Sunday, January 10, 2010

La libertad en Cuba. Transmutación de un Concepto

“Nos hace falta libertad intelectual para
afrontar nuestro fracaso”
Federico Jiménez Losantos

La guerra por la independencia de Cuba contra el sistema colonial esclavista
español sostuvo un slogan significativo por parte de las fuerzas pro
emancipación: Viva Cuba Libre. Aquella expresión se emitía cuando la libertad era solo un atributo exclusivo para todos los colonialistas españoles y para los criollos. La sociedad, sometida al orden monárquico por voluntad de España, se sostenía por la rigidez de la esclavitud. Sin embargo, la pretensión de ser libre a Cuba dio lugar a creer en la libertad como un hecho consumado cuando en realidad se luchaba por ella.

Pudieran estar aquí los orígenes de un serio problema de la sociedad cubana actual donde la libertad es el signo que menos se visualiza y se acentúa en el comportamiento de los ciudadanos, a pesar que la mayoría expresa y se atribuye la idea de ser libre, gracias a la revolución. La realidad es que, una sociedad totalitaria está contaminada por la cultura del miedo, la persecución por motivos de ideas y/opinión política y la censura a todas las diferencias del cuadro referencial que es el ideario del máximo líder. Las expresiones de libertad revelada por esa mayoría no es una muestra valida del respeto a sus derechos, cuando no pueden opinar, reunirse libremente, viajar dentro y fuera del país sin autorización del Estado, informarse por su cuenta y decidir el rumbo de sus vidas. El efecto de estas limitaciones a la libertad ha provocado un daño antropológico en los cubanos de incalculable profundidad, cuya reparación tardará un tiempo prudencial en corregirse, una vez que el país se oriente hacia una sociedad abierta a todas las oportunidades de la democracia.

El totalitarismo en Cuba acaba de arribar a medio siglo de existencia con un sistema particular. En este modelo, el concepto de libertad ha sido transmutado por el gobierno de una manera especial. El estado socialista se imputa la responsabilidad sobre cada ciudadano y la de su comportamiento afín a los designios del régimen. Esta relación del poder con los subordinados se considera la expresión de mayor autonomía individual en la historia del país.

Si bien el concepto de libertad (a pesar de las diferentes interpretaciones que ha tenido a lo largo de la historia por diferentes escuelas filosóficas) acepta la facultad de todos los seres humanos de decidir sus propias acciones según sus procesos volitivos e inteligencia, en Cuba, se interpreta como un atributo exclusivo del proceso político, que es dado a los cubanos si estos pactan un compromiso moral con los principios dogmáticos del sistema.

El examen de la libertad enfrenta serias contradicciones en todas las sociedades por la necesidad de establecer procedimientos que regulen la vida de los ciudadanos. El diseño de códigos, normas y criterios tutelan el comportamiento en cualquier país del mundo y son imprescindibles para la existencia dinámica de una sociedad. La particularidad de Cuba es que las normas se establecen a partir del punto de vista ideológico y político de una nomenclatura unipartidista que no admite cuestionamiento ni ofrece parte del espacio público a otras variantes de pensamiento.


Libertad desde arriba

La mejor manera de medir la eficiencia de un sistema político es cuando estos asumen el compromiso de respetar los derechos del individuo y las diferentes opiniones entre los miembros de una sociedad. La independencia para asumir las ideas en las que se creen y el consentimiento para realizar aquellas acciones convenientes son el signo visible del respeto al derecho del otro.

En Cuba ocurre lo contrario: una casta de elegidos logra sostener una estructura de poder que se instituye mediante el ejercicio de una atracción represiva que tabula al individuo para coartar su independencia y limitar su libertad. El proceso indica donde tienen ubicación cada uno de los ciudadanos y como deben expresarse las relaciones entre ellos.

De esa forma se ha consumado una reinvención de la libertad, no solo como concepto, sino como acción, porque va a existir cuando se ofrece al pueblo desde la cúspide del poder y de la manera que es interpretada por la autoridad totalitaria. Eso indica, que se imprime un catalogo con los deberes básicos del individuos ante al orden político sin aparecer por ningún lado la presencia del respeto a los derechos, donde la fidelidad incondicional a los gestores de su “libertad” debe ser premisa para gozar de los restantes atributos.

La “libertad” se otorga a cada persona cuando su cercanía con el dogma político lo hace merecer esa condición y se margina a todos los que, por razones de sus ideas y/o opinión política, discrepan. Pero no es una verdadera libertad por el simple hecho de estar condicionada por quienes asumen el papel de tutores.

