No me gusta el reggeaton. Lo confieso, sin intentar despreciar a quienes ejecutan esa “música” y mucho menos a los que la disfrutan. Ignoro todo cuanto ocurre en torno a ese fenómeno musical. Las razones son simples. No encuentro nada conmovedor en sus acordes aunque sus letras denuncien situaciones reales de Cuba y otras partes. De ahí, a consentir la censura a quienes la forjan como su preferencia, me parece un acto criminal por parte del régimen cubano. La ley 349 criminaliza delitos en materia cultural a toda expresión artística al margen de la política cultural del régimen. Su implementación es un claro retorno a los orígenes del castrismo cuando el espacio de creación del país se redujo a la obediencia absoluta y a la complicidad con la dictadura. “Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”, sentenciaba Fidel Castro, en palabras a los intelectuales, para indicar la ruta obligatoria por donde debía transitar la cultura cubana. Aquella vez, como ahora, el error es el mismo. Desde un buró, detrás de las cortinas de la intolerancia, es imposible diseñar sabiduría o programar el imaginario popular de una nación. La ley, publicada en la Gaceta Oficial de la República de Cuba y firmada por Díaz Canel, indica tres cosas. La primera, es el miedo a todo aquello que pueda emerger al margen del oficialismo. Lo segundo, la intención perniciosa de imponer un credo basado en un ideal que no existe, donde crear, hacer arte y exponerlo pasa por el prisma de una revolución que se inventa poseer la capacidad de definir las ideas que deben ser transmitidas al pueblo. Por último, y es lo más importante, extirpar de raíz el contagio de inconformidad expresado por los que han decidido hacer un arte alternativo. Como el modelo no tiene opciones viables para reinventarse o promulgar el verdadero arte cubano, destruido por ellos al llegar al poder, muestran su obcecación limitando espacios a toda expresión contestataria. La tuerka canelista (de Díaz Canel) notifica el carácter novísimo de una estrategia vieja para agradar a los abuelos que lo pusieron en el trono. Este episodio, anuncia hacia donde se dirigen los rostros nuevos en el poder o los capataces de turno. Es la fatalidad consagrada en el karma de una nación retorcida, que al parecer merece tanto castigo como sean capaces de soportar quienes viven en ella.
Tuesday, August 14, 2018
Sunday, August 12, 2018
Reforma constitucional, el mito Fidel y la opinión del exilio
Serán los
historiadores del futuro -aunque lo saben los de ahora- quienes arribarán a la siguiente conclusión: Fidel Castro ha sido el peor de todos los cubanos nacido en Cuba. Sin exagerar
nada y ajustándose a la verdad histórica, nadie ha hecho más daño al país y a
su pueblo que el desaparecido dictador. No pierdo el tiempo en mencionar las
pruebas de su maldad porque todos, absolutamente todos los cubanos, lo saben y han
sido víctimas -directa o indirectamente- de su alevosa malignidad. Las heridas
son las pruebas visibles que perduran para demostrar que alguien nos ha hecho daño.
Basta con escuchar a un compatriota de la isla, del exilio y hasta a los
miembros de la nomenklatura (uso la K para recordar a Cabreras Infantes quien
la utiliza al referirse al endrino sistema castrista) para advertir como la
profundidad del daño que porta, las secuelas del mismo y la resistencia a curarle, provienen del
imaginario encrespado del llamado comandante.
Tan mala suerte
ha tenido aquel pueblo que, justamente ahora, los herederos de turno han tomado
la fecha de nacimiento de Castro para iniciar una consulta constitucional. Es,
definitivamente, la última prueba inculpadora recayendo sobre las cenizas de
quien destruyó un país en vida y anima, después de muerto, con su legado revolucionario,
a continuar su destrucción. Y el arte de dañar es tan sofisticado, profundo y
lento que al día de hoy el pueblo sigue acostumbrado a las mismas cosas y a soñar
con un futuro diferente que no asoma por ninguna parte. La reforma constitucional
es el remache perfecto al continuismo. Aldabonazo a la inmovilidad, a la impúdica
presencia del marxismo y a la consagración de la miseria.
