El destierro de Reyna Luisa Tamayo al exterior es un nuevo golpe al movimiento cívico dentro de Cuba. La madre del mártir Orlando Zapata Tamayo, asesinado por los hermanos Castro, lideraba la más legítima batalla contra el comunismo en la isla. Ella rebasó, con sus acciones y protestas, los límites establecidos en el umbral de la intolerancia, al ocupar un espacio que pocos han logrado frente al totalitarismo tropical. Además, por su condición de madre adolorida por la pérdida de un ser querido, movilizó la conciencia del pueblo olvidado de Banes y hasta los propios comunistas veían genuinas sus expresiones contra la dictadura. Un hijo siempre será un hijo.
La represión que sufrió era orquestada por el aparato de la seguridad del estado con autorización expresa de Raúl Castro. Los que se sumaban a tan cobarde provocación eran los incondicionales de siempre y los que ocupan el peor lugar en la muchedumbre de la sociedad cubana. A pesar de la asechanza, Reyna Luisa, emergía como una Mariana resuelta a rendirle honor al hijo que engendró hasta convertirlo en mártir y en ejemplo para todos los que se oponen a la injusticia.
Su voz resonaba en los oídos perversos de los genízaros del castrismo con la agudeza que solo emana de una garganta como la suya, porque ha sido capaz de defender sin temor a represalia su noble causa. Los guardianes del régimen se mostraban deleznables y temerosos porque nunca escucharon tan de cerca proferir verdades a la dictadura. Reyna Luisa se ha convertido en una heroína moderna y su historia está edificada en el conflicto entre David y Goliat.
El exilio siempre ha sido una salida milagrosa para el régimen. Yo, como miles de compatriotas dispersos por el mundo, soy uno más en esa larga lista. Sin embargo, desde este lado comprendemos mejor que nuestro lugar es el que hemos dejado atrás. La madre de Zapata Tamayo llegará a las mismas conclusiones sin dejar de luchar desde esta orilla por una Cuba libre.
Bienvenida al exilio distinguida compatriota.
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