Explíquemelo con un pequeño ejemplo: un padre tiene bajo su autoridad a tres hijos y una esposa. La armonía de ese grupo social esta determinada por el conjunto de las ideas e interpretaciones del mundo de quien se impone como el eje central de este núcleo. Si algunas de sus exigencias son rechazadas el castigo es la respuesta adecuada para mantener el mandato. Las normas de convivencias estrictas limitan las relaciones con los vecinos, las opiniones de los hijos y condicionan el pensamiento al ideario impuesto por el padre. Cuando uno de los chicos opta por actuar independientemente, separado de los principios educativos de la familia, es expulsado del hogar, desacreditado con epítetos degradantes, castigado físicamente y expuesto de manera obligatoria al desprecio de los demás integrantes de la familia.

La subversión de en los conceptos

La sociedad cubana es vertical y desde la máxima altura se impone una voluntad que jamás puede ser cuestionada y llega a determinar variaciones en el contenido de las palabras. Por eso se explica que aquellos conceptos asociados a la libertad son considerados subversivos y amenazantes al sistema. Tal es el caso de las expresiones ciudadanos, independiente, y derechos humanos.

Ciudadanos es un concepto desdeñoso que las fuerzas policiales del régimen usan para identificar al delincuente, desconociendo que todos somos ciudadanos en cualquier sociedad. La bifurcación conceptual estriba en que el cubano debe ser compañero o camarada (vocablos apropiados para la identificación ideológica con los sistemas totalitarios o de la izquierda más radical)

Independientes, es el termino más utilizado dentro de los grupos de oposición pacifica que existen en la isla quienes definen el carácter de su lucha como acciones cívicas estratégicas No-violentas. Sin embargo, la interpretación que los sectores incondicionales al régimen y las propias fuerzas políticas del estado le dan, es asociarlas con la subversión o el intento de destruir al sistema en cuestión.

Derechos Humanos, es totalmente limitado su verdadero contenido porque este concepto universal se explica de la manera más conveniente a los intereses del sistema. Son derechos humanos aquellos que derivan de la interpretación política que se hace del pensamiento o del ideario de Fidel Castro donde mantener el apego a la revolución y obedecer su voluntad indica la posesión de todos los derechos. Aquellos actores informales que tratan de monitorear los actos violatorios a los derechos básicos del cubano son sometidos a fuertes críticas y pueden ser víctimas de acciones represivas ilimitadas.


“Libertad Colectiva” versus Libertad individual

Las sociedades totalitarias erigen sus estructuras cimentando un discurso esencialmente ideológico, pragmático y benefactor para organizar a la sociedad a partir del interés del colectivo. En ningún sistema anterior la palabra colectivo había tenido tanto significado como se expone en un régimen de control total similar al establecido en Cuba. El uso del término funciona muy bien, y de manera oportuna, porque absorbe simpatía, si partimos que las colectividades en cualquier país del mundo, incluso aquello más desarrollados y prósperos, es vulnerable a ser la que menos riqueza posee y la que enfrenta las peores condiciones de vida. Esta realidad opera muy bien en los argumentos mesiánicos de los líderes totalitarios, quienes promueven la igualdad entre las personas de la sociedad en detrimento del individuo como entidad íntegra.

Los totalitarios cubanos relegan al individuo a un lugar execrable porque no les conviene asumir el valor de la creación particular en un país donde solo es permitido al Estado el protagonismo absoluto de las diligencias en la sociedad. Olvidan, que las verdaderas democracias son aquellas donde el respeto a las minorías es esencial para identificar la pureza de un sistema libre y esa obediencia se funda en la voluntad de inclusión del poder de la mayoría y en las normas legales instituidas para evitar exclusiones oportunistas y discriminatorias del derecho a la igualdad. En los países democráticos, para que nadie pueda violentar a los miembros de un grupo determinado, con una proporción menor del total de componentes de la población, se aportan acciones positivas de políticas públicas que abordan la integración en la oportunidad de todos los ciudadanos, sin importar su origen racial, étnico, cultural, de género u orientación sexual y religioso. El menor grupo en cualquier sociedad democrática es el individuo y es por él que se establece la lucha por los derechos individuales.

En Cuba, los derechos de un individuo pueden ser violentados por los órganos oficiales del régimen o por las turbas sediciosas que actúan amparadas en su condición de colectivo en defensa del proceso. Más de una vez las propias autoridades rechazan las demandas de personas que han sido atacadas por estos grupos radicales. Cuando el pueblo actúa violentamente contra un disidente o persona inconforme con el proceso, las autoridades justifican los hechos alegando que la voluntad de la población no puede ser discutida y menos juzgada por las leyes revolucionarias.

