Internacionalmente es conocida como aperturista por la defensa que hace de los homosexuales y tal. El aval de Mariela sostiene una continuidad por debajo de la mesa. Ella pulsa el funcionamiento del sistema desde una retórica aparentemente novedosa que adhiere simpatía de todos los lados.
Los generales todos son ricos. Después de expoliar al sufrido pueblo de Cuba se han dado cuenta que disfrutan a media ese caudal. Necesitan más. Es decir espacio para gastar su fortuna. Ya sea comprándose una mega yate, un trozo de isla en los archipiélagos del norte, construirse una enorme mansión en zonas exclusivas y sin explotar o viajar el mundo en sus propios jet privado. Cuba le resulta pequeña. En ese orden de cosa, se desprende por las conversaciones que sostuvo el economista, que en el fondo quisieran “cambiar” el sistema. Además, se hacen viejos capataces rodeado de las mismas experiencias y al parecer eso les agota. Cambiar no implica renunciar a la gloria que han vivido. No. Se trata de una nueva arquitectura de flexibilidad (al estilo ruso) donde los oligarcas provienen del poder y nadie le cuestiona sus inversiones millonarias en la vida económica de aquel país.
El racismo le inquieta. Los negros pocos ilustrado están en el lugar de siempre. Los mulaticos miran su lado claro y reniegan sus ancestros africanos. Considera, con justa razón, que el sistema de supremacía blanca que se impuso en Cuba desde la colonia está intacto. Prevalece porque la elite revolucionaria de Fidel Castro fue, es, y por lo que indica la realidad, será blanca. Castro negó la discusión sobre relaciones raciales indicando que su revolución había enterrado para siempre el crimen del racismo. Sin embargo, es gran mentira, como tantas otras, son visibles en la isla. Los negros viven en las peores casas, son minorías en los negocios privados, pocos visualizados en la nomenklatura y aquellos cuentapropistas de mayores éxitos no emplean a personas de piel oscura. La justificación es simple y racional. Se trata de un negocio familiar de personas blancas. Las conclusiones del economista sobre el tema es contundente: el desmantelamiento del sistema de supremacía blanca es el primer paso para construir un país integrado. Integración capaz de movilizar a lo mejor del alma nacional porque la inteligencia es sobrada en todos los componentes raciales en Cuba.   
Lo predecible es, decía con cierto optimismo, la inevitabilidad del cambio aunque no se sabe el momento justo cuando ha de llegar. Y es comprensible, los nuevos rostros en el poder, aunque intenten interpretar puntualmente el imaginario de los Castros, no son los mismos. No pueden ser iguales.
Finalmente, me hablaba de los retos y de las amenazas reales para el futuro. Los que están viviendo mal hoy, vivirán mal mañana. Los que más tienen en este momento, tendrán mucho más al siguiente día. Estos últimos están preparados y tiene las conexiones con los capataces de hoy y se preparan para construirlas con los que vengan. Cuba está por vivir sus peores momentos y son aquellos que van desde la desaparición del castrismo hasta la instauración de una estabilidad política. El riesgo de una encarnizada violencia entre cubanos, si llega a producirse, será cuando los expoliadores del pueblo se resistan a perder sus privilegios y se blinden hasta los dientes para preservar, a mordiscos, los favores del régimen. La alevosía del castrismo se verá venir.     

Saturday, November 10, 2018


Socialismo a la vista

Las pasadas elecciones en Estados Unidos dejan ver, en el mapa político nacional, a un país dividido por la crispación y el enfrentamiento ideológico. Impresiona, el avance de las ideas socialistas y con ello el asentamiento de un imaginario de igualdad en la conciencia colectiva. Un sector importante del pueblo americano (sobre todos jóvenes) se ha enamorado de la palabra cambio y del "Yes we can". El slogan utilizado por Barack Obama, en su campaña a la Casa Blanca en el 2008, resucita el entusiasmo de aquellos, que por sus convicciones revolucionarias, recelos y el odio a los valores democraticos, están seguros de cambiar el estatus histórico de esta nación.

La encarnizada lucha por la gobernación de la Florida, entre republicanos y demócratas, ilustra la profundidad del socialismo entre los habitantes de aquí. Andrew Gillum, declarado abiertamente socialista, diagnosticaba, con los resultados obtenidos, la temperatura de la ideología que defiende. Y lo que asusta son los modismos. Esa tendencia a tatuarse en la mente lo que mejor suena y agrada a la juventud. Se debe estar alerta porque la ingenuidad americana no es capaz de advertir que en cada cuadra, en la sala contigua de cualquier oficina, en las aulas universitarias y en los medios, se procrea el mismo fantasma que azotaría a Europa.

En Estados Unidos se demuestra, cada día y a cada hora, que el socialismo nunca murió y, lo peor, que nunca fue herido de muerte. La desaparición de la URSS fue un ensayo, diría Marx, para corregir las variantes estratégicas que inclinen a su favor la lucha por la liberación de los pueblos. Como la acción armada no cuaja, el ideario de Gramsci, aquel lisiado de mente brillante y retorcidas ideas, es perfectamente adecuado para producir el efecto a favor de un sistema socialista mundial. Y su apuesta es por ello. Basta con que caiga Estados Unidos para que el mundo sea tan rojo como la sangre que harán derramar a quienes se les enfrenten.