Cinco años después de su muerte, Osvaldo
Payá Sardiñas, fundador del Movimiento Cubano Liberación y gestor del Proyecto
Varela, vive en el recuerdo de quienes respetaron su ejemplar batalla frente al
totalitarismo tropical. Tenía una voz nasal, modulada con las pausas que acentúan
lo importante, que sonaba como campanadas para no hacerla caer en el vacío. Su eco,
al menos hoy, parece escucharse por primera vez aunque parezca un poco tarde.
La última vez, lo vi en Miami. Andaba de
prisa y tuvimos un encuentro breve. Tan breve, que bastó un saludo y un adiós. Andaba
pisando el terreno de una ciudad divida por su presencia. Los epítetos le
llegaban a raudales y él, insistente, como el adalid que era, resistía las
embestidas sereno y con un solo argumento: liberación. Andaba -y eso es verdad- advirtiendo que el camino
espinoso de la patria se refundaba en la movilización ciudadana. Aquella vez, pocos
lo entendieron.
Sus palabras, ricas en matices y
espiritualidad, invitaban a mirar al cielo desde donde podía trazarse la hoja
de ruta hacia la libertad de Cuba. Tenía razón, si el pueblo -su gente- dejó de
mirar a las alturas de lo posible para entretenerse con los santos de verde
olivo que han embriagado de pasividad e indiferencia al país. Su visión sobre
la tragedia nacional, era una pesada cruz que debíamos cargar todos para aminorar
su peso.
Hoy, cuando el pueblo venezolano se
moviliza, tal como deseaba hacer en Cuba, aquellos que lo inculparon de complicidad
han llegado a comprender sus buenas intenciones y a darle la razón. Ha sido
tarde, tal vez demasiado tarde porque después de su muerte el silencio volvió a
las tendederas del país y la oposición (que
ayudó a crear) transita entre un carnaval de entretenimiento, el turismo político
y el estancamiento de ideas.
Es verdad que Payá Sardiñas insistía, como
pocos lo han hecho, en construir una escalera al infierno para conducir por sus
peldaños a la dictadura cubana. Por eso lo asesinaron en su último viaje hacia
esos fines. Su estrategia -inteligente y cívica- buscaba alcanzar el poder con
el menor riesgo para el pueblo. Él sabía, con sobradas razones, que en Cuba
nadie ha querido poner al primer muerto. Sin embargo, expuso su vida con
dignidad y valor porque valía la pena y eso, por fin, lo sabemos todos.
!Gloria eterna a su memoria!
Bien dicho. QEPD y que vivan sus ideas.
ReplyDeleteLa lucha por la Patria no es de una sola persona sino de muchos hombres y mujeres que deben saber recoger la batuta caída y seguir adelante, sin desmayar, hasta lograr el triunfo definitivo de los ideales que animaron a Payá y tengamos nuevamente una Cuba libre y soberana, con justicia para todos en el marco de los principios demócratas cristianos de la sociedad. OdC
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