José Martí, predijo las amenazas, que en nombre del colectivo, podían producirse en el sistema de control total de la sociedad y también formuló importantes críticas sobre la servidumbre a las que llegarían esas colectividades agrupadas en la efervescencia de una revolución. Apuntaba el héroe nacional de Cuba que en el socialismo “se iría debilitando la acción individual, y gravando la condición de los tenedores de alguna riqueza” (1) y anuncio además para destacar el papel rector del Estado en la vida de los ciudadanos “El hombre que quiere ahora que el Estado cuide de él para no tener que cuidar él de si, tendría que trabajar entonces en la medida, por el tiempo y en la labor que pluguiese al Estado asignarle, puesto que a este, sobre quien caerían todos los deberes”(2). Muy a pesar de las cosas, estas reprimendas martianas no son conocidas en Cuba porque las autoridades han censurados este ensayo en las obras completas del gran patriota. El conocimiento de estas ideas entre los cubanos serviría para incitar a la reflexión acerca del sistema político en la isla.

Si hasta el propio Martí, se oponía a la violación de la libertad individual y a la intervención exagerada del Estado en los asuntos de las personas, entonces el sistema totalitario cubano, no debe fundarse en las ideas del Héroe Nacional. Las autoridades totalitarias siempre han tergiversando las duras palabras del más internacional de los cubanos, frente a toda acción del Estado contra del derecho individual de cada ciudadano en la isla de conducirse en la sociedad de acuerdo a su opinión.

Realmente, existe en Cuba una movilización colectiva permanente para apoyar a la revolución y para destruir cualquier iniciativa individual. Sin embargo, eso no significa que las grandes colectividades agrupadas en torno al poder que dicen defender gocen de libertad alguna. Esa muchedumbre se ha mantenido hipnotizada por la argumentación revolucionario, pero sin derechos a otra opción que no sea la de esas imposiciones. Indica de manera tajante que ni colectiva, ni individualmente, los ciudadanos en Cuba disfrutan del mayor y más importante atributo humano: la libertad.

Con justa razón Ortega y Gasset considera una faena pavorosa a la socialización del hombre en los sistemas totalitarios porque da lugar a que desaparezca la luminiscencia individual. También “porque no se contenta con exigirme que lo mío sea para los demás, (…), sino que me obliga a que lo demás sea mío. Por ejemplo: a que yo adopte las ideas y gustos de los demás, de todos. Prohibido todo aparte, toda propiedad privada, incluso esa de tener convicciones para uso exclusivo de cada uno” (3)


Dentro de la revolución todo

Son las palabras del propio Fidel Castro las más genuinas evidencias de la violación a las libertades fundamentales a su pueblo. Hace casi medio siglo el líder rebelde convocó en al teatro de la Biblioteca Nacional de Cuba a todos los intelectuales. Allí estaban sentados, solo para escuchar, lo que más brillaba en la intelectualidad cubana. Virgilio Piñera, Lezama Lima, Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infantes, Antón Arrufat, Heberto Padilla y otros destacados autores de la isla. El gobernante inició un largo monólogo de más de seis horas y sentenció una máxima que desde ese día, hasta hoy define el carácter violatorio de su sistema político: “Con de la revolución todo, contra de la revolución nada” (4). Aquel anuncio atascó un hermoso capitulo en la creatividad artística del país. La libertad intelectual, cuya capacidad es crear, revelar, regocijarse de todas las ideas, opiniones, tendencias o corrientes ideológicas sin que nadie las limite, se tropezó de repente con el muro de la censura y las proscripciones.

Diez años después, en 1971, el propio gobernante confirma su perfil de censor. Fue en una reunión con los encargados del departamento de cultura de todas las provincias y municipios de Cuba. También asistían los directores de las editoriales cubanas. Allí, en otro monólogo no menos extenso, Castro expresa: “… en Cuba, por cuestiones de principio, hay libros que no merecen sea publicada una página, un párrafo, una palabra” (5). Aquellas palabras, que al parecer provenían de la mentalidad retorcida de Torquemadas adaptadas a las nuevas circunstancias de un país en revolución, sirvieron para limitar el derecho de los cubanos a tomar parte libremente en la vida cultural, en el derecho a opinar, investigar de forma independiente, difundir información y expresarse en los medios sin limitaciones de fronteras o barreras ideológicas.

Federico Jiménez Losantos escribe: “Entre los peligros viejos y nuevos de la libertad, acaso el que más debemos temer, por afectar a la naturaleza misma de nuestra voluntad de ser libres y de que sean libres los demás -porque esa será inevitablemente la garantía primera de que lleguemos a serlo y continuemos siéndolo-, es el de la pérdida de libertad intelectual” (6). Al precisar las causas de quienes proscriben en Cuba encontramos una depurada intencionalidad en sus actuaciones. El interés del sistema político en Cuba por demostrarles a los intelectuales cual era el carácter de la revolución indica la presunción de los líderes para imponerse sin tomar en cuenta el valor de los creadores. Podía comprenderse, que si estos, por expresar ideas fuera del marco oficial, tendrían un castigo, entonces el resto de los cubanos habría perdido la libertad de exponer una simple opinión que no coincidiera con la del gobierno.