La invitación a
los exiliados a opinar, que a algunos alegra, es una trampa abyecta para legitimar
la obscenidad política en el país con el salvoconducto de quienes viven fuera. Asusta
el entusiasmo con que muchos acá acogen la convocatoria y hasta ven buenas
intenciones en La Habana cuando se trata de todo lo contrario. Y se oye clarito.
Clarito, por cierto, y a toda voz, que el partido será único, cuyo poder supera
cualquiera de las restantes entidades de la dictadura. En ese espacio reducido
solo sobreviven los revolucionarios y nadie más. Es el primer escalón para
instaurar un modelo chino a la caribeña que invita a comulgar con la revolución
o vivir externamente contra ella. Entonces, ¿Vale la pena opinar? ¿Servirá de
algo proponer ideas, sugerencias o cambios a un documento que la mayoría apoyará
sin haberlo leído y analizado en profundidad cuando de ante manos sabemos a dónde
conduce? La mayor sorpresa, porque sorprendidos hay, es creer que escucharán a
las voces discordantes de los residentes en otras orillas. También, están aquellos
cubanos deseosos de hacer su catarsis y aprovecharán la oportunidad para
descargar su impotencia en un papel para luego anunciarlo en sus biografías como
un mérito mayor.
Cada cubano es responsable
de sus actos aunque los historiadores no mencionen en los cuadernos escolares
el grado de su irresponsabilidad. Detrás de esa inmadurez está el fantasma de
Castro asomándose, como siempre y a todas horas, en la conciencia popular. Allí
se observa vigilante y seguro. Convertido en mito dentro de la ceniza. Amenazante.
Beneficiándose el miedo para advertir su eternidad. De espalda a quienes le reverenciaron
y disfrutando los elogios a su memoria. Sus ideas torcidas, como su propia
vida, se acomodan a un papel convertido en el documento jurídico más importante
del país. Le aseguraron los suyos, antes de morir, tenerlo en todas partes para
seguir haciendo de las suyas. Esa manera de hacer maldad lleva solo su nombre.
Thursday, August 9, 2018
Dragones, ferias y el doctor Cardet
Un dragón amable sigue siendo un dragón, dice un proverbio chino. Un gato manso no deja de ser felino, alguien dijo. No son paradojas de estos tiempos. Es la realidad vista desde la dimensión de lo exacto, aunque se adviertan otras cosas. Sucede que las apariencias pueden dominar los escenarios de la vida y, aunque no tengan luces, esos encantos seductores embriagan las pasiones hasta fascinar. No es nada nuevo. Es tan viejo como el hombre, a pesar del descubrimiento hecho por algunos cubanos de hoy cuando se impresionan por el último discurso, las reformas estructurales, los rostros nuevos en el poder y los apéndices de lo mismo. En Cuba se están sembrando las semillas del ludibrio porque un pueblo infantil no tiene memoria y tampoco historia. Olvidar es muy fácil porque amolda el presente sin el ayer. De eso se trata. De obligar al olvido para luego dejarse acompañar del tambor de una esquina o de un carnaval cualquiera a golpe de reguetón. Del festín derrochado por alcohol. De las putas de ahora y después. De las señoritas que vienen en traje de invierno desde Europa a un país tropical a enseñar modelos de urbanidad. Las apariencias son posibles y crean percepciones buenas. Piénselo usted, como yo lo he pensado y deme la razón, si razones tengo. En Cuba, tal como se presentan las cosas, todo es bueno y nada es malo. A la inversa, todo es malo porque nada puede ser bueno. La mala nueva es que no pasa nada y cuando pasan las cosas pronto se olvidan porque no alcanzan a superar la cuadra del vecino y a convertirse en problemas de todos, aunque todos tengan el mismo problema. También, y es posiblemente lo más importante, porque nadie compara. Y cuando no se mide es imposible encontrar la diferencia. Por eso es fácil, y eso es definitivamente cierto, mostrar el royo diciéndoles que se trata de la película. Nada. La fe, esa cualidad supeditada a una cuestión vital, por el creyente y los otros que no lo son tanto, bambolea dentro de los acertijos donde divaga el alma de la nación.
