El senador por el
estado de Texas, Ted Cruz, estuvo de paso por Mississippi. Su estancia relámpago
fue tan breve que apenas tuvo tiempo para interactuar con miles de seguidores acá.
Su mitin político, celebrado en el Condado Rankin, atrajo a personas de todo el
estado. Yo estuve allí.
Los miembros del
servicio secreto ordenaron cambiar la plataforma desde donde pronunciaría su
discurso. Eso obligó a erigir una improvisada tribuna que, por suerte para mí,
quedaba a menos de cinco metros de donde
me encontraba.
Al final, cuando la
gente se arropa al precandidato para saludarle y acoger sus firmas, seguí a la
multitud hasta colocarme al lado del senador. – Sir, I am from Cuba-. Le dije
en Inglés. El señor Cruz, sin poder evitar la sorpresa, me preguntó en perfecto
español: ¿De qué parte? El breve intercambio demostraba cuán arraigado está el
sentimiento cubano en Norteamérica y como, por saber de dónde venimos, tenemos claro,
como exiliados, hacia dónde queremos ir.
Después, cuando se disponía
abandonar el lugar, volvimos a encontrarnos y accedió a fotografiarse conmigo.
Se interesó por la cantidad de cubanos en Mississippi y envió expresiones de
afectos para mi familia en Cuba.
En esta cruzada
republicana por ganar la nominación del partido dos cubanos han pasado a formar
parte de la historia americana. Los senadores Marco Rubio y Ted Cruz, dos
genuinos representantes de un exilio que ha sabido hacer su mayor inversión en
este país educando a sus hijos, simbolizan los valores heredados de sus padres.
El senador de
origen cubano Ted Cruz, ese ha convertido en única la alternativa ante un
imparable Donald Trump. Y aunque no lo supere al final, será un ganador ante la
historia y esos puntos valen para siempre.
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