(A la memoria de Bárbaro Castillo García, Lorenzo Copello Castillo y Jorge Luís Martínez Isaac, fusilados el 11 de abril del 2003 por órdenes de Fidel Castro)
Eran tres jóvenes negros como las noches de apagones. Habían vivido bajo vigilancia y golpizas. Hambre y prisiones. En el bullicio de una ciudad gigante que se los atragantaba como roedores nocivos, ( …) sin espacio precisos en la urbe. Eran chocantes al extranjero y peligrosos al policía. Inadaptados al CDR. Descarrilados para la UJC. Enemigos del pueblo para el partido. Bandoleros sin sueldo para los vecinos.
Ellos, no eran el reflejo del hombre nuevo y pocas veces fueron a la plaza. Preferían la algarabía de las calles y el tejado marchito de la Habana Vieja o los rincones protervos del solar y las largas colas de una cervecera. Tal vez, el hedor de los albañales perforados en la esquina del barrio o una tasa de café mezclado con leguminosa.
Pero tenían el sueño de ser libre del horror y el cautiverio. De la intriga y el miedo, la adulación y el cansancio. Deseaban renunciar al coro y bajaron los bancales en silencio complotados con el mar, el buen tiempo y una barca. Ocuparon la playa y la bahía. Tomaron el rumbo de sus muertes ansiando cruzar el golfo y alcanzar la otra orilla para secar su sed en la arena, caminar sin temerle al policía y cambiar sus vidas en el trabajo. Serían héroes de ellos mismos. Nuevos navegantes en el siglo de las computadoras. Adalides del mar y la bitácora. Aventureros del trópico y la desgracia.
En el camino soñaban con enviarles dólares a sus madres. Cartas a los amigos. Regalos a las novias. Blasfemias al tirano y a los cómplices de la barriada. Fotos en restaurantes famosos y de las playas libres del sur de la Florida o de sus autos del año (quien sabe).
Pero el infortunio le fraguó sus sueños. La nave, adoctrinada a navegar sus pocas millas consumió el combustible en la peor hora. Había que regresar y regresaron. Ya estaban dictadas sus condenas. Un 11 de abril del 2003 le descargaron ráfagas cortas de fusiles AK en sus pechos púberes cubriendo la sangre, el color ébano de sus cuerpos jóvenes.
Morían para evitar una guerra con Estados Unidos, dijo el comandante y lo ratificaba a pocas horas el canciller. Murieron por dictamen de palacio y sus muertes eran las partes del pastel que merecían, según palabras del propio gobernante quien se reunió con ellos antes de lincharlos.
La madre de Bárbaro Castillo, de apenas 21 años de edad, lloraba enloquecida por las calles de Francisco Guayabal, su pueblo natal, y gritaba con dolor “Fidel asesino” hasta perder la voz. Le cerraban las puertas las autoridades del partido de la zona y le decían “loca”. Los amigos colocaron una foto del chico y lloraron durante veinte cuatro horas mientras los jenízaros de Castro vigilaban la casa y su pobreza.
También la mamá de Lorenzo Copello, una negra obesa y cansada, mostró su desconsuelo, negándose a creer que su hijo hubiese muerto en manos de una revolución en la que había creído. Este crimen contra tres inocentes, incluyendo a su vástago, le permitió conocer la naturaleza asesina del castrismo y lo dijo mil veces arrepentida: “maldito Fidel, asesino, eres tú quien merece morir”.
¡Que horror! ¡Que crimen! ¿Dónde estaban los amigos de la vida? Esos que en las tribunas de La Habana carcomen nuestro idioma con consignas a favor del hombre y de un mundo mejor. ¡Que pena! Cierto, “se trata de tres negritos condenado por la furia del viejo tirano”. “Nuestro amigo”. “Mi amigo”. “Callemos por ahora”. “Hagamos silencio”, se dijeron Lucio Walker y García Márquez. También Benedetti y Galiano. La izquierda mundial militante y frustrada. José Saramago, el escritor ganador de un Nóbel, se conmovió en un principio con la condena y luego se retractó como una infanta temerosa al castigo seguro del régimen de La Habana.
¡Que Horror! ¡Que crimen! Y el silencio, cómplice de siempre, sepultó a tres inocentes en una fosa desconocida hasta hoy por la familia, mientras el mundo sigue igual. Si estos muertos fueran víctimas de Pinochet otra cosa sería. La prensa mundial lo destacara en sus titulares y las condenas al tirano serían en masa. Castro, este “dictador cómodo”, puede asesinar y luego es aplaudido. Hundir barcos con niños en su interior y ser absuelto del juicio de los pueblos. Derribar aviones civiles en pleno vuelo y luego ser considerado inocente.
¡Que horror! ¡Que crimen!
Sunday, April 11, 2010
Friday, April 2, 2010
Del Silencio al Grito
En Cuba se está cocinando algo raro porque el hedor que emana de algunas declaraciones pone sobre aviso una sazón insípida en la dieta revolucionaria. Primero fue Pablo Milanés, quien desde hace mucho tiempo ha dirigido sus filosas palabras contra la vieja élite y sus secuaces ineptos.
El autor de Yolanda, El breve espacio en que no estás, Mis 22 años y otras canciones antológicas no desperdicia ninguna oportunidad para llamar la atención del mundo sobre el rumbo fallido de la revolución en la que había creído.
