Jorge Luis González Tanquero, uno de los prisioneros de la primavera negra de Cuba está en Tampa. Llegó de España, donde estuvo desterrado, con una visa humanitaria y aturdido por la inesperada y grave enfermedad de su esposa, la Dama de Blanco Marlene González Conesa.
Al teléfono, Tanquero estaba muy parco. Su voz se sentía casi apagada por el desconsuelo y la emoción. Compensaba su dolor por el reencuentro con su hija Melissa y los amigos de siempre.
En La Habana, Héctor Maseda y Ángel Moya, dos de los prisioneros que desean permanecer en Cuba, fueron liberados. Las fotos de Maseda son un contraste para quienes lo conocieron. En su carácter firme y en la mirada aguda, fruto de una inteligencia superior, se observa avejentado, con la piel curtida por el rigor de una cárcel injusta y la ausencia de sol. Su voz permanece intacta y con ella la fuerza moral del líder de los liberales cubanos.
Ángel, por su parte, parece un titán erguido sobre la arena del coliseo castrista, dispuesto a seguir sembrando esperanza en su causa justa. La cárcel lo curtió como al acero y en cada palabra suya se capta el optimismo.
Las esposas de estos hombres son también protagonistas. Laura Pollán y Berta Soler capitanearon un movimiento sui generis en Cuba y tomaron las calles que Castro aseguraba eran suyas. Las dos, al lado de sus esposos, completan el cuadro perfecto de la dignidad.
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