Señor Robert De Niro.
“La índole de una utopía constituye un
pseudo problema, pero el sufrimiento a que da lugar es muy real” escribía
Richard Fisch. Tomo estas palabras para exponerle la última parte. Aquella que
se refiere al sufrimiento real. Lo hago, a título personal y sin pretensiones
algunas, ante el asombro que me produce haberlo visto rindiéndole homenaje al
representante de una dictadura de sesenta años en el poder. Son miles, -además,
razones tienen para ello- los cubanos asombrados cuando lo ven a usted, una
personalidad del cine mundial, respaldando a quien oprime a un pueblo y le
niega su libertad. Y es verdad, señor De Niro, hay un sufrimiento extendido en
lo profundo del alma de la nación cubana y los responsables se fotografían a su
lado con absoluta impunidad. Sufren los que se han quedado, los que nos fuimos
y aquellos que van naciendo, portan también cierta ansiedad, porque al llegar a
la vida no encuentran algo diferente al sufrimiento de sus padres y abuelos.
La dictadura cubana es como la mafia,
aunque ésta no se mueve en la clandestinidad. Funciona igual a esa organización
criminal cuando ejerce su poder mediante la fuerza, la violencia, el crimen, la
prisión y el destierro. Usted, que ha interpretado papeles de mafioso puede entenderme
ahora con facilidad y comprender, si eso fuera posible, la gravedad del asunto
que lo salpica a usted en la complicidad. Tal vez, porque todo es posible, usted
ignore la realidad cubana o ha llegado a creer la propaganda de sus agoreros acá
y de otras partes. Se glorifica a la revolución hasta exponerla como la vía
posible y necesaria para ofrecerles una mejor vida a los pueblos del mundo,
pero eso no es verdad. Si así fuera, si a usted lo han convencido hasta llegar
a creer que Cuba es un ejemplo, pregunte a quienes les distribuyen esa información
¿qué ocurre en la isla con los derechos
humanos, cuantas cárceles ha creado la dictadura, cuántos cubanos se han ido a
cualquier parte del mundo después de 1959, cuántos murieron y mueren intentando
salir de allí? Para evacuar sus dudas, investigue cuántas personas han sido
encarcelas por distribuir libros, ejercer el periodismo libre, organizarse al
margen del oficialismo o por criticar a Fidel Castro.
El 11 de Junio del presente año, usted criticó
públicamente al presidente de su país desde Toronto, Canadá. El hecho se convirtió
en una noticia viral. Después, hasta donde sé, nadie tomó represalia contra
usted. Tampoco le han expulsado de su trabajo. Nadie bloqueará sus contratos en
el cine. No creo que tenga vigilancia policial, acoso o que se haya convertido
en una persona altamente peligrosa para la seguridad nacional. Si esas mismas
declaraciones la hiciera un artista cubano todo sería diferente porque dejaría de
ser persona para convertirse en un excluido después de pronunciar la última
palabra. Para la dictadura de Cuba las ideas son peligrosas y se encarcelan. También se matan.
Existe en nuestra historia nacional una página
negra cuyo capitulo principal lo escribió Castro cuando ordenó el fusilamiento
de sus principales adversarios políticos y autoridades de la anterior dictadura.
Los ejecutaban frente a las cámaras de la televisión para extender el terror a
escala social y paralizar los ideales de libertad del pueblo y las voces de sus
opositores. Esa parte, obviamente, no se la han contado. Tengo la seguridad que
desconoce del hundimiento del Remolcador 13 de marzo, el 13 julio de 1994. Se trataba
de una pequeña embarcación con 70 personas a bordo que intentaba llegar a las
costas de la Florida. Fue interceptada, a siete millas de las playas cubanas
por fuerzas élites de la seguridad del estado, y por órdenes expresas de Fidel
Castro la embarcación fue hundida y con ella 41 personas perdieron sus vidas,
incluyendo a 10 niños inocentes que hoy reposan sepultados y sin desearlo en el
fondo del mar. ¿Qué repugnante sería si estos crímenes los hubiera cometido
Augusto Pinochet, en Chile o Jorge Rafael Videla, en Argentina?
Las dictaduras son dictaduras, sin importar
su credo ideológico. Ser dictador de izquierda parece ser una lujosa comodidad
que enamora algunas de las estrellas de Hollywood. Y fascina, cómo, incuestionablemente
hemos visto, a un grupo de artistas e intelectuales reunidos con usted en New
York junto al representante oficial de la única dictadura del hemisferio
occidental. Usted ha estrechado la mano de una persona que el pueblo cubano no
ha elegido. Su nombramiento fue a dedo y responde a una estrategia del
comunismo cubano para darle continuidad a la dictadura en el tiempo. Más allá y
después de la desaparición física de sus líderes históricos.
Señor De Niro, la historia siempre juzgará
nuestros actos y condenará aquellos que han sido indignos. No tengas dudas,
usted comparecerá a ese juicio moral y seguramente será inculpado por
complicidad. Lo invito a que se anime y descubra la verdad sobre la revolución que
hoy apoya. Está a tiempo de limpiar sus manchas para ganar el reconocimiento de
quienes han sufrido severas heridas del castrismo. No demores. Su salud moral
lo necesita.
Por mi parte, continuaré viendo sus películas.
En definitiva, los papeles que usted interpreta no corresponden a su vida. Sin
embargo, sentiré vergüenza y pena ajena, al recordar que se ha ubicado,
lamentablemente, al lado de quienes han oprimido a mi pueblo.
¡ANIMO!
Ramón Humberto Colás