Acto de fe es la canción donde el cantautor hace una catarsis sincera sobre aquel proceso imperfecto, pero humano para él. Creo en ti porque dándome disgustos/ o queriéndome mucho/ siempre vuelvo a ti…Creo en ti/ porque nada es más humano/ que prenderse de tu mano/ y caminar creyendo en ti. Creo en ti/ como creo en Dios/ que eres tu. Que soy yo/ revolución.
Milanés, asumiendo un compromiso con la poesía y con su entorno sombrío, dejó de ser el embajador militante de aquella aventura simulada para convertirse, por suerte para él, en un vocero extra oficial del fracaso castrista. Y fue bien lejos cuando declaró que si Guillermo Fariñas muere el régimen cubano debía ser condenado.
La salsa revolucionaria se crispa ante una realidad inadmisible para algunos artistas que han visto todas las orillas de este mundo y saben que existe una alternativa mejor para sus compatriotas. La escritora Ena Lucía Portela, ganadora del premio Juan Rulfo 1999, ha dado el paso más seguro y valiente que se pueda esperar de alguien adscripta a las instituciones oficiales de la isla, como es la UNEAC. Su decisión de firmar una carta de condena al régimen cubano por la muerte de Orlando Zapata Tamayo, le asegura un lugar en la historia que hoy se escribe en la isla.
Ella lavó sus manchas, si es que las tuvo, con un acto cívico sin precedente al ponerse al lado de la verdad y arriesgarse en sostenerla. Era su tiempo y ha cumplido con coraje la misión asignada por su propia conciencia.
Luego aparece Silvio Rodríguez, con el aguijón ajustado como en sus días de Causas y Azares cuando declaro que debería quitársele la r a la palabra revolución. Quizás,… ahora, porque nunca es tarde, cuando la prisa toca a la puerta de las definiciones, tenga tiempo para preguntarse: yo no sé, yo no sé madre mía/ si me espera la paz o el espanto/ pues las causas me andan cercando/ cotidianas, invisibles. El azar se me viene enredando/ poderoso, invencible.
No sabría asegurar si le espera la paz o el espanto al autor de "Ojalá" por su atrevimiento, pero un poco de sosiego si deber tener. Al menos saltó el muro del contubernio y dijo mucho con pocas palabras.
Silvio es un perfecto oportunista, capaz de mirar desde el estrados a las multitudes tararear sus canciones y luego despreciarlas en el juicio político de sus patronos. Más de una vez motivó agudas reflexiones sobre aquel proceso político con sus atinadas canciones. Los jóvenes, de entonces, lo veíamos como una víctima más de la censura y de los excesos revolucionarios. Pero un buen día, como un pez sigiloso y débil, comenzó a removerse entre las olas dogmáticas de la revolución hasta colocar las adargas en las paredes del silencio y se hizo diputado, signatario de una carta para justificar el crimen y un empedernido defensor de la revolución.
Si la evolución es necesaria en Cuba, como lo cree el trovador, bienvenido al mundo de la verdad. Oremos por él, porque en su pobreza le faltó valor y hoy, del silencio al grito, ha querido decirle a sus fanes que vivió en el castrismo para sobrevivir. Lo debemos entender, el miedo es una enfermedad y sus fronteras no terminan con los pensadores.
Los artistas y letrados cubanos, que saben “dentro de la revolución todo” y fuera de ella nada, han comenzado a despojarse del miedo cerval que contagió a Virgilio Piñera en los días oscuros que siguieron a “Palabras a los intelectuales”. Hasta hoy aquella bestiecita infernal llamada censura mantiene atadas las amarras de la creatividad libre y pervive gracias a la turbación cómplice de los autores arropados en la UNEAC.
Ojalá, que a Pablo, Ena y Silvio les sigan otros. No debe sorprendernos, porque así ocurrirá.
El autor de Yolanda, El breve espacio en que no estás, Mis 22 años y otras canciones antológicas no desperdicia ninguna oportunidad para llamar la atención del mundo sobre el rumbo fallido de la revolución en la que había creído.
Acto de fe es la canción donde el cantautor hace una catarsis sincera sobre aquel proceso imperfecto, pero humano para él. Creo en ti porque dándome disgustos/ o queriéndome mucho/ siempre vuelvo a ti…Creo en ti/ porque nada es más humano/ que prenderse de tu mano/ y caminar creyendo en ti. Creo en ti/ como creo en Dios/ que eres tu. Que soy yo/ revolución.
Milanés, asumiendo un compromiso con la poesía y con su entorno sombrío, dejó de ser el embajador militante de aquella aventura simulada para convertirse, por suerte para él, en un vocero extra oficial del fracaso castrista. Y fue bien lejos cuando declaró que si Guillermo Fariñas muere el régimen cubano debía ser condenado.
La salsa revolucionaria se crispa ante una realidad inadmisible para algunos artistas que han visto todas las orillas de este mundo y saben que existe una alternativa mejor para sus compatriotas. La escritora Ena Lucía Portela, ganadora del premio Juan Rulfo 1999, ha dado el paso más seguro y valiente que se pueda esperar de alguien adscripta a las instituciones oficiales de la isla, como es la UNEAC. Su decisión de firmar una carta de condena al régimen cubano por la muerte de Orlando Zapata Tamayo, le asegura un lugar en la historia que hoy se escribe en la isla.
