Los eventos de la oposición cívica Cuba y el exilio carecen de un elemento esencial para alcanzar un acuerdo común, estratégico e inteligente entre todas las partes involucradas en el conflicto cubano. Se trata del facilitador.
Este sujeto que se ha puesto de moda a nivel internacional, aunque ha existido desde hace mucho tiempo, es esencial para orientar o instruir acerca de algunas tareas relevantes en situaciones antagónicas. En el campo de la política cobra valor su participación en la resolución de tensiones entre partes enfrentadas en un país determinados, entre naciones, organizaciones políticas, gobiernos y potencias.
Ha sido tanta su importancia que en 1993 se creó la Asociación Internacional de Facilitadores, para la promoción profesional de esa carrera, tomando en cuenta que cada vez más, estos promotores del diálogo consensuado, son vitales en la solución de tensiones políticas a todos los niveles.
Su misión es ayudar a entender los objetivos comunes entre las partes enfrentadas, sin pronunciarse a favor o en contra de algunas de ellas. También, diseña un plan estratégico para alcanzar un consenso en los puntos de desacuerdo preexistentes o lo que surjan en medio de las discusiones para un acuerdo. Es decir, el facilitador crea una sinergia para que los grupos trabajen con mayor efectividad, colaboren y funcionen bajo una atmósfera de respeto mutuo. La importancia mayor radica en que “las decisiones a las cuales se arriben deben ser de calidad y todos tengan logros excepcionales”, según expone Ingrid Bens en su libro Facilitando con facilidad.
Por su parte, Sam Kaner considera que el trabajo del facilitador es:“apoyar los mejores pensamientos y prácticas en todos los participantes de un grupo. Para lograrlo, el facilitador promueve la máxima participación, el entendimiento mutuo y cultiva las responsabilidades compartidas. Incitando a todos a conseguir sus más logrados pensamientos, permite a los miembros de un grupo buscar soluciones inclusivas y a construir acuerdos sustentables."
Para facilitar hay que ganarse el respeto de los demás y cuando no se llega a un consenso, su trabajo es hacer entender a cada grupo las diferencias existentes.
El caso cubano necesita de facilitadores competentes, audaces, inteligentes y con valor para persuadir a los actores políticos del exilio y la isla acerca de la necesidad del consenso patriótico.
Hace unos meses, Eduardo Pérez Bengoechea, un exiliado sin afiliación política a ningún grupo en particular, reunió bajo un mismo techo a las principales figuras de la oposición cubana en la diáspora. El ambiente era de respeto y la tensión, que a veces se espera cuando los cubanos de diferentes ideas se reúnen, nunca afloró porque el facilitador de aquel encuentro creó una sinergia propicia para compartir en libertad las diferencias.
Escuchando a Tomas Rodríguez, líder de Agenda Cuba en Miami, encontré las mismas intenciones cuando, a través de los micrófonos de un programa radial que conduce, supo construir un ambiente de concordia en medio de tirantes diferencias.
Urge aprender de la modernidad para tener visión de futuro. Posiblemente, el mejor liderazgo de Cuba esté en mano de quienes rompan los moldes y deje atrás el protagonismo aberrante y se convierta en facilitador de nuestros desacuerdos.
(Comentario transmitido hacia Cuba por Radio Martí)
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