Donde la libertad intelectual es coartada la suficiencia del pueblo declina, por consiguiente la defensa del atributo se considera una locura al quedar las inmensas mayorías de los ciudadanos atrapados en la cultura del miedo. Lo violación de este y otros derechos da lugar al surgimiento de muchos disfraces para sostenerse en una sociedad sesgada por la intolerancia. Son mecanismos defensivos y naturales para enfrentar el temor que implica una orientación en el camino hacia la libertad. A partir de ahí gravitan comportamientos simulados e hipócritas sujeto a la doblez ética y a la inoperancia que han condenado a los cubanos a una aventura, que abrazaron por la necesidad de cambios en la década del cincuenta, hasta quedar atrapado en la más larga dictadura del hemisferio occidental.


La Impunidad

Cuando las violaciones a los derechos se consuman, las sociedades modernas han establecidos sistemas jurídicos y legales para corregir, mediante penalidades, el efecto del mal. En Cuba, el menosprecio a las libertades no admiten el ejercicio de la justicia porque en la mentalidad de los gobernantes se alimenta la fantasía de asumir una postura inconciliable contra los espacios de la libre determinación de cada ciudadano. Los mecanismos restrictivos contra la atribución individual operan sin limitaciones reglamentarias por estar sustentadas en los preceptos de un ideario personal que se instituye como la máxima expresión de autoridad en el país. Si ese agente autoritario determina eliminar cualquier discusión sobre los valores de la libertad, el grado de impunidad del sistema debe soportar las más severas críticas por sus contravenciones. Sin embargo, cuando los organismos internacionales de derechos humanos asumen la condena a esas violaciones, el régimen argumenta su defensa mediante la exposición de algunas ventajas para todos los ciudadanos en el acceso a los sistemas de salud y educación.

La Resolución de la Comisión de Derechos Humanos 1999/34 aprobada el 26 de abril de 1999 en el 55a sesión de ese organismo internacional establece: “… la
Importancia de luchar contra la impunidad para prevenir violaciones de los derechos humanos y del derecho humanitario internacional e insta a los Estados a que presten la necesaria atención a la cuestión de la impunidad respecto de las violaciones de los derechos humanos y derecho humanitario internacional…” (7) Cuba es signataria de este documento al igual que de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sin embargo, viola constantemente los pactos internacionales donde se le exige a los Estados el mayor respeto a las libertades de sus ciudadanos. De la misma manera actúa impunemente contra cualquier variante ajena o contraria al orden instituido en el país.

La impunidad de los actos implacables en Cuba deja a las victimas despojadas a su propia suerte y sujeta a una permanente obstrucción de sus libertades básicas. Posiblemente, aquí radique la mayor perversidad de este lamentable proceso de acoso político a las posiciones contrarias, toda vez, que sobre ella se vuelcan todos los mecanismos creados para reducir a la dependencia a los que intentan sobrepasar los quicios del rigor oficialista. La transgresión de las legislaciones conlleva a cargar sobre la espalda del inculpado el peso de la crítica elaborada por el conjunto de la sociedad, que para evitar la represalia se convierte en una inflexible férula de obediencia capaz de asumir actos vandálicos contra sus propios compatriotas.

Esas estrategias, cuya arquitectura se aderezan en las altas esfera del poder, justifican las acciones de violencia por el imaginario inculcado a los cubanos de que la revolución es el pueblo y toda su vivacidad no puede ser cuestionada cuando actúa en defensa del ideario revolucionario. La libertad existe en Cuba única y exclusivamente para defender los cimientos de la ideología y a la casta de elegidos encumbrados en la cúspide del poder. Toda orientación en la defensa de estos dos componentes puede proceder con absoluta independencia.

La sociedad ideal, que para muchos representa Cuba, no es más que un reflejo ilusorio de un país hecho a partir de un imaginario intuitivo y audaz sostenido por un entramado estructural cuyas bases se sostienen en la mentira. Esos falsos cimientos se han generalizados en la mentalidad de los ciudadanos hasta esteriotipar esas imágenes de manera afirmativa. La libertad, por tanto, queda atrapada en esos códigos de aparente interpretación hasta ceder su verdadero carácter por las constricciones de la intolerancia.