Ella lavó sus manchas, si es que las tuvo, con un acto cívico sin precedente al ponerse al lado de la verdad y arriesgarse en sostenerla. Era su tiempo y ha cumplido con coraje la misión asignada por su propia conciencia.
Luego aparece Silvio Rodríguez, con el aguijón ajustado como en sus días de Causas y Azares cuando declaro que debería quitársele la r a la palabra revolución. Quizás,… ahora, porque nunca es tarde, cuando la prisa toca a la puerta de las definiciones, tenga tiempo para preguntarse: yo no sé, yo no sé madre mía/ si me espera la paz o el espanto/ pues las causas me andan cercando/ cotidianas, invisibles. El azar se me viene enredando/ poderoso, invencible.
No sabría asegurar si le espera la paz o el espanto al autor de "Ojalá" por su atrevimiento, pero un poco de sosiego si deber tener. Al menos saltó el muro del contubernio y dijo mucho con pocas palabras.
Silvio es un perfecto oportunista, capaz de mirar desde el estrados a las multitudes tararear sus canciones y luego despreciarlas en el juicio político de sus patronos. Más de una vez motivó agudas reflexiones sobre aquel proceso político con sus atinadas canciones. Los jóvenes, de entonces, lo veíamos como una víctima más de la censura y de los excesos revolucionarios. Pero un buen día, como un pez sigiloso y débil, comenzó a removerse entre las olas dogmáticas de la revolución hasta colocar las adargas en las paredes del silencio y se hizo diputado, signatario de una carta para justificar el crimen y un empedernido defensor de la revolución.
Si la evolución es necesaria en Cuba, como lo cree el trovador, bienvenido al mundo de la verdad. Oremos por él, porque en su pobreza le faltó valor y hoy, del silencio al grito, ha querido decirle a sus fanes que vivió en el castrismo para sobrevivir. Lo debemos entender, el miedo es una enfermedad y sus fronteras no terminan con los pensadores.
Los artistas y letrados cubanos, que saben “dentro de la revolución todo” y fuera de ella nada, han comenzado a despojarse del miedo cerval que contagió a Virgilio Piñera en los días oscuros que siguieron a “Palabras a los intelectuales”. Hasta hoy aquella bestiecita infernal llamada censura mantiene atadas las amarras de la creatividad libre y pervive gracias a la turbación cómplice de los autores arropados en la UNEAC.
Ojalá, que a Pablo, Ena y Silvio les sigan otros. No debe sorprendernos, porque así ocurrirá.
Wednesday, March 24, 2010
Gloria Estefan y su mejor canción
Gloria Estefan, es una cantante que jamás ha renunciado a su cubanía. Basta con escuchar sus canciones y los acordes tropicales de su extenso cancionero. Ella y Emilio (su esposo) han glorificado, en la distancia, el nombre de Cuba. El mundo la admira y el régimen cubano le teme a su honestidad.
Ahora, con la magia de una heroína salida del pentagrama musical, ha citado con justa razón, a los cubanos del exilio a solidarizarse con las Damas de Blanco. Con esta convocatoria cívica Gloria ha comenzado a escribir su mejor canción.
El cancionero cubano siempre ha estado implicado en los grandes acontecimientos del país. Autores prodigiosos nacidos en Cuba, quienes admiran el encanto del lugar donde nacieron, han dedicado lo mejor de su creación artística a cantarle a las palmas, al mar, al azul de nuestro cielo y al carácter singular de pueblo cubano.
Gloria, quien abandonó su patria siendo muy niña, rememora, con canciones sencillas y acordes accesibles, aquellos sitios donde nacería (pensando crecer, vivir y morir) si antes no hubiera aparecido la siniestra aventura del castrismo.
“Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz” dijo José Martí y es muy cierto. Sin embargo, no todo somos capaces de captar un minúsculo sorbo de dignidad teniendo la posibilidad de hacerlo. La señora Estefan, comenzará a ser recordada no solo por su melodiosa voz, sino por su activo compromiso con la libertad de país que la vio nacer.
Ahora, con la magia de una heroína salida del pentagrama musical, ha citado con justa razón, a los cubanos del exilio a solidarizarse con las Damas de Blanco. Con esta convocatoria cívica Gloria ha comenzado a escribir su mejor canción.
El cancionero cubano siempre ha estado implicado en los grandes acontecimientos del país. Autores prodigiosos nacidos en Cuba, quienes admiran el encanto del lugar donde nacieron, han dedicado lo mejor de su creación artística a cantarle a las palmas, al mar, al azul de nuestro cielo y al carácter singular de pueblo cubano.
Gloria, quien abandonó su patria siendo muy niña, rememora, con canciones sencillas y acordes accesibles, aquellos sitios donde nacería (pensando crecer, vivir y morir) si antes no hubiera aparecido la siniestra aventura del castrismo.
“Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz” dijo José Martí y es muy cierto. Sin embargo, no todo somos capaces de captar un minúsculo sorbo de dignidad teniendo la posibilidad de hacerlo. La señora Estefan, comenzará a ser recordada no solo por su melodiosa voz, sino por su activo compromiso con la libertad de país que la vio nacer.
