La cumbre de Las Américas, celebrada en Cartagena, ciudad ubicada en el caribe colombiano terminó sin acuerdos. Es la tercera reunión de jefes de estados y gobierno de la región que concluye sin una declaración final por falta de consenso entre los líderes de las naciones americanas. El tema cubano y su posible inclusión en este foro y la diputa Argentina con Reino Unido por Las Malvinas, no alcanzaron un arreglo entre Estados Unidos y Canadá con el resto de los países que abogan por la participación cubana en estas cumbres.
El presidente Obama y el primer ministro de Canadá sostienen como argumento la clausula que dio origen a estas reuniones, donde todos los países que ocupan asiento en la cumbre americana deben sustentar los valores de la democracia y ser respetuosos de los derechos humanos y en Cuba no se cumplen esos principios.
La posición cubana no se hizo esperar. El diario Granma publicó una nota oficial donde indicaba que “el presidente Obama debería percatarse de que la Cumbre de Cartagena no fue propicia para aconsejar democracia a Cuba”. Luego añadía: “De Cuba, nos ocupamos los cubanos”.
Confieso mi total acuerdo con esas declaraciones del gobierno cubano. No es Cartagena, ni en Washington, menos en Madrid o Praga donde deben discutirse los problemas de Cuba. Y la vez no debe ser el presidente colombiano Juan Manuel Santos, ni el venezolano Hugo Chávez, o el norteamericano Barack Obama y menos el boliviano Evo Morales los que se deben ocuparse de los graves problemas de la isla. Son los cubanos, los encargados de destrabar la discordia política, la intolerancia, la falta de libertades básicas, el derecho a la libre expresión, a viajar sin pedir permiso, participar en el proyecto de nación inconcluso y construir un modelo económico social sustentado sobre los pilares de la democracia.
Como cubanos son los que viven en Estocolmo, en Buenos Aires, New Jersey, Miami, San Juan, puerto Rico y en otros lugares del mundo, también tienen derecho a encontrar soluciones a los problemas de su país.
Raúl Castro, siempre lo he creído, convoca el desacuerdo, parece que pregunta, escucha y trabaja en equipo, es decir se deja asesorar. No es extraño que comience hablar de las dificultades en la isla pensando en plural. Lógicamente, él sabe que en estas orillas de la libertad, los cubanos han triunfado en el país con mayor atracción para los negocios y el emprendimiento. Es una fuerza real insertada, incluso, en el mundo de la política y de las relaciones dinámicas de la sociedad estadounidense y siempre han sido cubano con un grado de compromiso por el destino de su país de origen.
Si los cubanos todos deben resolver sus dificultades, Raúl y su equipo deben ser inclusivos y perderle el miedo al inmovilismo.
Las experiencias de Viet Nam, país destrozado por una guerra con Estados Unidos y convertido hoy en un socio comercial, puede ser considerada valida para Cuba sin que exista un monopolio único del poder político como se mantiene en la isla y el lejano país asiático. El gobierno vietnamita permitió el retorno de todos los ciudadanos dispersos por el mundo, pobres y ricos, los cuales tenían más que la mayoría de los ciudadanos de ese país. El flujo de oportunidades traídas del exterior, la inserción libre en un mercado emergente y ciertas flexibilidades políticas y económicas para los negocios, han convertido a Viet Nam en uno de los países con mayor crecimiento en el mundo. La solución a sus problemas no vino de ninguna cumbre, sino del pragmatismo inteligente de los gobernantes comunistas de aquel lugar.
Es un ejemplo de como los cubanos, sin exclusión, pueden contribuir a sacar a Cuba de la pobreza que cincuenta y tres años de intolerancia han dejado en el país. Si Raúl Castro se atreve a navegar por las aguas de los cambios estructurales que anuncio, Cuba con todos sus cubanos pueden encontrarle solución a sus problemas.
(Comentario semanal transmitido por radio hacia Cuba)
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