Thursday, August 2, 2012

Un guión repetido


Desde La Habana el gobierno repite un guión conocido y puesto en escena cada vez que las circunstancias lo ameritan. Se trata, esta vez, como tantas otras, de desviar la curiosidad de la opinión publica nacional e internacional hacia otros asuntos secundarios para intentar silenciar el problema fundamental.

La muerte trágica y repentina del líder del Movimiento Cristiano Liberación, Osvaldo Paya Sardiñas y el activista Harold Cepero, en un accidente de tránsito cerca de la ciudad de Bayamo, han puesto al régimen cubano en el centro de un justificado cuestionamiento por su historial criminal y el manejo sucio que durante más de medio siglo ha hecho en la isla.

Ante los sucesos las autoridades advirtieron con suficiente tiempo las reacciones internas y externas para acomodar nuevamente sus acciones. Esta vez, tratan de culpar, con una repetida maña aprendida durante tanto tiempo actuando en la impunidad del poder, al exilio de estar detrás de supuestas provocaciones para subvertir el orden político y social de la revolución. Y van más allá, cuando en un extenso editorial publicado en el diario oficialista Granma, aseguran tener pruebas de un complot proveniente de Estados Unidos en el que los pacíficos opositores se prestan al servicio de una potencia extranjera.

Los ideólogos revolucionarios, repitiendo sus acciones de divulgación aprendida en los cuarteles propagandísticos soviéticos, olvidan la inteligencia de los demás al creer que la versión de su verdad es absolutamente creíble y por tanto incuestionable.

La muerte de Paya Sardinas era deseada por el régimen porque desde el momento que comenzó a promover el Proyecto Varela se convirtió en una pieza incomoda dentro del país al desafiar el autoritarismos castrista con las armas de la razón y el pacifismo. Su pérdida significa un premio para la seguridad del estado porque contienen la voz más alta del movimiento cívico en la isla. Y es, justamente aquí, donde las sospecha nacen.

Además, las recientes declaraciones de los sobrevivientes, un ciudadano español y el otro sueco, ponen más dudas sobre la implicación oficial en la muerte del líder del movimiento liberación. El joven Miguel Carromero compareció en un video visiblemente cansado, asustadizo, con la mirada decendida y convocando al mundo a “centrarse en su libertad”. Esta última expresión, salida de sus labios, parecía un grito desgarrador, similar al de aquellos que pasaron por los gulags estalinistas. Por su parte el sueco, Jens Aron Modig, admitió todo lo admisible para salir de la isla en una comparecencia de prensa organizada por las autoridades cubanas donde repitió ordenadamente los propósitos del viaje, tal como si estuviera obligada a decirlo para poder abandonar aquel país que lo marcará para el resto de su vida.

Fueron las declaraciones del sueco los mejores argumentos para que el gobierno cubano tratara de desviar la atención hacia los exiliados. El exilio, supuestamente está armando a la disidencia interna para promover una primavera árabe en el Caribe. Así, tan fácilmente y con es imaginario, el régimen evitaría salir del cerco de sospecha que tiene encima mientras moviliza la opinión de sus tentáculos mediáticos en todas partes del mundo para que sostengan esos pérfidos argumentos y aliviar las criticas a La Habana.
Estamos ante un escenario de mentiras creado por las autoridades cubanas para silenciar la verdad en torno a la muerte de Paya Sardiñas. Volvemos a los tiempos donde la responsabilidad por los crímenes castristas recae en los que nunca lo cometieron.


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