Wednesday, March 17, 2010
Todos Somos Cubanos
El asesinato por el régimen cubano del joven disidente Orlando Zapata Tamayo el pasado 23 de febrero y la huelga de hambre que actualmente mantiene Guillermo Fariñas Hernández, hace más de tres semanas en Santa Clara, han suscitado una serie de debates en el exilio cubano por motivo del origen racial de los implicados.
Algunas personas argumentan en diferentes partes del mundo, a través de los medios informativos, que los cubanos de piel negra son más valientes que sus compatriotas blancos y que el protagonismo de Zapata y Fariñas es un hecho heroico que solo los ciudadanos de piel oscura están dispuestos hacer.
Los que fundamentan estas intrigas desconocen al pueblo de Cuba y olvidan que a lo largo de nuestra historia, negros, blancos y mulatos, han estado unidos en defensa del país y contra todo tipo de injusticia.
José Martí y Juan Gualberto Gómez, Antonio Maceo y Carlos Manuel de Céspedes, Boitel y Zapata, entre otros tantos, son los mejores ejemplos para ilustrar, que antes discusiones estériles acerca del origen racial, ha estado el compromiso de todos los cubanos con los valores de la libertad.
Los que alimentan esas intrigas, insistiendo en separar a los cubanos por el color de su piel, están cometiendo un grave error cuyas consecuencias pueden ser lamentables para el futuro democrático de la isla.
La confrontación no es el camino para resolver el prejuicio racial que históricamente ha existido en Cuba. Sólo el entendimiento, que emana de una educación sostenible y moderna, puede convertirse en el vehículo que cambie la percepción de aquellos ciudadanos, que equivocadamente, crean sentirse superiores a otros por su origen racial.
Distinguir entre cubanos blancos y negros es una excusa lamentable e injustificada, sobre todo entre aquellos que luchan para salvaguardar al pueblo de Cuba del totalitarismo de los hermanos Castro. La dictadura cubana SI es racista y siempre ha tomado en cuenta el color ideológico de los ciudadanos, para luego actuar de manera cruel contra todos los que piensen diferentes, sin importarle su origen racial, credo y/o opinión política.
Orlando Zapata y Guillermo Fariñas son, por encima de cualquier particularidad de sus genes y fenotipos, cubanos comprometidos con la libertad de su patria, siendo capaces del mayor sacrificio, como en su momento lo hizo Pedro Luis Boitel
Algunas personas argumentan en diferentes partes del mundo, a través de los medios informativos, que los cubanos de piel negra son más valientes que sus compatriotas blancos y que el protagonismo de Zapata y Fariñas es un hecho heroico que solo los ciudadanos de piel oscura están dispuestos hacer.
Los que fundamentan estas intrigas desconocen al pueblo de Cuba y olvidan que a lo largo de nuestra historia, negros, blancos y mulatos, han estado unidos en defensa del país y contra todo tipo de injusticia.
José Martí y Juan Gualberto Gómez, Antonio Maceo y Carlos Manuel de Céspedes, Boitel y Zapata, entre otros tantos, son los mejores ejemplos para ilustrar, que antes discusiones estériles acerca del origen racial, ha estado el compromiso de todos los cubanos con los valores de la libertad.
Los que alimentan esas intrigas, insistiendo en separar a los cubanos por el color de su piel, están cometiendo un grave error cuyas consecuencias pueden ser lamentables para el futuro democrático de la isla.
La confrontación no es el camino para resolver el prejuicio racial que históricamente ha existido en Cuba. Sólo el entendimiento, que emana de una educación sostenible y moderna, puede convertirse en el vehículo que cambie la percepción de aquellos ciudadanos, que equivocadamente, crean sentirse superiores a otros por su origen racial.
Distinguir entre cubanos blancos y negros es una excusa lamentable e injustificada, sobre todo entre aquellos que luchan para salvaguardar al pueblo de Cuba del totalitarismo de los hermanos Castro. La dictadura cubana SI es racista y siempre ha tomado en cuenta el color ideológico de los ciudadanos, para luego actuar de manera cruel contra todos los que piensen diferentes, sin importarle su origen racial, credo y/o opinión política.
Orlando Zapata y Guillermo Fariñas son, por encima de cualquier particularidad de sus genes y fenotipos, cubanos comprometidos con la libertad de su patria, siendo capaces del mayor sacrificio, como en su momento lo hizo Pedro Luis Boitel
Wednesday, March 10, 2010
Lula y el silencio de los corderos
El anuncio del gobierno cubano, a través del periódico oficialista Granma, de dejar morir a Guillermo Fariñas, antes de ceder a las súplicas del disidente, demuestra el lado criminal del castrismo. Con la frialdad de un verdugo, acostumbrado a matar, advierten al mundo su decisión y con ello se lavan las manos.
Con la misma prontitud derivada de la complicidad, Ignacio Lula Da Silva, compara a la disidencia cubana con los bandidos de Sao Paulo. Esas declaraciones, además de crueles y extemporáneas, son un signo catártico que desnuda la naturaleza inhumana del presidente brasilero, en el cual muchos confiaron como un posible facilitador y ahora quedan decepcionados por su parcialidad con el régimen cubano. Si penosa es la reacción de Raúl Castro, bochornosa y lamentable resultan las declaraciones del presidente de Brasil.