Peligrosas imitaciones

La revolución cubana desde su llegada al poder en enero de 1959 atrapó la simpatía del mundo y particularmente la de América Latina. Las miradas de los políticos, artistas y ciudadanos de a pie se centraron en un proceso de cambio que había prometido libertad para todos los cubanos. Aquellas aspiraciones fueron de forma inmediata secuestradas por la férula de la arbitrariedad, suscitándose en el país un proceso político basado en unas ideas singulares y exportadas del este de Europa para imponerse, con sus cortinas de acero, al ejercicio de libertad.

La curiosidad por la revolución cubana no ha terminado a pesar del fracaso económico y de las constantes violaciones a los derechos humanos contra el pueblo de la isla. Al contrario, la simpatía se ha extendido y va desde los sectores marginales del mundo hasta los intelectuales de mayor renombre en las diferentes áreas de la creación, quienes aspiran, según expresiones de ellos mismos, para sus sociedades un modelo similar. He aquí, el gran peligro que avizora a la libertad. Si la colectivización logra jerarquizarse en las sociedades imperfectas de la región latinoamericana, por ejemplo, para ser corregidos a partir del modelo cubano, estaríamos asistiendo a un periodo oscuro para el futuro de la libertad en los pueblos de la zona.

La centralización del poder puede eliminar la facultad humana para administrar el pensamiento y la conducta, por consiguiente, los procesos volitivos serán sometidos a la sujeción determinista de un agente superior que se instituye con el mentor de cada individuo. Esas acciones políticas le pondrían trabas a los derechos fundamentales de los ciudadanos y el mandato de la libertad estaría a merced de las decisiones del Estado.

Si bien el concepto de la libertad es trasmutado, así también será el discurso populista de los líderes revolucionarios que tomarán, precisamente y por adición, el contenido literal de la palabra como el argumento racional válido para convencer al ciudadano y movilizarlo al sitio más cercano de sus propuestas políticas. Sin dudas, las diferencias sociales en los países en Latinoamérica, injustificable y abusiva está originando una orientación ideológica hacia un lado extremadamente peligroso. Sin embargo, pocos elementos de resistencias parecen oponerse a esas pretensiones hegemónicas de poder arbitrario.

La sociedad civil en la región, en Cuba fue destruida y transformada también en una organización inseparable del régimen arbitrario, impresiona por su adicción a esos esquemas de izquierda irracional que buscan, mediante formulaciones dogmáticas, agrupar al conjunto de países en una alianza para cercenar las libertades.

José Marti tiene el mérito de haber advertido, con la claridad que pocos han tenido, desde el lejano 1884, los peligros del socialismo para la libertad. El héroe nacional de Cuba, quien vivió catorce años en Nueva York, fue un crítico de la doctrina marxista por considerar que la vía para instaurarse como gobierno de la mayoría formulaba el método de la violencia. Además, la influencia que llegaba de Europa con los inmigrantes anarquistas de ese continente jamás repercutió en el patriota cubano quien llegó a calificar al socialismo como “La futura esclavitud.”

No es casual que acudamos a Marti en este momento crucial para las Américas, como gustaba llamarle el héroe al conjunto de nuestros países, porque son precisamente sus advertencias las que desconocen los pueblos de la región que de espalda a la verdad histórica se embriagan en los consignas y las ofertas de la intolerancia, justicia e igualdad apoyando proyectos sociales que en definitiva, tratarán de tenderle la mordaza a las libertades básicas de los ciudadanos.

La experiencia del socialismo real en Europa del Este evidenció la ineficacia de los sistemas totalitarios y el fracaso de sus pueblos en materia de oportunidades para la creación libre. Las formulas de un socialismo para el siglo XXI, eufemismo conciliado como alternativa superior de ordenamiento social humano, solo tiene de novedoso, sin que ello implique alguna originalidad, el nombre porque la esencia continua siendo la misma. Si esta iniciativa se encumbra, como parece ser los deseos de varios líderes de la región, la libertad como concepto y atributo humano será contraída.

El ejemplo de Cuba, donde la autonomía individual ha dejado de existir hace medio siglo, puede convertirse en la mejor advertencia para reorientar el rumbo político del continente hacia proyectos basados en las necesidades de los ciudadanos, en primer orden, y donde se preserve la autodeterminación de cada persona.

La libertad no es dada por ningún orden o poder, es un don atribuido a cada persona por su condición humana y es quebrantada desde el momento en que algunos gestores políticos tienden a administrarla a su antojo. Si la libertad del ciudadano depende de la otra persona su signo se pierde, en tanto su condición es cuestionable e incierta. Inconclusa y asimétrica. Sin integridad y textura. Nunca debería permitírsele a alguien hacer de la libertad una arquitectura insubstancial o invención calculada por la ideología de los demagogos de turnos, que cuando traspasan los umbrales del hombre común, comienzan a dictar los preceptos de sus épicas e ilusiones.

