Cuba sigue perdida en el azul infinito de sus aguas y estamos acostumbrados a verla hundirse cada vez más en el lodo de la desgracia. En este momento, las expectativas de algo nuevo para la isla pasa por los eventos en Venezuela, como antes pasaría por la Unión Soviética y sus satélites europeos. Sobre ese impreciso diagnóstico descansamos esperando que otros hagan las tareas. Lo peor de todo es que la dictadura sabe, porque le sobran los medios para saberlo, que sus horas de existencia ha superado el tiempo calculado por sus fundadores y se sienten cómodo y sin amenazas a su poder para ir más lejos. Y en este nuevo paso, aprendido por obligación pragmática y por la exactitud biológica, presentan al relevo en la figura de Miguel Díaz-Canel.
No es de la vieja guardia -dicen muchos- y alojan la esperanza que no sea el buen interprete del guion original y revolucionario de Fidel y Raúl Castro. Sin embargo, su posible elección para dirigir el proceso político cubano indica tres cosas. Una, su lealtad ha sido puesta a prueba y eso lo demuestra la ortodoxia castrista sostenida en el contenido de sus discursos. Segundo, el grado de incondicionalidad al ideario político de los fundadores de la revolución lo convierten en el rostro preferido de la continuidad, por lo cual se infiere que asumirá los mismos métodos de rigor en el ejercicio del poder de sus antecesores. Por último, el afán personal (que no puede estar al margen del análisis) de hacer historia a partir del historial de quienes le dieron ese lugar, lo hacen extremadamente sensible a sostener los dogmas de siempre.
Mientras evaluamos todos los escenarios posibles, el olvido, la indiferencia y el “no estar en nada” agravia la dignidad de la mayoría de los cubanos cuando, al parecer y por la forma de comportarse, le da lo mismo la “chicha a la limonada”. Y es el peligro. La amenaza real está ahí, en esa abulia social cortejada por el miedo y porque, aun a estas alturas, la alternativa urgente para hacer un nuevo país no se sostiene en una base amplia de participación ciudadana. Todo esto, tiende a prolongar en el tiempo a la dictadura cubana con nuevos rostros y una misma esencia.
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