En la sociedad cubana actual se escuchan voces nuevas dentro de la oposición política. Provienen de todas partes del país, forman parte de todo el tejido social, de variados géneros, origen racial, ocupacional y de diferentes niveles de ilustración. Es sin dudas una buena noticia.
En el ideario revolucionario más radical, existe la creencia de que las revoluciones o los grandes cambios sociales son producidos por personas iluminadas y con características especiales. Ellos fundamentan cierto mesianismo para justificar la prolongación en el poder, el dominio de la voluntad individual e influir sobre el pensamiento de los ciudadanos.
Está demostrado que la grandeza de una persona proviene de la fuerza de su carácter, la convicción donde fundamenta sus ideas, el sentido ético de las misma, su impacto positivo en la sociedad, su educación y la capacidad de servir al bien común.
Ejemplos existen muchos a la largo de la historia y en todas partes del mundo. Los opositores cubanos no se diferencian a esos grandes hombres que hacen la diferencia.
Nelson Mandela, por ejemplo, pudo gobernar Sudáfrica por mucho tiempo. Gozaba de un nivel de popularidad durante su gobierno como nadie en la historia lo había alcanzado en ninguna parte. Sin embargo, al cumplir su primer período dio paso a una generación de jóvenes del Partido Nacional Africano y se convirtió en la figura histórica que jugó su rol en un momento y tuvo la inteligencia de retirarse a tiempo para prestar otro tipo servicio a su país. La Fundación Mandela encabeza la lucha contra el SIDA en África.
Nadie asocia la corrupción a su gobierno, ni violaciones a los derechos humanos contra los que antes reprimían a la mayoría negra, ni persiguió a sus represores durante el régimen del apartheid y nadie escuchó alguna palabra de odio en sus discursos. ¿Por qué este comportamiento de Mandela? Porque Nelson Mandela fue un servidor público que sustentó su liderazgo en una democracia incipiente con el ejemplo. Quiso la libertad para su pueblo, pero no el poder eterno. Tuvo la fuerza de sus convicciones, pero nunca renegó de las otras. Optó por la democracia capitalista antes que el socialismo totalitario. Llamó a sus adversarios a la reconciliación y supo perdonar.
Muy cerca de nosotros en América Latina, la izquierda racional, comprometida con los valores de la democracia, ha tenido a líderes que han actuado como servidores públicos y su liderazgo se basaron en superar los niveles de pobrezas de sus pueblos. José Ignacio Lula Da Silva, durante ocho años de gobierno, con una popularidad superior al 80 por ciento, sacó de la pobreza a más de 30 millones de brasileros. Eso es servir al bien común desde la altura del poder. Muchos disidentes, por su origen obreros, son como el ex presidente de Brasil y forman parte de la oposición. Hoy son verdaderos héroes sin nombres.
Vaclav Havel, recientemente fallecido, estaba en la antípoda ideológica de Nelson Mandela y Lula y murió el pasado año con la tranquilidad de que su país, la Republica Checa es, después de la parálisis comunista, una de las naciones más altamente desarrollada del mundo. Los opositores de Cuba pueden mirar esos ejemplos para asegurarse que ellos también pueden.
Los gobernantes cubanos deberían pensar en lo que dejarán al pueblo de la isla porque a pesar de haber gobernado más tiempo junto que todos los años que estuvieron en el poder Lula, Havel y Mandela no han trascendido como constructores. Pero nunca es tarde y estamos a tiempo todavía.
(Este comentario fue transmitido hacia Cuba por Radio Marti)
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