Thursday, September 13, 2012

Huelga de hambre

Fue Gandhi quien estableció a la huelga de hambre como un  método de lucha contra las arbitrariedades del imperio colonial inglés en la India. Su programa cívico predicaba la no violencia y concebía al pacifismo como un instrumento viable para lograr la independencia de su país sin el derramamiento de una gota de sangre.
Otros actores de cambio en diferentes partes del mundo han acudido a la huelga de hambre para conseguir llamar la atención de un problema determinado o para obtener resultados concretos. Es decir, su efecto es incalculable si se emplea de manera estratégica e inteligente y, sobre todas las cosas, tomando  en cuenta varios factores del entorno social, económico, político e internacional donde los huelguistas pueden favorecerse el éxito de ese método.
En los últimos años la oposición política cubana ha acudido a la huelga de hambre como método pacifico de oposición al totalitarismo intransigente de los hermanos Castro y el desenlace ha sido fatal. La muerte por inanición de Orlando Zapata Tamayo, demostró al mundo y a los propios activistas Pro democracia en Cuba, que el régimen no es capaz de ceder por presiones de ese tipo.
Otros disientes, como Guillermo Fariñas, insistieron en la aplicación del método y, sorpresivamente, funcionó. La clave del éxito para este caso se debió a que éste intelectual y profesional de la psicología supo utilizar varios factores coyunturales y sensibles de presión contra la dictadura. En primer lugar, pudo movilizar la conciencia mundial sobre su caso dada su resuelta disposición de morir por inanición si el régimen cubano no liberaba a los prisioneros de la primavera negra cubana. Segundo, la exigencia fue concreta, centrada en algo posible de alcanzar, dado que las autoridades tenían sobre su peso la presión del mundo por tantos encarcelamientos injustos y no soportarían dejar morir a otro opositor después del desastre que significo para la legitimidad de la dictadura el fallecimiento de Zapata Tamayo.
La última huelga que se protagoniza en Cuba en este momento, parece seguir el método Fariñas. La solicitud de liberar al prisionero Jorge Vásquez Chaviano, un disidente encarcelado por seis meses a causa de un delito común y la demanda colectiva para que el gobierno repare la vivienda de Misael Valdés, en el poblado oriental de Palma Soriano, pueden ser posibles de lograr si la presión unánime de los huelguista se mantiene indeterminada y la probabilidad de muerte sea inminente. Sin embargo, las exigencias parecen ser poco probable de ser cumplidas por el oficialismo en la isla cuando se le tienden cercos por varios frentes de acciones cívicas.
A decir verdad, en Cuba hacen falta hombres sanos, con lucidez y entusiasmo para movilizar al pueblo por las avenidas de la libertad. Las personas que acuden a la huelga de hambre merecen todo el respeto de sus compatriotas y ni una sola crítica debería otorgarse contra ellos porque tienen el valor de dar sus vidas por los demás y por un imaginario que consideran justo. Sin embargo, por la naturaleza inhumana del castrismo, debería reconsiderarse cuales pueden ser otras alternativas de lucha que no lacere el estado físico de los actores de cambio en el país.
La historia del oficialismo no ha tomado jamás en cuenta la más simple demanda de un opositor que decide hacer una huelga de hambre. Pedro Luis Boittel, fue el primero de una larga lista de hombres que han muerto sin la más minima compasión de Fidel y Raúl Castro.
En Cuba, se pueden asumir, estratégicamente, una amplia variedad de acciones inteligentes y no violentas que preservan la vida de aquellos que tienen el derecho a disfrutar de un escenario libre por el que han luchado. La patria se funda con héroes, nunca con los mártires.






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