No llores por Messi Argentina
Todos
siguen con interés el paso de los equipos de nuestra región en el mundial de
Rusia. Yo también, pero advierto que mi equipo es España. La alegría es
compartida. Cuando gana Uruguay, se percibe que ganan todos. Si pierde Perú o
Argentina, se aprecia con pena el sabor de haber perdido. Unas derrotas duelen más.
Otras menos. La de Argentina hoy, frente a un equipo croata acertado y en perfecta
coordinación, es dolorosa. El llanto, en las gradas, refleja el dolor de un país
tan amante del futbol como pocos en la tierra y la impotencia al ver que sus
estrellas, tan opacas y deslucidas, no eran capaces de conjugar una estrategia
capaz de enfrentar con dignidad a su adversario. Sin ir tan lejos, Argentina fue
goleada porque alinean a Messi con la creencia de ser el mejor del mundo,
cuando -por la intersección de Iniesta, Xavi o Busquets- es el mejor del Barca, equipo donde aprendió a
ganar. El mejor del Universo cargaría el peso de un juego tan importante. Sin
embargo, Messi nunca apareció. No brilló en ningún momento del partido por la
ausencia de sus satélites azulgranas hasta convertirse en uno más en el
terreno. Se observaba perdido, entre el recuerdo de sus tantos en Europa y los
imposibles de anotar en la grande, el Mundial, donde los goles valen. Pierde, además,
porque basta mirar al técnico para advertir el nivel de chifladura presente en
sus gestos con aquellos movimientos injustificados, intensivos y perturbados.
Desde el banco, el técnico Jorge Sampaoli, trasmitía ansiedad y desconfianza a sus jugadores. En ese estado de tensión, el aturdimiento
domina hasta hacer desaparecer cualquier estrategia provechosa y (posiblemente
ensayada) porque convierte su impaciencia en una impotente tragedia emocional y
la transfiere a su plantel. El equipo no era un team, (ese concepto tan americano
aplicable al éxito). Eran personas que juegan futbol por allá y por acá y
sobresalen -porque buenos son- pero carecen de humildad para jugar juntos. No
llores por Messi Argentina. Hoy ya es tarde para hacerlo. Tu buen futbol está
por llegar en los pies de un relevo boyante capaz de ganar en cualquier
terreno.
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