Una dictadura cómoda, y la cubana lo es, sabe acomodarse a los tiempos. Lo hace, con sabia manía de maldad y justificando lo contrario. Esas confusiones impuestas al ciudadano, que Confucio no admitiría jamás, ajan el alma nacional hasta convertirse en una temerosa armadura de hierro donde sosiegan las almas inquietas del país. Mientras los caminos espinosos de Cuba algunos los ven planos, se llegará tarde a su destino. Tal es así, que la cárcel del doctor Eduardo Cardet ha pasado al olvido y desde acá, y otras orillas, se pierde el tiempo en una unidad sin unirse a favor de este prisionero del castrismo.
Tuesday, August 7, 2018
La tuerca de Maduro
La tuerca que le faltaba a la revolución bolivariana de Venezuela la acaba de encontrar Nicolás Maduro con el atentado o supuesto magnicidio de días pasados. Ahora, a toda prisa y con la diligencia revolucionaria que recomienda La Habana, el país será bienvenido al socialismo real. Ellos le llaman consolidación al proceso de radicalizar sus posiciones políticas. Y apuntalar un proceso político como el bolivariano implica una cercanía, sin diferencias, al modelo cubano. Con ello, están -los ciudadanos de esa nación sudamericana y su liderazgo cívico militar- inaugurando el segundo episodio de locura en América Latina.
Wednesday, August 1, 2018
Resumen de un charla entre amigos
La sociedad cubana
está huérfana. Mutilada de ideas. “Cabreada”, pero silenciosa. Introvertida entre
los giros volubles de un abecedario incoherente donde las palabras no son
importantes y los hombres menos. Una sociedad así, estancada en el pesimismo,
condenada por una inquisitoria maldad disfrazada de bien, se desgaja a pedazo y
muere. Muertos están aquellos que la viven perentoriamente sin entender las
causas de la urgencia. Y no gritan (no pueden) y ese mutismo ciega su
esperanza. Algo etéreo, tan invisible como el miedo, se cuela por debajo de las
sabanas de cada cual mientras la gente avizora el futuro como ayer o hace un año
atrás. ¿A dónde ir? ¿A quien se le debe preguntar dónde están los caminos diferentes
si nadie ha trazado una hoja de ruta contraria al imaginario del poder? Ya lo
sabemos todos –al menos acá- quienes son los responsables de esa huerfanidad.
Ahora, cuando los
viejos cabecillas de la hacienda tienen sus días contados sobre la tierra, se
precisa establecer las pautas de la continuidad. Los herederos, cuyo nombre se
mencionan en los medios, quedarán consagrados a ser los dueños del redil con
pleno derecho a tutelar la suerte de un país en ruina. Y será así, porque las
fórmulas, aquellas ecuaciones del gran magisterio, no indican lo contrario.
Hoy, también mañana y por mucho tiempo más, regirá la ley del embudo y la
exprimidera. En ese atascadero -sin oraciones, misas y alejados de Dios- volverán
a medir la duración exacta de los desfiles y las entonaciones de un discurso
vulgar. La patria, vendida como mercancía de segunda en cualquier mercado de
este mundo, será una bandera de papel en la plaza. El pueblo, legitimado como
obediente, irá detrás de quienes vayan delante sin saber a dónde.
