Sunday, August 26, 2018

El sueño de hoy


Nací en un país sin opciones a sueños y aprendí a soñar (a pesar de eso) porque los sueños, para suerte nuestra, no estaban prohibidos. Así, imaginé París y la Torre Eiffel. La puerta del Sol y la Gran Vía. El Coliseo Romano y el Vaticano. Después, mucho tiempo después, cuando estaba lejos del país donde los sueños no son opciones, caminé las calles de París y me hicieron hasta un reportaje con la torre Eiffel de fondo. Madrid me pareció una ciudad conocida. Roma una repetición de una clase de historia y el Vaticano un derroche injustificado. Hoy mis sueños son tan encontrados y desapacibles que intento interpretarlos como una pesadilla. Alguna vez, leyendo a Víctor Hugo, imaginé al París lejano de Jean Valjean y recuerdo las recurrencias mentales en mis noches largas cuando soñaba al París de hoy. Desde esta distancia, y casi a menudo, se recuerda el barrio donde se ha vivido y al amigo de al lado, moribundo y pobre que no pudo salir. En los sueños de ahora, aparece mi padre mirando la luna y a un torrencial aguacero en el mes de mayo. Mamá, detrás de un fogón ancho como ella misma y mis hermanos alrededor de una mesa esperando la incomparable sazón de sus comidas. Soñar es lo menos prohibido en Cuba aunque los sueños cuesten tanto realizarlos. Ensueños grises pedalean a raudales bajo la sombra de la inmovilidad. Las imágenes fantásticas de la realidad se tientan en el despojo de un país dormido que aspira a ser igual a medio siglo atrás.
Escribo estas notas porque acabo de soñar. Todo era en colores. Había una multitud congregada alrededor un árbol para verlo crecer. Nadie aplaudía aquella ocurrencia natural porque era un milagro y la gente se mostraban felices. Después, unos ancianos con pelambres largas -parecían ángeles viejos y sabios- santiguaban a todo diciéndoles: creced como el árbol y seréis libre. Nadie creyó aquella sentencia libertaria porque dejaron solos a los ilustrados. También el árbol dejó de crecer y todo siguió siendo igual.  


Friday, August 24, 2018

Los puros


Nada es más puro que la pureza y a esa conclusión se arriba en cierta etapa de la vida. Aquella, cuando los impuros, quienes intentan tabular todo en el afán de hacernos como ellos, son desenmascarados por sus perniciosas conjuras. Obviamente, muchas veces resulta difícil delimitar los confines del mal y las distancias de su posible contagio. Otras, como suele ocurrir, puede estar tan cerca que no se advierte. No se trata de hacer comparaciones entre puros e impuros porque, definitivamente, las diferencias son tangibles y cualquiera puede distinguirlas. Sin embargo, no está de más hacer algunas exactitudes sobre aquellos personajes de la vida pública que aparecen antes nosotros como adalides modernos, ensenándonos como debemos conducirnos en un mundo diseñado por ellos. Hay que ser obediente. La obediencia rige el destino de quien la acata y de ahí, sin saltarse la estricta disciplina, se llega a la incondicionalidad. Ser incondicional no implica (necesariamente) a la persona cuando se despersonaliza y su conducta -manipulada por el hálito del poder- concierne al otro. Al representante de la pureza. Estos proclaman igualdad, pero siendo ellos más iguales que los demás y distinguiéndose del resto de los ciudadanos porque en su imaginario pesa la afirmación de ser guía y orden moral de la sociedad.   
Nunca me he convencido, y a esta altura de mi vida nadie me pondrá convencer, que aquellos honorables personajes de la historia pudieran ser mejores que nuestros padres. Gastamos detrás de sus biografías, sus ejemplos de vida, su integridad y capacidad para el sacrificio por el bien de los demás, tantas horas que llegamos a creer, luego de inculcárnoslos, que para ser buenas personas deberíamos ser como ellos.
Karl Marx, por ejemplo, padre del marxismo, era un vago. Un comunista profesional que según Antonio Escohotado, jamás trabajó y tanta era su vagancia que imponía a su hijo de nueve años pedir dádivas en invierno mientras él se enfrascaba en los estudios que le permitieran interpretar la sociedad de su época para luego hacerle un mundo feliz a las generaciones futuras. El chico murió a esa edad y no existe ninguna referencia en la obra de Marx donde se exprese una muestra de dolor por la pérdida de aquel pobre infeliz. Che Guevara, elevado al altar de los inmortales, además de racista y aventurero, añadió a su profesión de médico la de comunista y hoy es obligatorio que los escolares cubanos proclamen ser con él. A veces, cuando alguien refiere buscar un horizonte para embarcarse por mejores rutas, es preferible invitarlo al punto de partida. Una familia normal, aquella que inculca valores y seduce a la virtud, tiene mayor autoridad moral que un Marx, un Fidel Castro o un Che Guevara.