Pero ¿que podíamos esperar de Lula, quien se ha convertido en un hechicero para encantar al mundo, mientras vive ocultando su lado sombrío?. El ex líder del partido de los trabajadores del país carioca pertenece al grupo de elegidos que creen, con absoluta firmeza, en la posibilidad de desmontar el capitalismo desde el ideario gramsciano cuando, hace algo más de veinte años, fundó junto a Fidel Castro, el Foro de Sao Paulo, una "segura" avenida de acceso al poder de la extrema izquierda.
La izquierda es militante y solidaria. Lula, como un respetable representante de ella, siempre lo ha sido. Ahí está el caso de Zelaya en Honduras para demostrarlo. Con el tema cubano, Brasil mirará siempre por los ojos del régimen. Por ello ha optado, como decisión política, no discutir con nadie en público el tema de los derechos humanos en la isla.
Si Fariñas muere es culpable, en primer lugar, el régimen castrista, que no accede a modificar sus errores por la empecinada ridiculez de no ceder a nada aunque hayan muertos de por medio. En segundo lugar Lula, porque sus declaraciones anticipan una justificación a la actitud de La Habana ante la opinión pública internacional. Los terceros responsables serán, aquellos que pudiendo cambiar el curso de los acontecimientos guardan sus lenguas debajo de los calzoncillos como lo hace el presidente del gobierno español José Luís Rodríguez Zapatero.
¿Por qué las autoridades cubanas se muestran impasibles ante la muerte de Orlando Zapata, hace unas pocas semanas, y el posible fallecimiento del licenciado Guillermo Fariñas? La revolución cubana tiene una larga historia de crímenes alevosos desde los días de la Sierra Maestra. El propio Ernesto Che Guevara, narra en su libro “Pasaje de la Guerra de Guerrilla” como se realizaban juicios sumarios en las montañas de Oriente y luego eran ejecutados jóvenes rebeldes, sin derecho a defensa alguna, por faltas menores como robar una lata de leche condensada. El guerrillero argentino llegó a creer que los guajiros fusilados pudieron haber estado al lado de la revolución si no hubieran confundido aquella gesta revolucionaria como una aventura de bandidos.
En enero de 1959, en la antigua provincia de Camagüey, Fidel Castro fue informado, mientras conversaba con unas monjitas de un convento de la ciudad, que quedaban algunos focos de resistencia en el territorio. La respuesta del joven comandante fueron contundente: “Captúrenlos, háganles un juicio y fusílenlos”. Después, a lo largo de toda la isla, movilizó al pueblo para justificar los asesinatos de los antiguos activistas de la dictadura anterior. “Paredón, paredón, paredón”… era un exclamación casi unánime salida de las gargantas del confundido pueblo cubano que, cautivado por el hechizo de Fidel Castro, apoyó la ejecuciones de cientos de compatriotas.
El asesinato de Arnaldo Ochoa en 1989 y otros tres altos oficiales de las Fuerzas Armadas revolucionarias y el Ministerio del Interior, por órdenes del alto mando del país, dejó como lección la soberbia implacabilidad del régimen hasta con aquello que hicieron la revolución.
El 11 de abril del 2003, por orden expresa de Castro tres jóvenes negros fueron condenados a muerte por intentar alcanzar las playas del sur de la Florida, convirtiéndose este hecho en una de las mayores alevosías del castrismo. Ante la crítica de muchos gobiernos del mundo, el entonces canciller, Felipe Pérez Roque, respondió que habían sido ejecutados para evitar una guerra con los Estados Unidos.
Un hecho sorprendente, además, es que los últimos cuatro asesinados en Cuba han sido jóvenes negros. Sé, porque lo sufrí en carne propia, cómo reaccionan los gendarmes de Castro contra los opositores de piel oscura. Zapata y Fariñas con su piel de ébano, su gallardía y la inteligencia son atascos para el régimen y lo prefiere muerto aunque sobre su arrogancia caiga el peso de su culpa.
Es hora de advertirles a los hermanos Castro, a Lula, a Zapatero y a todos aquellos coadjutores del crimen en Cuba que la memoria de los pueblos nunca muere.
Con la misma prontitud derivada de la complicidad, Ignacio Lula Da Silva, compara a la disidencia cubana con los bandidos de Sao Paulo. Esas declaraciones, además de crueles y extemporáneas, son un signo catártico que desnuda la naturaleza inhumana del presidente brasilero, en el cual muchos confiaron como un posible facilitador y ahora quedan decepcionados por su parcialidad con el régimen cubano. Si penosa es la reacción de Raúl Castro, bochornosa y lamentable resultan las declaraciones del presidente de Brasil.
Pero ¿que podíamos esperar de Lula, quien se ha convertido en un hechicero para encantar al mundo, mientras vive ocultando su lado sombrío?. El ex líder del partido de los trabajadores del país carioca pertenece al grupo de elegidos que creen, con absoluta firmeza, en la posibilidad de desmontar el capitalismo desde el ideario gramsciano cuando, hace algo más de veinte años, fundó junto a Fidel Castro, el Foro de Sao Paulo, una "segura" avenida de acceso al poder de la extrema izquierda.
