Saturday, July 22, 2017

En honor a Osvaldo Payá Sardiñas

Cinco años después de su muerte, Osvaldo Payá Sardiñas, fundador del Movimiento Cubano Liberación y gestor del Proyecto Varela, vive en el recuerdo de quienes respetaron su ejemplar batalla frente al totalitarismo tropical. Tenía una voz nasal, modulada con las pausas que acentúan lo importante, que sonaba como campanadas para no hacerla caer en el vacío. Su eco, al menos hoy, parece escucharse por primera vez aunque parezca un poco tarde.

La última vez, lo vi en Miami. Andaba de prisa y tuvimos un encuentro breve. Tan breve, que bastó un saludo y un adiós. Andaba pisando el terreno de una ciudad divida por su presencia. Los epítetos le llegaban a raudales y él, insistente, como el adalid que era, resistía las embestidas sereno y con un solo argumento: liberación. Andaba  -y eso es verdad- advirtiendo que el camino espinoso de la patria se refundaba en la movilización ciudadana. Aquella vez, pocos lo entendieron. 
   
Sus palabras, ricas en matices y espiritualidad, invitaban a mirar al cielo desde donde podía trazarse la hoja de ruta hacia la libertad de Cuba. Tenía razón, si el pueblo -su gente- dejó de mirar a las alturas de lo posible para entretenerse con los santos de verde olivo que han embriagado de pasividad e indiferencia al país. Su visión sobre la tragedia nacional, era una pesada cruz que debíamos cargar todos para aminorar su peso.

Hoy, cuando el pueblo venezolano se moviliza, tal como deseaba hacer en Cuba, aquellos que lo inculparon de complicidad han llegado a comprender sus buenas intenciones y a darle la razón. Ha sido tarde, tal vez demasiado tarde porque después de su muerte el silencio volvió a las tendederas  del país y la oposición (que ayudó a crear) transita entre un carnaval de entretenimiento, el turismo político y el estancamiento de ideas.

Es verdad que Payá Sardiñas insistía, como pocos lo han hecho, en construir una escalera al infierno para conducir por sus peldaños a la dictadura cubana. Por eso lo asesinaron en su último viaje hacia esos fines. Su estrategia -inteligente y cívica- buscaba alcanzar el poder con el menor riesgo para el pueblo. Él sabía, con sobradas razones, que en Cuba nadie ha querido poner al primer muerto. Sin embargo, expuso su vida con dignidad y valor porque valía la pena y eso, por fin, lo sabemos todos.

!Gloria eterna a su memoria!