La exportación de un modelo de sociedad arbitraria trae consigo la repetición de los mismos adagios en la otra zona donde se quiere implementar esa forma de poder. Si el efecto de la represión consigue alterar la libre expresión del pensamiento y con ellos gobernar por la fuerza, entonces el camino de la libertad personal se reduce a la observancia de la voluntad coercitiva. Lo mayores peligros de estos malos ejemplos se pueden agrupar en estas cuatro grandes consideraciones:
- Inician un proceso de adoctrinamiento a cada ciudadano haciéndole creer que el proceso político en cuestión representa la solución a todos los problemas acumulados en la historia del país para comprometerlos a secundar las tesis de gobierno para el pueblo.

- Intervención de los medios de comunicación para ponerlo al servicio del modelo arbitrario con el propósito de facilitar inocular en los ciudadanos el mensaje dogmático de las ideas totalitarias.


- Se proponen hacer una ruptura con el pasado histórico del país para estrenar una nueva etapa política marcada por la confrontación entre las fuerzas prodemocráticas y los nuevos actores incondicionales y de mentalidad arbitraria


- Transmutación del concepto libertad y apertura de un proceso de educación ideológica donde se supeditan los derechos básicos al ideario del poder.


La Escuela

Es, precisamente, la escuela socialista el lugar donde anidan las ideas alucinadas para la transmutación del carácter de la libertad. Ayer, en los sistemas totalitarios de Europa del este y hoy en Cuba, Corea, China y Vietnam, el designio prescrito por el oficialismo, es convertir a los centros docentes en focos ideológicos capaces de preparar a los ciudadanos para que de forma automática, y sin el uso de la racionalidad, actúen en defensa de los “valores” que se atribuye el sistema totalitario. Esta postura enmascara el valor de la escuela que deja de ser el centro de formación de cultura, a partir del proceso enseñanza-aprendizaje y la asimilación del mismo, inculcación de valores y recinto de preparación académica, para convertirse en un antro de las imágenes políticas de los hombres que conducen el destino de la sociedad desde el escenario del poder.

Estos centro educativos, recuerdan a la escuela del medioevo en Europa que estuvo sometida a la influencia de la religión y la escolástica hasta llegar a ser dominadas por un dogmatismo místico dependiente de los viejos cánones de influencia medieval. La diferencia con la vieja escuela es que el mayor peso en el proceso docente educativo del socialismo no lo tiene la religiosidad, de hecho estos centros son promotores del ateismo, sino la ideología o el ideario de quien se erige como la máxima figura del sistema en cuestión.

La escuela moderna tiene como principal función ensenar a pensar. El desafío implica preparar con un alto nivel de calidad al estudiante para que pueda hacer enfrentar con desenvolvimiento el futuro como profesional. También en la formación de actitudes cívicas como la tolerancia, con capacidad para establecer el dialogo como instrumento para lo solución de conflictos. Prepararlo para que acierte con seguridad en el entorno inmediato de sus relaciones sociales, y en base a un espíritu emprendedor y humano, fortalecer la honestidad, el amor al trabajo y el respeto a las diferencias, ello implica ganar en responsabilidad para asumir obligaciones cuya resultado impacten a los ciudadanos.

El dogmatismo no debe tener presencia en una escuela comprometida en aplicar al estudiante el conocimiento. Su efectividad es cuando propicia la discusión de todas las causantes que influyen en el entorno de cada persona. Por ello no debe estar ajena en la evaluación de la democracia, de la justicia, la familia, la solidaridad y el bien común. Su alcance será más efectivo cuando actúa como un centro de organización social, capaz de conducirse con éxito en los grandes retos que hoy le imponen al mundo la tecnología, la globalización y la movilidad económica a distancia. Cuando adiestra al alumno en el trabajo de equipo que permita consolidar el método de aprendizaje a través de la creatividad del intelecto que le permitan adquirir capacidades cognitivas con un alto grado de complejidad para su beneficio y el de la sociedad.

Es vital solidificar estrategias docentes donde el estudiante sea parte activa del proceso de asimilación del conocimiento y pueda, luego, ser capaz de saber que hacer con el contenido de las asignaturas fuera de las paredes de un aula. Es una necesidad que sepa desarrollar la capacidad de autonomía desde los primeros grados escolares porque en ese período se interioriza de manera estable aquellos atributos asociados a la determinación individual.

Toda actividad realizada por la escuela debe tener vías de aplicación que permita ponderar al escolar, de forma tal que tome confianza con los contenidos que va asimilando y la autoestima se curta desde las edades más tempranas. Eso es desarrollarse en sabiduría, lo cual significa tomar las mejores referencias para enriquecer la percepción del mundo, respetando las versiones de cada opinión ajenas con humildad y saber que escuchar a otro es un cualidad de la inteligencia que permite una mejor orientación de la conducta que evita el error.