La izquierda es militante y solidaria. Lula, como un respetable representante de ella, siempre lo ha sido. Ahí está el caso de Zelaya en Honduras para demostrarlo. Con el tema cubano, Brasil mirará siempre por los ojos del régimen. Por ello ha optado, como decisión política, no discutir con nadie en público el tema de los derechos humanos en la isla.
Si Fariñas muere es culpable, en primer lugar, el régimen castrista, que no accede a modificar sus errores por la empecinada ridiculez de no ceder a nada aunque hayan muertos de por medio. En segundo lugar Lula, porque sus declaraciones anticipan una justificación a la actitud de La Habana ante la opinión pública internacional. Los terceros responsables serán, aquellos que pudiendo cambiar el curso de los acontecimientos guardan sus lenguas debajo de los calzoncillos como lo hace el presidente del gobierno español José Luís Rodríguez Zapatero.
¿Por qué las autoridades cubanas se muestran impasibles ante la muerte de Orlando Zapata, hace unas pocas semanas, y el posible fallecimiento del licenciado Guillermo Fariñas? La revolución cubana tiene una larga historia de crímenes alevosos desde los días de la Sierra Maestra. El propio Ernesto Che Guevara, narra en su libro “Pasaje de la Guerra de Guerrilla” como se realizaban juicios sumarios en las montañas de Oriente y luego eran ejecutados jóvenes rebeldes, sin derecho a defensa alguna, por faltas menores como robar una lata de leche condensada. El guerrillero argentino llegó a creer que los guajiros fusilados pudieron haber estado al lado de la revolución si no hubieran confundido aquella gesta revolucionaria como una aventura de bandidos.
En enero de 1959, en la antigua provincia de Camagüey, Fidel Castro fue informado, mientras conversaba con unas monjitas de un convento de la ciudad, que quedaban algunos focos de resistencia en el territorio. La respuesta del joven comandante fueron contundente: “Captúrenlos, háganles un juicio y fusílenlos”. Después, a lo largo de toda la isla, movilizó al pueblo para justificar los asesinatos de los antiguos activistas de la dictadura anterior. “Paredón, paredón, paredón”… era un exclamación casi unánime salida de las gargantas del confundido pueblo cubano que, cautivado por el hechizo de Fidel Castro, apoyó la ejecuciones de cientos de compatriotas.
El asesinato de Arnaldo Ochoa en 1989 y otros tres altos oficiales de las Fuerzas Armadas revolucionarias y el Ministerio del Interior, por órdenes del alto mando del país, dejó como lección la soberbia implacabilidad del régimen hasta con aquello que hicieron la revolución.
El 11 de abril del 2003, por orden expresa de Castro tres jóvenes negros fueron condenados a muerte por intentar alcanzar las playas del sur de la Florida, convirtiéndose este hecho en una de las mayores alevosías del castrismo. Ante la crítica de muchos gobiernos del mundo, el entonces canciller, Felipe Pérez Roque, respondió que habían sido ejecutados para evitar una guerra con los Estados Unidos.
Un hecho sorprendente, además, es que los últimos cuatro asesinados en Cuba han sido jóvenes negros. Sé, porque lo sufrí en carne propia, cómo reaccionan los gendarmes de Castro contra los opositores de piel oscura. Zapata y Fariñas con su piel de ébano, su gallardía y la inteligencia son atascos para el régimen y lo prefiere muerto aunque sobre su arrogancia caiga el peso de su culpa.
Es hora de advertirles a los hermanos Castro, a Lula, a Zapatero y a todos aquellos coadjutores del crimen en Cuba que la memoria de los pueblos nunca muere.
Monday, March 1, 2010
La impotencia ante la muerte de Zapata y el silencio español
Todo parece indicar, que los gritos del sufrido pueblo cubano todavía no se escuchan en el cielo. Sin embargo, el susurro grotesco del jactancioso criminal régimen cubano cubre las portadas de los diarios mundiales. Así, de simple son las contradicciones de este mundo, donde los intereses son para algunos muy importantes y están por encima de valores humanos.
Ha muerto en Cuba Orlando Zapato Tamayo. A decir verdad, el impacto mediático de su fallecimiento alcanzó todas las orillas de este mundo. Sin embargo, se quedaron impotentes los apasionados de la libertad y en silencio los cómplices de siempre. La rabia me dominó y al rato estaba sentado evaluando mi incapacidad para alcanzar el camino del regreso a Cuba. Escribí varios emails a políticos y de algunos respondieron: “muchas gracias por la información”. Claro, la muerte de un compatriota siempre será una gran noticia capaz de cubrir titulares en el corazón de los cubanos que luchamos por la libertad de la patria y pocas veces es un hecho trascendente para los políticos que prefieren callar a la injusticia.
España, por culpa del actual gobierno, carga en sus espaldas el peso de la mayor complicidad con la dictadura cubana. Su empecinada actitud de abrirle espacio al totalitarismo en Europa tiene, claro está, raíces ideológicas.
Se olvida Zapatero de los lazos culturales y afectivos que existen entre dos pueblos hermanados en la historia y se aferra a un solo lado, lamentablemente, al de los hermanos Castro. España mira a Cuba desde el prisma de régimen y en sus aturdidas improvisaciones comete un crimen singular de guardar silencio sobre las violaciones a los derechos humanos en la isla.