Saturday, August 18, 2018

Resumen de un breve viaje


Acaba de regresar de Cuba un amigo después de quince años en el extranjero. Es su primer viaje. También el último, me dijo. Comentaba que todo está peor. Los baches siguen en el mismo lugar, pero más grandes. Las bodegas se ubican en la zona de siempre y están vacías. La gente, mal educada, vociferante y al acecho de cualquier cosa que sostenga su supervivencia, se hace más vieja. Los CDR de su antiguo barrio han cambiado de presidente varias veces en trece años y ejercen la chivatería moderadamente. Prefieren mirar hacia otro lado para garantizar sus raciones de carnes de res en el mercado negro, sus onzas de café en regalía y alguna librita de azúcar, sustraída de un tren cuando va al puerto de embarques a granel. Los niños que dejó son ahora adolescentes y los chavales adultos. Los viejos que no han muerto están vetustos y cansados. Amontonados en el olvido y haciendo favores por migajas. Muchas mujeres, sobre todo jóvenes, sobresalen como cazadores de fortunas, visas, euros y placeres sufragados en buena lid. Cuenta que nadie habla porque todos gritan. El uso de palabras obscena es tan normal que no decirlas te hace extraño, reverente y deslocalizado. De política nadie quiere hablar. Dicen no interesarles aunque politizado está todo. Cuando quería meterse en ese oscuro laberinto, la familia le decía: “no te metas en líos para que sigas viniendo”. Quienes le visitaban esperaban algo. Como no tenía para todos, se enojaban y hasta comentaba que era un muerto de hambre. Los viejos amigos, aquellos de la secundaria, el pre y la universidad, se mostraron como tal y repasaron juntos aquellos años de convivencia, ingenuidades, alegría e infortunio. “Llegué llorando, viví días entero ahogado en lágrimas y regresé desconsolado. No imagino como alguien puede divertirse (aparte de compartir con la familia) en medio de tanta miseria y confusión. Cuba da lástima. Vi cosas que te rompen el corazón. Allí no vuelvo aunque quisiera. Se lo dije a mi padre y él lo entiende. Además, me recomendó que no volviera mientras todo siga igual en el país” me dijo finalmente y volvió a llorar.

Tuesday, August 14, 2018

Retorno a los orígenes.

