Wednesday, June 13, 2018

Daniel y el gavilán caguarero


Aseguran muchos -y eso es verdad- que el mérito de los cubanos exiliados es su inversión en la educación de sus hijos. A partir de ahí, se establece una diferencia con el resto de las personas que llegan los Estados Unidos desde disímiles puntos del planeta. En la mentalidad de los padres cubanos del exilio se ha fundado la creencia que todo es posible y despliegan el máximo esfuerzo por sacar a flote a su descendencia. Historias existen miles. Cada cubano tiene la suya, pero la que me ocupa se expone de manera única. Es la de un joven que expresa en su interior, en las ideas y su creación artística, los valores de la tierra de  sus familiares de manera especial.
Daniel, nació en  Durham, Carolina del Norte. Hijo de Humberto Vidaillet, un eminente cardiólogo, natural de La Habana y Debbie, una abogada de Oklahoma. Sus años infantiles transcurrieron en un ambiente atípico y persistente. Las canciones de cuna sonaban en inglés y español y en sus cenas no descuidaron aquellos sabores típicos de Cuba. Fueron esos primeros años donde comenzaría a forzarse el carácter del niño Daniel y con él la atracción por todo lo proveniente del país de su padre. La Guayabera, nuestra prenda nacional,  se ha convertido en su camisa preferida y se ha impuesto en su personalidad hasta sentirnos extraños cuando los vemos sin ella.  El arroz con frijoles negros, el plátano maduro frito, el cerdo asado y otras delicias de la cocina cubana no han podido ser superadas por la hamburguesa u otras golosinas de la cocina americana. Daniel, con el don de la sabiduría y la capacidad para apreciar todo lo que posee algún valor, aprendió amar al país de su padre con tanta devoción que su obra artística ha encontrado inspiración en los enigmas de la isla, la vegetación del trópico, las aves y el pueblo cubano.
En estos momentos, luego de un profundo estudio sobre ornitología cubana, descubrió al gavilán caguarero, un ave rapaz, endémica de Cuba y en peligro crítico de extinción y con hábitat exclusiva en la zona de Baracoa. Daniel, al quedar fascinado con ese pájaro lo ha querido inmortalizar, y con seguridad lo consigue, en una hermosa pieza escultórica elaborada con cucharas, cubiertos y cuchillos de cenar. La originalidad del arte de Daniel es comparable con los grandes porque transmite, con singularidad y sin espejismos, la transparencia, la luz y una delicada excelencia en el acabado, cuya primera impresión es la de un objeto salido de una moderna fábrica. Sin embargo, son las manos de este joven quienes convierten en arte todo lo que toca.
La creación artística de Daniel no se plantea lindes divisorios porque es tan abarcadora como infinita en las configuraciones estéticas. Puede ir, como logra demostrarnos, advirtiendo los matices visibles de un pez, el propio gavilán o el mundo interior de una mujer atractiva convertida en escultura. Sus piezas aparecen en movimiento, levitando ante un supuesto entorno que nunca es espectral o vacío, sino yuxtapuesto a alguien o algo de significativo valor. Esta percepción se logra, nunca por casualidad, sino  porque la abundante luminiscencia y el viso proveniente de los materiales usados, que producen un reflejo mítico que va desapareciendo en la medida que se escrutan las figuras hasta verlas alcanzar personalidad propia.
Las formas geométricas, de algunas de sus piezas, posiblemente, desnuden la universalidad de Daniel al concebir su entorno más allá del lugar donde vive o ha estado alguna vez. Allí se aprecia el respeto por las formas, las líneas que nunca terminan aunque estén unidas a otros puntos, sino que continúan hacia el infinito de la imaginación. Son tan perfectas y simétricas que armonizan con cualquier espacio donde sean ubicadas a pesar de exigir, preferentemente, un sitio donde se priorice la exclusividad visual. La experimentación, la búsqueda del refinamiento sutil y la sensualidad son palmarias y, obviamente, sustrae cualquier pizca de superficialidad o facilismo. El arte puro es desnudo y catártico. Se desvela en lo imaginativo, pero deriva de la realidad y sus complejidades.       
Daniel, que solo ha visitado a Cuba dos veces y por breves días, es capaz de catar el carácter del país de su padre, su fauna, la naturaleza política con las tabulaciones ideológicas, propia de un régimen autoritario, y la pesadumbre de la gente, es el ejemplo del hijo que sostiene con orgullo la herencia de sus padres. Si otros hijos de cubanos nacidos en Estados Unidos interpretan a Cuba con cierta nostalgia, Daniel lo hace con el júbilo que siempre es sostenible en el arte. También con la inquietud de su futuro. Ese mañana incierto, distante, confuso y esperado. Él ha comenzado asumirlo, preocupado por la gente y aquellos seres vivos vulnerables y en peligro de desaparecer como su gavilán.
El arte de Daniel Vidaillet merece difusión entre los cubanos de todas las orillas. También, en otros espacios de cualquier país del mundo. Hay genios potenciales, y Dany lo es, sin exposiciones todavía, ni critica especializadas alabando su obra y menos, con catálogos de cabecera para las élites o la farándula del mundo artístico. Daniel, tiene como mérito la paciencia. Es perseverante, con ideas estéticas ilimitadas y una juventud que nos anuncia un recorrido extenso para crear y, con ello, conmover a todos los que admiramos su obra.
Viste el sitio de Daniel Vidaillet: https://www.vidailletsculptures.com/gallery


No comments:

Post a Comment