Ningunas de las anteriores premisas se cumplen en la escuela cubana. En el país la educación es universal y todos los ciudadanos tienen acceso gratuito al sistema educativo. Sin embargo, al no cumplir con los requisitos de la escuela moderna, encontramos en Cuba una enseñanza ideologizada y sin variables de cambios por estar sometida a las más rígidas exigencias de un modelo que condiciona todo a un ideario político. La inexactitud de esta escuela se debe, en gran medida, a que no tiene flexibilización alguna y no permite al maestro inculcarle al alumno el valor de la libertad y la capacidad de autogestión.

Existen cinco particularidades de la escuela cubana que revelan su rigidez ideológica:

- Su misión es formar al “hombre nuevo” (inspirado en la doctrina guevarista), cuya características fundamental sea defender incondicionalmente al sistema político.

- Son centro de reclutamiento para afiliar al estudiante, desde los primeros grados escolares, a las organizaciones políticas y de masas de la revolución.

- El contenido de las asignaturas debe ser aplicable a la realidad política del momento.

- La promoción de todos los grados escolares, sin vencer el contenido, ha agrietado la calidad educativa.

- La poca conexión con el mundo tecnológico, la Internet, las clases interactivas y el debate libre demuestran la poca creatividad de los escolares.

- A la familia, las instituciones religiosas o fraternales y a las instituciones independientes no se le permite participar en el proceso enseñanza-aprendizaje.

La educación en valores, que tanto propaga la pedagogía como una necesidad del crecimiento humano, en Cuba no tiene esa orientación por establecer sus fundamentos en la preparación ideológica-profesional. Cultivar en los estudiantes valores sólidos como la humanización, la decencia y la cultura cívica cede antes las presiones inculcadas por el sistema educativo como odiar a todos los que tengan una opinión diferente a la versión emanada del poder. Uno de las divisas del sistema educativo en Cuba es la promoción de la virtud revolucionaria del Che Guevara porque la visión romántica del guerrillero argentino y su odio desmedido a todo lo contrario es un argumento obvio para la formación del “hombre nuevo”.

Evidente, por añadidura, la libertad queda secuestrada ante la fuerza de una educación direccional y parcializada con una solo idea. Con toda cognición de causa, Ludwig von Misses sentencia que: “No vale la pena insistir en las contradicciones e inconsistencias que encierran las doctrinas que predican la intolerancia y el exterminio del disidente” (8). Aquí, radica otro de las grandes averías a la libertad, toda vez que aquellos elementos liberales que no simpatizan con el modelo, pero poseen una visión amplia acerca del atributo de autonomía personal son desplazados del espacio de la oportunidad para educar en valores. El régimen los rechazas porque otras variantes ideológicas no pueden compartir el espacio público, ni ser actor de cambio y menos enarbolar los beneficios que trae consigo para una sociedad el respeto a las libertades de los ciudadanos.
Peligros Reales

Los sistemas democráticos no son perfectos pero conciben respetar mayor cantidad de derechos (si fuera posible cuantificarlos) que los sistemas totalitarios. En la democracia el debate abierto es una responsabilidad que comparten las organizaciones de sociedad civil y los gobiernos y cada vez más, tienden a compartir el liderazgo en la solución de los grandes problemas que se acumulan en la dinámica social. Sin embargo, aunque la libertad está en el centro de esas discusiones, existen actualmente tendencias abarcadoras y moralmente erradas que tratan de limitar los derechos de los ciudadanos con la aplicación de algunas regulaciones que invaden su privacidad. Justificándose esos quebrantamientos con argumentos de protección a la seguridad de un país ante el azote cruel del terrorismo. Las amenazas contra la libertad también aparecen en estos lados, donde la violación a los derechos contra algunas minorías étnicas e inmigrantes, recuerdan aquellos oscuros momentos en la lucha por los derechos civiles.

Aquellas sociedades modernas como Suecia, Canadá, Islandia y otras que han basado sus proyectos en el estado de bienestar, comprenden que más libertad individual proporcionalmente existirá un rendimiento mayor para beneficio de todos los ciudadanos. Todo indica que al trabajo por la libertad no se le puede poner término porque en todas las orillas de este mundo pueden aparecer censores de sus atributos.

Las sociedades libres, en el caso de Cuba, deberían asumir mayor responsabilidad con lo que ocurren en la isla en materia de violación a los derechos humanos. El silencio extendido a lo largo de las fronteras del mundo, obviamente, ilustra el nivel de complicidad de algunos sistemas democráticos con un régimen que actúa de manera cómoda restringiendo las libertades sin recibir cuestionamiento alguno. Esta lasitud, ha provocado que algunos actores, de la emergente sociedad civil independiente dentro de Cuba, cuestionen la credibilidad de las instituciones internacionales y el nivel de responsabilidad de algunos gobiernos democráticos en nuestro entorno geográfico regional y en otras áreas del mundo.


