Thursday, March 31, 2016

Hablando de colores y racismo en Cuba

Un periodista cubano, que por cierto es de origen africano, recientemente publicaba en el diario Tribuna de La Habana un artículo cuyo título fue: Negro ¿tú eres sueco? Las connotaciones racistas por lo publicado originaron una oleada de reacciones y críticas en las redes sociales.

Visto así parece tener importancia. Sin embargo, si lo publicado es para hacer referencias negativas y lanzar dardos al presidente norteamericano Barack Obama las cosas cobran dimensiones mayores.

La primera razón es que en Estados Unidos (cosa que yo no entiendo y bien oscuro que soy) la palabra negro, para referirse a una persona con tegumentos oscuros, es evitada en cualquier espacio de discusión porque resulta incómoda y puede ser humillante.

Para sustituir el apelativo (por conveniencia o no buscarse problemas) se usa un término explicativo carente de cualquier vestigio discriminatorio: afroamericano. Con ello todo cambia, no solo por la percepción supuestamente correcta que se hace de un hombre oscuro a partir de ahí, sino porque el fenómeno ligado al pasado segregacionista y de abusos abominables, que siempre sale a la luz como por arte de magia, se atempera.

Dejar de pronunciar la palabra negro, para referirse a una persona con orígenes en África, facilita la reivindicación del pueblo afroamericano, aseguran algunos. Otros creen oportuno omitir su uso para evitar que las ascuas encendidas bajo las cenizas de la historia resurjan en una confrontación de consecuencias incalculables.

En Cuba existen diferencias porque, negros, blancos y mulatos, en una proporción importante, asumen la cubanía como una entidad superior al origen racial. Aunque  los beneficios y oportunidades gravitan, siempre ha sido así para Lidia Cabrera y Fernando Ortiz, a favor de los descendientes europeos. 

Contrario a ese denominador en la sociedad americana, influida por la clasificación biológica proveniente de la época victoriana, se encasilla todo a partir de unas series de ítems cuya lectura es asunto, en gran medida, de académicos y el origen racial adquiere supremacía sobre la identidad nacional.

Todo esto parece ignorarlo Elías Argudín, periodista que escribe el artículo. Este profesional del oficialismo, para referirse al presidente americano, usa una palabra desdeñosa e impensable en el discurso periodístico y en el mundo de la política de los Estados Unidos.

En Cuba, donde el racismo es evidente, la discusión de estos temas ocupa solamente a los disidentes en sus limitados espacios de reflexiones cívicas. En las esferas oficiales reniegan cualquier debate porque, supuestamente, la revolución superó las diferencias raciales o cualquier otra forma de discriminación.

Es de pensar entonces, con toda razón, que en el ambiente de poder se refieran a los cubanos de origen africanos en términos peyorativos y humillantes como lo hizo Tribuna de La Habana. Nadie en Cuba escribe en los periódicos oficiales sin antes pasar por el filtro ideológico del partido. La prensa cubana es un calco del pensamiento de sus gestores autoritarios.

El artículo tiene muchas lecturas. Yo solo encuentro una importante. El régimen, utilizando a un profesional afrodescendiente (me contagian los institucionalismos en las formas) intenta negar el impacto de la visita de Obama entre los cubanos de piel oscura.

Eso se debe a que la revolución y sus líderes creen, de eso no tengo la menor duda, que los negros en la isla deben su existencia a Fidel Castro y que fuera del régimen no es posible forma alguna de dignidad. El castrismo, por sus profundas raíces discriminatorias, no acepta que un negro, que no es sueco sino americano, pueda romperle el ruedo de sumisión hacia el estado a esta parte del pueblo. Su intención es bloquear cualquier referente moral que invite a la liberación o a decir, si eso fuera posible, nosotros podemos construir una vida diferente a la que nos ofrecen los que gobiernan este país.

Es el miedo al negro del que hablaba el poeta Gastón Baquero, el temor a que se ilustren y decidan sus vidas en la oportunidad democrática. Para aterrarlos se inventan a un calesero (con respeto a esa profesión) que habla en nombre de los racistas en el poder. El Síndrome de Estocolmo bien se aplica para Elías Argudín porque en su arrebato de adulación defiende al carcelero y ataca a quien pudiera retirarle las cadenas.   



2 comments:

  1. En la época que yo crecí y me eduqué en Cuba desde mi infancia hasta mi salida con 26 años en 1960, compartí y conviví con muchos amigos de la raza negra de lo cual me siento orgulloso, ellos nunca se sintieron discriminados en nuestra compañía, puede ser que ahora no sea políticamente correcto usar esa palabra pero en aquellos tiempos no tenía la misma connotación. Estoy de acuerdo que un escrito así es totalmente discriminatorio y como bien dices tiene que haber pasado por el filtro ideológico del partido antes de su publicación. Muy acertado tu artículo. Como tu siempre dices: Ànimo

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  2. Gracias querido Sato. Tengo en usted un acertado lector...

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