El último gol de Maradona
Diego Armando Maradona, lo que mejor saber
hacer es patear a un balón. Su gloria pasa por los pies. Ya sabemos que su
cabeza se ha estropeado con los izquierdismos radicales. Sus ídolos, por orden
de preferencia, son: Che Guevara, Fidel Castro, Hugo Chávez y ahora Nicolás Maduro. De este último saca
pecho hasta querer morir por defender su dictadura. Este aprendiz de ser humano, execrable además, resume lo
peor de una persona cuando abre la boca. Su gloria, eso es verdad, pasa también
por meter goles con la mano para anteponer, luego en su justificación, la
presencia de Dios. ¡Vaya tipo! Y ¿Qué hago yo perdiendo el tiempo y llevándome su nombre a un papel?
Los supremacistas
Virginia, ha sido escenario de un choque
violento entre supremacistas blancos y radicales de izquierda. Ambos extremos
confluyen en lo mismo: La violencia. Su arma predilecta, previa a la intimidación.
Lo triste es que suceda en Estados Unidos, un país que se ha convertido en
paradigma de las oportunidades para todo. Tolerarlo, en el siglo XXI, es imperdonable.
Aquí sí vale el grito, para esos extremos: NO PASARAN.
La fiesta de Raúl
En La Habana se viven días de glorias. El régimen
descansa de los aguijonazos disidentes porque el foco de atención es Venezuela
y Pyongyang. Es la fiesta perfecta para el general. Sentirse aliviado, sin
presiones de nadie, para maniobrar, en reposo revolucionario, la transición de
mando que viene anunciando. Él, desde el orlo dictatorial, ha escuchado decir a
sus adversarios: Venezuela primero, Cuba después. Él, astuto y arrogante, dice:
recuerden Moscú y también a la URSS. La fiesta de Raúl la favorecemos nosotros,
cuando, en solidaridad sincera con los venezolanos, hemos volcado las miradas a
Caracas. Olvidamos que el chavismo se engendró en La Habana y Maduro es
estudiante destacado de la escuela cubana. Ah, Chávez , llamaba padre a Fidel.
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