No me gusta el reggeaton. Lo confieso, sin intentar despreciar a quienes ejecutan esa “música” y mucho menos a los que la disfrutan. Ignoro todo cuanto ocurre en torno a ese fenómeno musical. Las razones son simples. No encuentro nada conmovedor en sus acordes aunque sus letras denuncien situaciones reales de Cuba y otras partes. De ahí, a consentir la censura a quienes la forjan como su preferencia, me parece un acto criminal por parte del régimen cubano. La ley 349 criminaliza delitos en materia cultural a toda expresión artística al margen de la política cultural del régimen. Su implementación es un claro retorno a los orígenes del castrismo cuando el espacio de creación del país se redujo a la obediencia absoluta y a la complicidad con la dictadura. “Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”, sentenciaba Fidel Castro, en palabras a los intelectuales, para indicar la ruta obligatoria por donde debía transitar la cultura cubana. Aquella vez, como ahora, el error es el mismo. Desde un buró, detrás de las cortinas de la intolerancia, es imposible diseñar sabiduría o programar el imaginario popular de una nación. La ley, publicada en la Gaceta Oficial de la República de Cuba y firmada por Díaz Canel, indica tres cosas. La primera, es el miedo a todo aquello que pueda emerger al margen del oficialismo. Lo segundo, la intención perniciosa de imponer un credo basado en un ideal que no existe, donde crear, hacer arte y exponerlo pasa por el prisma de una revolución que se inventa poseer la capacidad de definir las ideas que deben ser transmitidas al pueblo. Por último, y es lo más importante, extirpar de raíz el contagio de inconformidad expresado por los que han decidido hacer un arte alternativo. Como el modelo no tiene opciones viables para reinventarse o promulgar el verdadero arte cubano, destruido por ellos al llegar al poder, muestran su obcecación limitando espacios a toda expresión contestataria. La tuerka canelista (de Díaz Canel) notifica el carácter novísimo de una estrategia vieja para agradar a los abuelos que lo pusieron en el trono. Este episodio, anuncia hacia donde se dirigen los rostros nuevos en el poder o los capataces de turno. Es la fatalidad consagrada en el karma de una nación retorcida, que al parecer merece tanto castigo como sean capaces de soportar quienes viven en ella.

Sunday, August 12, 2018

Reforma constitucional, el mito Fidel y la opinión del exilio


Serán los historiadores del futuro -aunque lo saben los de ahora- quienes arribarán a la siguiente conclusión: Fidel Castro ha sido el peor de todos los cubanos nacido en Cuba. Sin exagerar nada y ajustándose a la verdad histórica, nadie ha hecho más daño al país y a su pueblo que el desaparecido dictador. No pierdo el tiempo en mencionar las pruebas de su maldad porque todos, absolutamente todos los cubanos, lo saben y han sido víctimas -directa o indirectamente- de su alevosa malignidad. Las heridas son las pruebas visibles que perduran para demostrar que alguien nos ha hecho daño. Basta con escuchar a un compatriota de la isla, del exilio y hasta a los miembros de la nomenklatura (uso la K para recordar a Cabreras Infantes quien la utiliza al referirse al endrino sistema castrista) para advertir como la profundidad del daño que porta, las secuelas del mismo  y la resistencia a curarle, provienen del imaginario encrespado del llamado comandante.

Tan mala suerte ha tenido aquel pueblo que, justamente ahora, los herederos de turno han tomado la fecha de nacimiento de Castro para iniciar una consulta constitucional. Es, definitivamente, la última prueba inculpadora recayendo sobre las cenizas de quien destruyó un país en vida y anima, después de muerto, con su legado revolucionario, a continuar su destrucción. Y el arte de dañar es tan sofisticado, profundo y lento que al día de hoy el pueblo sigue acostumbrado a las mismas cosas y a soñar con un futuro diferente que no asoma por ninguna parte. La reforma constitucional es el remache perfecto al continuismo. Aldabonazo a la inmovilidad, a la impúdica presencia del marxismo y a la consagración de la miseria.

La invitación a los exiliados a opinar, que a algunos alegra, es una trampa abyecta para legitimar la obscenidad política en el país con el salvoconducto de quienes viven fuera. Asusta el entusiasmo con que muchos acá acogen la convocatoria y hasta ven buenas intenciones en La Habana cuando se trata de todo lo contrario. Y se oye clarito. Clarito, por cierto, y a toda voz, que el partido será único, cuyo poder supera cualquiera de las restantes entidades de la dictadura. En ese espacio reducido solo sobreviven los revolucionarios y nadie más. Es el primer escalón para instaurar un modelo chino a la caribeña que invita a comulgar con la revolución o vivir externamente contra ella. Entonces, ¿Vale la pena opinar? ¿Servirá de algo proponer ideas, sugerencias o cambios a un documento que la mayoría apoyará sin haberlo leído y analizado en profundidad cuando de ante manos sabemos a dónde conduce? La mayor sorpresa, porque sorprendidos hay, es creer que escucharán a las voces discordantes de los residentes en otras orillas. También, están aquellos cubanos deseosos de hacer su catarsis y aprovecharán la oportunidad para descargar su impotencia en un papel para luego anunciarlo en sus biografías como un mérito mayor.   