La muerte de Orlando Zapata para los actuales gobernantes españoles es un pequeño error del régimen cubano que debe tratarse de manera tibia para no enturbiar las excelentes relaciones bilaterales entre los dos países. Es una pena que tales conductas se asuman contra la más prolongada dictadura que ha sufrido occidente.
Caben muchas preguntas. ¿Actuaría Zapatero y su séquito del PSOE de la misma manera con Pinochet en Chile o Trujillo en República Dominicana? ¿Se fotografiaría el canciller Moratinos con los militares argentinos que enlutaron a ese país austral? ¿Guardaría silencio el gobierno español de haber sido Orlando Zapata uno más de los asesinados por la desaparecida dictadura uruguaya? ¿Por qué tanta inmoralidad y dobleces de La Moncloa con las autoridades cubanas? ¿Cómo se pueden entender los raseros de prerrogativas que instituyen para los hermanos Castros tan lejos de otros que se fundamentaron para aquellos gobiernos dictatoriales que existieron en Latinoamérica?
Los intereses españoles en la isla son tan importantes para el gobierno de Zapatero que prefiere el mutismo antes que condenar la muerte de un joven activista por la democracia en Cuba. Esa actitud cobarde y de abierta complicidad tendrá su costo político en el futuro. Recuérdenlo bien, Moratinos-Zapatero, las memorias de los pueblos nunca mueren.
No queremos que España decida sobre el futuro de Cuba, pero sí es una responsabilidad moral, que los demócratas de ese país y de cualquier otro sean aliados del respeto al derecho a la vida.
Al menos, si lo hubieran hecho en este momento tan especial y triste, quizás no comparecieran al juicio de la historia como compinches de una dictadura que les ofrece como ventajas lo que le niega a su propio pueblo.
Ha muerto en Cuba Orlando Zapato Tamayo. A decir verdad, el impacto mediático de su fallecimiento alcanzó todas las orillas de este mundo. Sin embargo, se quedaron impotentes los apasionados de la libertad y en silencio los cómplices de siempre. La rabia me dominó y al rato estaba sentado evaluando mi incapacidad para alcanzar el camino del regreso a Cuba. Escribí varios emails a políticos y de algunos respondieron: “muchas gracias por la información”. Claro, la muerte de un compatriota siempre será una gran noticia capaz de cubrir titulares en el corazón de los cubanos que luchamos por la libertad de la patria y pocas veces es un hecho trascendente para los políticos que prefieren callar a la injusticia.
España, por culpa del actual gobierno, carga en sus espaldas el peso de la mayor complicidad con la dictadura cubana. Su empecinada actitud de abrirle espacio al totalitarismo en Europa tiene, claro está, raíces ideológicas.
Se olvida Zapatero de los lazos culturales y afectivos que existen entre dos pueblos hermanados en la historia y se aferra a un solo lado, lamentablemente, al de los hermanos Castro. España mira a Cuba desde el prisma de régimen y en sus aturdidas improvisaciones comete un crimen singular de guardar silencio sobre las violaciones a los derechos humanos en la isla.
La muerte de Orlando Zapata para los actuales gobernantes españoles es un pequeño error del régimen cubano que debe tratarse de manera tibia para no enturbiar las excelentes relaciones bilaterales entre los dos países. Es una pena que tales conductas se asuman contra la más prolongada dictadura que ha sufrido occidente.
Caben muchas preguntas. ¿Actuaría Zapatero y su séquito del PSOE de la misma manera con Pinochet en Chile o Trujillo en República Dominicana? ¿Se fotografiaría el canciller Moratinos con los militares argentinos que enlutaron a ese país austral? ¿Guardaría silencio el gobierno español de haber sido Orlando Zapata uno más de los asesinados por la desaparecida dictadura uruguaya? ¿Por qué tanta inmoralidad y dobleces de La Moncloa con las autoridades cubanas? ¿Cómo se pueden entender los raseros de prerrogativas que instituyen para los hermanos Castros tan lejos de otros que se fundamentaron para aquellos gobiernos dictatoriales que existieron en Latinoamérica?
Los intereses españoles en la isla son tan importantes para el gobierno de Zapatero que prefiere el mutismo antes que condenar la muerte de un joven activista por la democracia en Cuba. Esa actitud cobarde y de abierta complicidad tendrá su costo político en el futuro. Recuérdenlo bien, Moratinos-Zapatero, las memorias de los pueblos nunca mueren.
No queremos que España decida sobre el futuro de Cuba, pero sí es una responsabilidad moral, que los demócratas de ese país y de cualquier otro sean aliados del respeto al derecho a la vida.
Al menos, si lo hubieran hecho en este momento tan especial y triste, quizás no comparecieran al juicio de la historia como compinches de una dictadura que les ofrece como ventajas lo que le niega a su propio pueblo.
Thursday, February 18, 2010
Realismo Vs Pesimismo
Un catedrático cubano de la Universidad de Miami me confesó hace unos días su pesimismo sobre Cuba. Basaba sus argumentos en tres aspectos muy bien fundados.
El primero se refiere a la prolongación del castrismo como doctrina política en la mentalidad de los cubanos y la apatía generalizada entre los ciudadanos que residen allí. En la segunda hablaba del cansancio de muchos en ambas orillas y en la última argumentaba del papel burlesco de todos los gobierno estadounidense desde 1959 hay hoy.
