Saturday, September 15, 2018

El aquelarre de Zapatero


Nadie pone en dudas el carácter militante de la izquierda. También la perseverancia para alcanzar sus fines y extender, en la conciencia social de los desposeídos (vocablo acucioso y seductivo) su imaginario político. Esa obsesión, inoculada por los ideólogos y los intelectuales de las ideas afines, prevalece en todo momento por un convencimiento cerval sostenido contra viento y marea. Aferrarse al todo por el todo, es su máxima y nunca advierten lo contrario. Son solidarios. Cercanos en los entendimientos y las tácticas. Persiguen los mismos objetivos donde quieren que estén y cuando no llegan a estar posesionan al que está con la misma firmeza que si estuvieran. Es una perpetua estrategia para ganar terreno y no admitir la derrota. Ellos nunca pierden. Ya lo decía Fidel Castro: “convertiremos el revés en victoria”.  Sólo tropiezan con ciertos obstáculos en el camino a la cima del poder y a la supuesta gloria de los pueblos.

Esa creencia, lo asume el ex presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, al defender al gobierno izquierdista-irracional de Nicolás Maduro. El ex mandatario, apremiado por la improvisación y el contagio de su ideal, ha mentido a todos en nombre de su verdad ideológica. Ha declarado, para referirse a la ola migratoria de venezolanos a cualquier parte del mundo, que “… esa emigración a otros países tienen mucho que ver con las sanciones económicas impuestas por los Estados Unidos y que han sido respaldadas por algunos gobiernos” Los medios españoles y de otros países destacan esas declaraciones con dudas, fuertemente fundadas, aunque provengan de un personaje del linaje de Zapatero. Otra vez, y no es casualidad, la nación del norte, como lo hizo Castro, se convierte en el pretexto para justificar la ineficiencia del sistema venezolano y la desesperación del pueblo.

El ex gobernante español, es un militante socialista con eficacia para la confusión. Está poseído por el don de la superioridad moral que pregona por doquier, a pesar del desastre que sumergió a España, siendo presidente, en la peor crisis de la democracia. Es un revisionista auténtico. Profanador de tumbas. Resentido patológico. Misionero del odio y de las pasiones  absurdas. Infundió en su partido, y en sectores importantes de la sociedad española, la necesidad de establecer una verdad histórica que borre el pasado de sus adversarios ideológicos y no el de sus afiliados de causa. 
Con Venezuela tiene cierta obsesión, pero no acierta. No se fascina por el país y sus atractivos, sino por el modelo chavista y sus quimeras. Su interlocución es fortuita y sin resultados. Los opositores no avalan su gestión porque, evidentemente, se inclina hacia el chavismo y los adeptos del socialismo del siglo XXI. 
  
Nicolás Maduro, un comunista formado en la escuela del partido Ñico López, en La Habana, gobernante absoluto del país sudamericano, socio y protegido del ex presidente español, se debe sentir premiado por las palabras de ese señor. Son declaraciones que evidencian la complicidad de la izquierda irracional de todas partes. Sirven, proviniendo de quien proviene, para justificar el crimen, el pillaje y la crisis de una Venezuela castigada por el error de quienes agrandan su desgracia cada día.

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