Raúl Castro, como ante lo fue su hermano
Fidel, es un nefelibata que ha logrado inculcar a su hija Mariela el credo
inmortal de la revolución. La infanta, poseída por sus genes y el poder, asegura
que el pueblo cubano “no quiere virar hacia el capitalismo” porque, según sus
palabras, “seguimos inventando el socialismo”. Nadie puede demostrar, históricamente,
que el socialismo proporcione un nivel de vida superior al capitalismo. Sin embargo,
desde la celaje onírico y revolucionario, donde Mariela inverna, no es posible
concebir otra cosa si su estilo de vida supera a cualquier millonario de Malibú.
De ahí deriva su parte de razón porque ese es el socialismo que conoce y desea
mantener. Mariela no se apercibe de la realidad y tampoco puede. Sus privilegios,
como usufructuaria rica, abogan por el sistema actual mientras ella (y los
suyos) se mantienen protegidos dentro de una burbuja del gran capital que
llaman socialismo.
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