Cada cubano es responsable de sus actos aunque los historiadores no mencionen en los cuadernos escolares el grado de su irresponsabilidad. Detrás de esa inmadurez está el fantasma de Castro asomándose, como siempre y a todas horas, en la conciencia popular. Allí se observa vigilante y seguro. Convertido en mito dentro de la ceniza. Amenazante. Beneficiándose el miedo para advertir su eternidad. De espalda a quienes le reverenciaron y disfrutando los elogios a su memoria. Sus ideas torcidas, como su propia vida, se acomodan a un papel convertido en el documento jurídico más importante del país. Le aseguraron los suyos, antes de morir, tenerlo en todas partes para seguir haciendo de las suyas. Esa manera de hacer maldad lleva solo su nombre.     

Thursday, August 9, 2018

Dragones, ferias y el doctor Cardet

Un dragón amable sigue siendo un dragón, dice un proverbio chino. Un gato manso no deja de ser felino, alguien dijo. No son paradojas de estos tiempos. Es la realidad vista desde la dimensión de lo exacto, aunque se adviertan otras cosas. Sucede que las apariencias pueden dominar los escenarios de la vida y, aunque no tengan luces, esos encantos seductores embriagan las pasiones hasta fascinar. No es nada nuevo. Es tan viejo como el hombre, a pesar del descubrimiento hecho por algunos cubanos de hoy cuando se impresionan por el último discurso, las reformas estructurales, los rostros nuevos en el poder y los apéndices de lo mismo. En Cuba se están sembrando las semillas del ludibrio porque un pueblo infantil no tiene memoria y tampoco historia. Olvidar es muy fácil porque amolda el presente sin el ayer. De eso se trata. De obligar al olvido para luego dejarse acompañar del tambor de una esquina o de un carnaval cualquiera a golpe de reguetón. Del festín derrochado por alcohol. De las putas de ahora y después. De las señoritas que vienen en traje de invierno desde Europa a un país tropical a enseñar modelos de urbanidad. Las apariencias son posibles y crean percepciones buenas. Piénselo usted, como yo lo he pensado y deme la razón, si razones tengo. En Cuba, tal como se presentan las cosas, todo es bueno y nada es malo. A la inversa, todo es malo porque nada puede ser bueno. La mala nueva es que no pasa nada y cuando pasan las cosas pronto se olvidan porque no alcanzan a superar la cuadra del vecino y a convertirse en problemas de todos, aunque todos tengan el mismo problema. También, y es posiblemente lo más importante, porque nadie compara. Y cuando no se mide es imposible encontrar la diferencia. Por eso es fácil, y eso es definitivamente cierto, mostrar el royo diciéndoles que se trata de la película. Nada. La fe, esa cualidad supeditada a una cuestión vital, por el creyente y los otros que no lo son tanto, bambolea dentro de los acertijos donde divaga el alma de la nación. 
Una dictadura cómoda, y la cubana lo es, sabe acomodarse a los tiempos. Lo hace, con sabia manía de maldad y justificando lo contrario. Esas confusiones impuestas al ciudadano, que Confucio no admitiría jamás, ajan el alma nacional hasta convertirse en una temerosa armadura de hierro donde sosiegan las almas inquietas del país. Mientras los caminos espinosos de Cuba algunos los ven planos, se llegará tarde a su destino. Tal es así, que la cárcel del doctor Eduardo Cardet ha pasado al olvido y desde acá, y otras orillas, se pierde el tiempo en una unidad sin unirse a favor de este prisionero del castrismo.