Si el comunismo
es imposible, el socialismo es probable. Tal probabilidad se ha comprobado en
la ruina que genera, en los abusos, los odios que engendra y sus crímenes. Y
ahí está, con ese nombre memorable y confuso. Incoloro y estéril. Malsano y
viril. Y es más que una palabra. Es la creencia conveniente para la polémica y
el despojo. Para usurpar la verdad, maquillar la mentira y revertir la historia
en un plató televisivo para una audiencia incauta y embriagada de fe. El
socialismo ha sido para Cuba como un sumidero execrable por donde se han
vaciado las virtudes de una nación y su gente. Aun así, persiste como
alternativa porque después de él, dicen sus ideólogos, el cao.
Pocos, salvo los
intelectuales, disidentes y exiliados políticos, están prestándole atención a
las reformas constitucionales en la isla. Los vecinos de cualquier barrio están
pendientes de la cena de hoy y la de mañana. Del querosén y del agua. De la
asistencia espirituales a los Orishas para no enfermarse o morir temprano. Y es
comprensible. Nadie deja su estómago vacío antes de hacer arte, política o rebelión.
El régimen lo sabe y logra salvarse de la inconformidad porque la gente sólo piensa en el hoy y el
siguiente día.
Siempre, definitivamente, existen quienes
tienen esperanza y al menos sueñan con pisar las mismas calles con asfalto nuevo
y ver otros colores en las paredes de la casa del vecino. Será tarde, pero
será.
Sunday, July 29, 2018
Tres observaciones urgentes para un domingo cualquiera
I
Raúl Castro, en el acto por el 26 de Julio, dijo sobre la
reforma a la constitución: Será un documento adecuado al momento “…de modo que
se garantice el carácter irrevocable del socialismo y la continuidad de la
revolución” Visto y leído así, no importa eliminar la palabra comunismo de la
carta magna cuando la esencia del sistema sigue siendo lo mismo. El raulismo mágico
se cubre con el manto del pragmatismo y el juego semántico porque la pericia del
castrismo se atribuye la capacidad de cambiar la envoltura, pero nunca el
contenido. Es el arte de engañar a quienes siempre han sido engañados.
II
Dice un español que vive en Cuba que los viejos en la
isla siguen apegados a la revolución. Los jóvenes, según observa, están en otras
cosas. Quieren dinero, hacer negocios o irse del país. Seguidamente expresa admiración
por Cuba, sobre todo por la Habana, ciudad donde vive y teme que un cambio elimine
ese sabor a cubanía que disfruta en las calles de la capital. Pienso que Cuba
vende su miseria como un atractivo turístico. Duele, por cierto mucho, cuando
quienes disfrutan de la libertad en sus países ven -como parte del folklor- la
vida miserable de un pueblo como motivo de placer. Ah, llegan a disfrutar tanto
esa penuria popular que desean prolongarla en el tiempo para un goce mayor.
III
Desde un controversial congresista, pasando por
influyentes hombres de negocios, hasta llegar a un exiliado de a pie, les he
escuchado decir que Cuba no cambia por culpa de Miami. La firmeza de sus
argumentos pesa como un acto de fe. Una convicción tan fecunda que se comportan
como defensores del otro lado. Se concentran en criticar el exceso de
patriotismo y el uso desmedido del cerrojo anticastrista para mantener cerradas
las puertas del acercamiento, los intercambios y los negocios. Resulta difícil entenderlo
así, al menos para mí. Tal simpleza e injusta valoración nos dice hasta donde
calan los tentáculos del castrismo. El exilio no es estructural y menos
perfecto, pero es el único milagro cubano, según Leví Marrero, construido por
un país fuera de sus fronteras.