Considera el académico al castrismo como una efervescente analogía con el sectarismo religioso, cuyo fundamentalismo se inspira en la vigencia de Fidel Castro en la vida del cubano, donde estos veneran al líder por ciertos atributos que desde su imaginario han alcanzado gracias a él.
El cansancio, según opina el profesor, proviene a aquellos cubanos que han visto pasar el tiempo y muchos han comenzado a dejar este mundo sin que nada cambie en Cuba. Esa forma de deponer las armas, le permite al régimen consolidar las posiciones con Raúl Castro en el Palacio de Revolución, quien percibe la debilidad de sus adversarios y aprovecha las fisuras internas en los disidentes y opositores, de todos los lados, para apuntalar el continuismo. Preparar al clan familiar para los desafíos asociados a la desaparición de los líderes históricos, es una misión a la que el menor de los Castro dedica apasionadamente su tiempo. Ya han comenzado a familiarizarse con el entorno del poder y se sienten tan cómodos con el tío y el papá
También considera un agotamiento gradual e irreversible en las fuerzas democráticas dentro de la isla, porque los más conocidos disidentes sobreviven bajo techo haciendo declaraciones y denuncia, y a la misma vez, se van posicionando de cierta complacencia donde el régimen ni ellos advierten peligros de supervivencia.
La intolerancia del régimen también salpica a los viejos disidentes que se oponen a todas las iniciativas nuevas. Se sabe que más de una vez han criticado las acciones cívicas de Antunez en las calles del país, arremeten contra la FLAMUR por su campaña con La Misma Moneda y llaman loco a Biscet.
Sobre el papel de Estados Unidos, el profesor se suma a las voces que llevan años indicando un cambio de estrategia para convertir la solución en un tema exclusivamente cubano, con la ayuda del mundo. Si la ecuación Cuba-USA se sigue tomando en cuenta, los gobernantes de la isla se acomodaran a esos eventos que siempre le han favorecido.
Estoy de acuerdo en los tres aspectos y añadiría tan solo una pequeña cosa. Mientras los cubanos no nos demos cuenta que la solución pasa por un consenso entre todos (gobierno, oposición y exilio), sin intromisión de ajenos, estaremos en este lado del mundo haciendo las mismas cosas hasta que el cansancio y la muerte se ocupe de hacer su parte.
Analizar la realidad cubana con crudeza no indica pesimismo alguno. Hay que encontrar nuevas variables para poder ponderar al ciudadano en la isla que es, en definitiva el verdadero agente de cambio.
El primero se refiere a la prolongación del castrismo como doctrina política en la mentalidad de los cubanos y la apatía generalizada entre los ciudadanos que residen allí. En la segunda hablaba del cansancio de muchos en ambas orillas y en la última argumentaba del papel burlesco de todos los gobierno estadounidense desde 1959 hay hoy.
Considera el académico al castrismo como una efervescente analogía con el sectarismo religioso, cuyo fundamentalismo se inspira en la vigencia de Fidel Castro en la vida del cubano, donde estos veneran al líder por ciertos atributos que desde su imaginario han alcanzado gracias a él.
El cansancio, según opina el profesor, proviene a aquellos cubanos que han visto pasar el tiempo y muchos han comenzado a dejar este mundo sin que nada cambie en Cuba. Esa forma de deponer las armas, le permite al régimen consolidar las posiciones con Raúl Castro en el Palacio de Revolución, quien percibe la debilidad de sus adversarios y aprovecha las fisuras internas en los disidentes y opositores, de todos los lados, para apuntalar el continuismo. Preparar al clan familiar para los desafíos asociados a la desaparición de los líderes históricos, es una misión a la que el menor de los Castro dedica apasionadamente su tiempo. Ya han comenzado a familiarizarse con el entorno del poder y se sienten tan cómodos con el tío y el papá
También considera un agotamiento gradual e irreversible en las fuerzas democráticas dentro de la isla, porque los más conocidos disidentes sobreviven bajo techo haciendo declaraciones y denuncia, y a la misma vez, se van posicionando de cierta complacencia donde el régimen ni ellos advierten peligros de supervivencia.
La intolerancia del régimen también salpica a los viejos disidentes que se oponen a todas las iniciativas nuevas. Se sabe que más de una vez han criticado las acciones cívicas de Antunez en las calles del país, arremeten contra la FLAMUR por su campaña con La Misma Moneda y llaman loco a Biscet.
Sobre el papel de Estados Unidos, el profesor se suma a las voces que llevan años indicando un cambio de estrategia para convertir la solución en un tema exclusivamente cubano, con la ayuda del mundo. Si la ecuación Cuba-USA se sigue tomando en cuenta, los gobernantes de la isla se acomodaran a esos eventos que siempre le han favorecido.
Estoy de acuerdo en los tres aspectos y añadiría tan solo una pequeña cosa. Mientras los cubanos no nos demos cuenta que la solución pasa por un consenso entre todos (gobierno, oposición y exilio), sin intromisión de ajenos, estaremos en este lado del mundo haciendo las mismas cosas hasta que el cansancio y la muerte se ocupe de hacer su parte.
Analizar la realidad cubana con crudeza no indica pesimismo alguno. Hay que encontrar nuevas variables para poder ponderar al ciudadano en la isla que es, en definitiva el verdadero agente de cambio.
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