Algunas precisiones necesarias. A Manera de Conclusiones.

- La libertad, tal como se concibe hoy en cualquiera de las imperfectas democracias latinoamericanas, no existe en Cuba, y al parecer por la continuidad del régimen totalitario bajo otra dirección, pero con las mismas tonalidades represivas, está sometida a un periodo indefinido de espera.

- Las pequeñas aperturas proclamadas por Raúl Castro, luego de suceder a su hermano en la conducción política del país, no garantiza el respeto a las libertades fundamentales del pueblo cubano. El sistema se corrige diariamente para acertar la prolongación del sistema político basado en el uní partidismo, el control estatal sobre los medios masivos de comunicación y la centralización de la economía.

- Los cambios estructurales, que fueron las primeras promesas del gobernante Raúl Castro, abrieron en los cubanos la esperanza de alcanzar espacio de mayor libertad. Sin embargo, esos anuncios se circunscribieron a eliminar algunas restricciones que dan acceso hoteles, teléfonos celulares, compra de computadoras y equipos electrodomésticos antes censurados en el país.


- La creencia extendida en el mundo y particularmente en Latinoamérica de que los cubanos aceptan el sistema político es una falsa interpretación de cómo reacciona un pueblo sometido a la cultura del miedo y a la imprecisión de la verdad. Es dudoso estar sometido a la supremacía de la barbarie y aceptarla de manera displicente.


- La libertad en Cuba no tiene un sentido claro y hace medio siglo esta enrarecido para asegura la confusión social.


- Los actores de cambio que bien pueden actuar en el sentido correcto, tal como merece el atributo de la libertad, son vilipendiados como escorias al servicios de los interés de naciones extranjeras y las masas embriagadas en el discurso revolucionarios se convierten, por arte de magia, en catervas de fanáticos capaces de forzar la violencia y la agresión física.


- La permanente actitud de la solidaridad internacional hacia el régimen cubano favorece la prolongación de un sistema violatoria de las libertades fundamentales del pueblo. La desaprobación a reconocer la realidad del estado de los derechos humanos en la isla revela el grado de complicidad con el único, más largo y oscuro sistema de corte estalinista que ha existido en el hemisferio occidental.


- La solución a la falta la libertad en Cuba puede crear un precedente favorable para los pueblos de America Latina y otras regiones del mundo que intentan corregir las imperfecciones de sus sociedades democráticas imitando al modelo cubano, toda vez que ignoran la naturaleza violatoria de todas las libertades por parte del régimen totalitario. Si los procesos de cambio que se suceden en la región se orientan al lado de la extrema izquierda irracional y esta toma como referencia algunos logros sociales accesibles al pueblo cubano, detrás, de esas intenciones, se esconderá una sólida cortina de acero para restringir las libertades fundamentales de de los pueblos de esas naciones.


- Someter a un pueblo durante más de medio siglo a la violación de sus derechos es un indicador irrebatible del estado a que se encuentra sometida la libertad de los ciudadanos.

- Los derechos colectivos dado a los revolucionarios, “dentro de la revolución”, es una extensión del marcado personalismo discriminatorio de una élite gobernante incapaz de sopesar el error de una larga permanencia en lado equivocado de la historia. La libertad mutada de los cubanos, se ha convertido, apresuradamente, en el complemento dinámico y aglutinador de un colectivo de insurrectos adoctrinados para descargar su odio contra las variantes que encauzan la lucha por el respeto a las libertades básicas del pueblo cubano.


Mississippi, febrero, 2009


Referencias Bibliográficas

1.- La Futura Esclavitud, José Martí, Obras Completas. Tomo 15. Pág.

2.- Ídem

3.- De la Política. Ortega y Gasset. Libro Libre. San José. Costa Rica. 1987. Pág. 169

4.- Vidas para Leerlas. Guillermo Cabrera infante. Alfaguara. Grupo Santillana de Ediciones S.A. Madrid. 1998. Pág. 35

5.- Alcibíades Hidalgo. Comentarios de sus experiencias en el gobierno de Cuba. Washington DC. 2003

6.- Libertad Intelectual. Federico Jiménez Lozanitos. La Ilustración Liberal. Revista española y americana. No. 1 Feb-Mar. 1999

7.- Resolución de la Comisión de Derechos Humanos 1999/34. Ginebra. 26 de abril de 1999. (Tomado de Internet)

8.- El Factor Humano. Luwing von Mises. 7ma edición. Unión Editorial, S.A. Madrid. 2004. Pág. 1039

No comments:

Post a Comment