Saturday, July 21, 2018
Otra nota sobre el raulismo mágico
De Raúl Castro, líder del comunismo cubano, se dicen,
entre otras cosas, que es cherna (eufemismo tropical para identificar al
homosexual) pero a nadie se le ha escuchado decir que tiene un pelo de bobo. La
bobería, no cabe en el diccionario revolucionario, sobre todo, cuando se trata
de asuntos tan importantes como mantener el poder de una isla pequeña, pero
ensanchada como un continente por quienes viven dentro y fuera de ella. Si su
hermano Fidel fue un dictador cómodo, Raúl es el líder amable de una revolución
vieja, persistente y renovada en los mismos pilares de incondicionalidad. Es,
pudiera decir cualquiera, un trabalenguas de grado tres, pero no, se trata de
una suerte echada al camino para hacerla durar tanto como sea posible. Raúl, al
día de hoy, se ha convertido en poeta. En el revolucionario que otros quisieron
ser. En profeta, mago, adivinador de gangas, comerciante de burbujas,
conciliador, aperturista, tolerante, pendenciero, y, para colmo, buena persona.
El tipo está y no aparece, pero todos los ven. Cuando nadie lo ve se le aplaude.
Su nombre es un retrato o una comilla detrás del pódium emergente indicando la
ruta donde habla Díaz Canel. Es el guardián.
Para él ha sido una suerte nacer en el trópico aunque sus
raíces provengan de Europa. El Caribe inocula lealtad a los demonios, puede
parir cualquier estupidez sin advertirse y troquelar la inteligencia de un
bardo. Basta con dejarse seducir por el hechizo, por el hedor a esperanza
enlatada, por el sexo como mercancía barata y por esas aguas azules que tanto
esclaviza. Raúl Castro, como Aladino, posee un lado oscuro detrás de su lámpara
y nunca la muestra porque intenta imitar a la luna. Así son y siempre serán
estos hombres pincelados en la fe de sus creyentes.
Ahora, cuando el Foro de Sao Paulo se acaba de celebrar
en La Habana, Raúl sólo aparece en los papeles leídos, aquellos que irán a los
archivos de asuntos importantes sin la compañía de un retrato. Eso es saber
conducirse inteligentemente entre los débiles que somos nosotros. Los que
escribimos estas impresiones aproximadas, quienes llevamos heridas en el cuerpo
sin poder mostrársela a nadie porque nuestra verdad se ha convertido en
mentira. Digo, y lo diré siempre, los perdedores en esta confrontación inaudita
entre nacionales somos aquellos que amamos la democracia. Y nuestra derrota no
se asimila como un reto a revertirse. Es la ceguera, ese mal inoculado en el carácter
y el miedo, enfermedad paralizante del alma nacional.
Ya empezamos acostumbrarnos a ver las cosas de la misma
manera. Cuba es igual y seguirá siéndolo a pesar de los pesares. Es el
cansancio de quienes intentaron antes hacer la diferencia lo que cansa a los
nuevos andantes en estas rutas libertarias. Es la repetida manía de esperar por
el americano, por la solidaridad europea y el compromiso latinoamericano, lo
que nos tiene en estas orillas confusas, diversas e irreconciliables. Lejos de
aquellas perspectivas perdurables donde se esconde la verdad y la esperanza.
Así, porque así son las cosas, se va cuajando el destino
del país con su nueva reforma constitucional. Acá, es decir, los de extramuros,
no podemos entender a donde van las palabras comprimidas en una carta
fundamental a la que nadie acude y pocos mencionan.
Raúl, heredó la
maldad de su hermano con una dosis muy baja de pudor y un poco de suerte para
vivir tranquilo. Mientras en Nicaragua trasquilan libertad, al menor de los
Castro nadie lo menciona porque su país (el nuestro) impresiona normal. Todo
ocurre porque en ese estado natural (como hoy me escribió un antiguo profesor) no
se dan las cosas por casualidad. Y tiene razón mi maestro, el raulismo mágico es
una escuela consignada a la vigilancia de lo viejo aunque manden los nuevos. Siempre
se puede reprimir sin llegar a matar y como en Cuba se inventan tantos mitos
como Dioses, hoy se reproduce –desesperadamente- la versión de aquellas
ilusiones perdidas, donde el mundo era un verdel de felicidad revolucionaria en
la mente de nuestros iluminados insulares.
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