Félix Navarro y Librado Linares están en libertad. Ambos tienen el record de haber sido los prisioneros de la primavera negra de Cuba que más tiempo permanecieron en prisión. Los que conocen a estos dos héroes no les resulta extraño saber porque fueron últimos en ser liberados.
A primera vista, Félix Navarro puede pasar inadvertido porque es el prototipo de una persona normal y corriente. Sin embargo, sus valores internos, el sentido de la responsabilidad social con su pueblo y el amor por una Cuba libre lo hacen diferente. Es un hombre sereno y atinado. Valiente y agudo en sus opiniones. También es abierto y tiene la capacidad de escuchar porque es muy educado. En las reuniones del Partido Solidaridad Democrática, organización que llegó a ser la mayor en la isla, se convirtió en un facilitador hábil y en un respetado miembro en todo el país. Siempre buscaba los puntos de consenso y advertía del significado de la unidad estratégica entre opositores. Nunca se parcializaba con nadie y era tan sostenible en sus principios que jamás pudieron contar con él en aquellas guerritas internas que sucedían entre los afiliados al partido.
El régimen le teme mucho a Félix porque es creíble y tiene capacidad para movilizar. Sucede, que los valores que sustenta este matancero son superiores en todos los órdenes a los que promueve el régimen entre sus militantes e incondicionales.
Librado es, básicamente, un intelectual comprometido con su realidad social. Es flemático y todo lo resuelve desde el análisis sereno y el argumento reflexivo. Posee una vasta cultura y es un conversador que escruta los detalles y busca las referencias válidas para sostener las evidencias. Su entorno dentro de la oposición, ya sea en Camajuaní, Santa Clara y otras partes de Cuba, se movía desde la espiral de la cultura y la reflexión política. Su activismo creo un precedente singular dentro del reducido espacio de la oposición cubana.
Primero, Librado nunca partía, en sus opiniones, del impulso irreflexivo y las corazonadas emotivas porque conoce, como pocos en la isla, el daño que ha sufrido el discurso político de los opositores de allá y del exilio. Él siempre prestó atención a las causas de los fenómenos sociales en Cuba para poder interpretar la actuación de los agentes implicados y conducirse inteligentemente dentro de ese entorno. Las ventajas que tiene ese comportamiento es que sabía, de antemano, el curso de los eventos represivos del régimen y las posibles variantes estratégicas a emplear. En segundo lugar, ayudó a precisar el problema cultural de la situación política en Cuba y, con la audacia que le caracteriza, trataba de implicar a muchos en esas avenidas, para, luego y en conveniencia con la estrategia, maniobrar contra la dictadura.
Félix y Librado representan dos vertientes de la lucha cívica no-violenta en Cuba. Sin embargo, no existen contraposiciones entre ellos, porque ambos coinciden en la forma en que deben emprenderse los cambios democráticos en la isla.
Su liberación es un motivo inspirador para los activistas cubanos por la libertad. El régimen, que nunca deseó verlos “libres”, conoce el acero con el cual están hechos y por ello no cesará en limitarle su capacidad de acción y movimiento. Los dos saben qué hacer en estos casos porque son viejos luchadores que conocen al enemigo al que se enfrentan.
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