Tuesday, August 7, 2018

La tuerca de Maduro

La tuerca que le faltaba a la revolución bolivariana de Venezuela la acaba de encontrar Nicolás Maduro con el atentado o supuesto magnicidio de días pasados. Ahora, a toda prisa y con la diligencia revolucionaria que recomienda La Habana, el país será bienvenido al socialismo real. Ellos le llaman consolidación al proceso de radicalizar sus posiciones políticas. Y apuntalar un proceso político como el bolivariano implica una cercanía, sin diferencias, al modelo cubano. Con ello, están -los ciudadanos de esa nación sudamericana y su liderazgo cívico militar- inaugurando el segundo episodio de locura en América Latina.

Wednesday, August 1, 2018

Resumen de un charla entre amigos


La sociedad cubana está huérfana. Mutilada de ideas. “Cabreada”, pero silenciosa. Introvertida entre los giros volubles de un abecedario incoherente donde las palabras no son importantes y los hombres menos. Una sociedad así, estancada en el pesimismo, condenada por una inquisitoria maldad disfrazada de bien, se desgaja a pedazo y muere. Muertos están aquellos que la viven perentoriamente sin entender las causas de la urgencia. Y no gritan (no pueden) y ese mutismo ciega su esperanza. Algo etéreo, tan invisible como el miedo, se cuela por debajo de las sabanas de cada cual mientras la gente avizora el futuro como ayer o hace un año atrás. ¿A dónde ir? ¿A quien se le debe preguntar dónde están los caminos diferentes si nadie ha trazado una hoja de ruta contraria al imaginario del poder? Ya lo sabemos todos –al menos acá- quienes son los responsables de esa huerfanidad.

Ahora, cuando los viejos cabecillas de la hacienda tienen sus días contados sobre la tierra, se precisa establecer las pautas de la continuidad. Los herederos, cuyo nombre se mencionan en los medios, quedarán consagrados a ser los dueños del redil con pleno derecho a tutelar la suerte de un país en ruina. Y será así, porque las fórmulas, aquellas ecuaciones del gran magisterio, no indican lo contrario. Hoy, también mañana y por mucho tiempo más, regirá la ley del embudo y la exprimidera. En ese atascadero -sin oraciones, misas y alejados de Dios- volverán a medir la duración exacta de los desfiles y las entonaciones de un discurso vulgar. La patria, vendida como mercancía de segunda en cualquier mercado de este mundo, será una bandera de papel en la plaza. El pueblo, legitimado como obediente, irá detrás de quienes vayan delante sin saber a dónde. 

Si el comunismo es imposible, el socialismo es probable. Tal probabilidad se ha comprobado en la ruina que genera, en los abusos, los odios que engendra y sus crímenes. Y ahí está, con ese nombre memorable y confuso. Incoloro y estéril. Malsano y viril. Y es más que una palabra. Es la creencia conveniente para la polémica y el despojo. Para usurpar la verdad, maquillar la mentira y revertir la historia en un plató televisivo para una audiencia incauta y embriagada de fe. El socialismo ha sido para Cuba como un sumidero execrable por donde se han vaciado las virtudes de una nación y su gente. Aun así, persiste como alternativa porque después de él, dicen sus ideólogos, el cao. 

Pocos, salvo los intelectuales, disidentes y exiliados políticos, están prestándole atención a las reformas constitucionales en la isla. Los vecinos de cualquier barrio están pendientes de la cena de hoy y la de mañana. Del querosén y del agua. De la asistencia espirituales a los Orishas para no enfermarse o morir temprano. Y es comprensible. Nadie deja su estómago vacío antes de hacer arte, política o rebelión. El régimen lo sabe y logra salvarse de la inconformidad  porque la gente sólo piensa en el hoy y el siguiente día.

Siempre, definitivamente, existen quienes tienen esperanza y al menos sueñan con pisar las mismas calles con asfalto nuevo y ver otros colores en las paredes de la casa del vecino. Será tarde, pero será.