Thursday, September 27, 2012

Descalificadores



Rafael Rojas, el mejor referente de la ensayística cubana actual, en su corto ensayo Breve historia cubana de la infamia asegura con justa razón: que la descalificación y el escarnio son más frecuentes entre nosotros que en los demás países de la región”. Al parecer, este proceder, inoculado en la conciencia popular de manera sostenible, se ha estandarizado tanto que define, sin ninguna duda, parte del carácter de la nación cubana y su pueblo.

Ahora mismo circulan por diferentes medios de prensas, dedicados a los asuntos cubanos en el mundo, y navegan por Internet reacciones ofensivas y burlescas contra algunos de los rostros opositores mejores estructurados en su activismo cívico dentro de Cuba y en el exilio. Las descalificaciones y los ataques personales cobran mayor fuerza en la medida que el sujeto, al cual se les hacen las críticas, gana en notoriedad y prestigio. Es una manía consagrada en la cultura política y general del cubano llevar al fondo de un cubo el cangrejo que intenta rebasar el borde superior del mismo.

Lo lamentable es la ignorancia extendida de quienes se prestan al juego de la reprobación porque de alguna manera están favoreciendo al agente coercitivo que es el régimen cubano. Pero, a decir verdad, no son tan ignorantes cuando, sorprendentemente, encuentras en esas ”batallitas” a intelectuales, hombres de negocios, politólogos, agentes sociales, escritores y hasta alguno que otros catedráticos, de esos que tanto a dado Cuba, y que posiblemente impartan clases de moral y ética en cualquiera de las grandes universidades europeas y norteamericanas.

A esta altura del juego, cuando la revolución perdió su argumentación ideológica y el liderazgo retorcido de Fidel Castro, se ha hecho una costumbre, dentro de los actores por la democracia en las dos orillas, atacar a otros activistas por la sencilla razón de que los puntos de vista sobre la cuestión nacional no es coincidente. Incluso, la torpeza llega a niveles tan alto, que algunos han tirado en un rincón su activismo político, desistiendo de enfrentarse al régimen, para consagrarse abiertamente al ataque contra aquellos animadores de los cambios en Cuba.

Las argumentaciones siempre son las mismas y parten de un diseño antiguo, fabricado en los laboratorios del departamento ideológico del partido comunista cubano y de la seguridad del estado, que inducen las sospechas y el colaboracionismo con el régimen en aquellos disidentes que mayor perfil alcanzan dentro de la isla. Pocos, por no decir ninguno, de los más brillantes promotores por los cambios en Cuba han quedado fuera de esas descalificaciones. El recientemente desaparecido Osvaldo Paya Sardiñas, vivió sometido a un régimen de críticas mordaz y espeluznante que intentaban ensombrecer su indiscutible liderazgo político.  

En este lado, donde los cubanos gozan de independencia total y ejercen el derecho de la libre expresión, el desprestigio contra los que están dentro y (también fuera) es mayor. Acá se aprovechan los medios de comunicación de la democracia para demonizar a un adversario que bien pudiera militar en las mismas filas del anticastrismo, sino no fuera porque las diferencias personales se imponen al sentido común y a la mejor estrategia para cambiar el rumbo que lleva el país durante más de medio siglo.

No se trata de guardar silencio contra las aptitudes negativas de un opositor. Lo correcto sería, si de manera reservada se discuten los problemas para ayudar a quien comete el error y mantenerlo en activo en la causa que todos dicen defender. “Los asuntos de familia se discuten en casa”, reza en el refrán popular, pero los que se dedican a estos ataques olvidan que el silencio es una respuesta inteligente y que el que más habla mayor probabilidad de cometer errores tiene.

Juan Gualberto Gómez lamentaba en el año 1884, cuando la fragilidad del oficialismo español era evidente, las pugnas internas entre las fuerzas anticoloniales, llegando algunas figuras influyentes de la época a desacreditar a otros compatriotas que participaban en la contienda por la libertad de Cuba.

Parece que es un mal aprendido y una retorcida herencia histórica. Mientras perduren estas discordias, entre cubanos de bien que tanto aman al país, los verdaderos adversarios gozarán el placer de gobernar a su antojo para enlutar las virtudes del pueblo cubano.

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