Era en una cena, un día normal de semana y, entre dos chicas vegetarianas y tres come de todo, se hablaba de los graves problemas de la mayor parte de América. De una América sufrida, la que para muchos no pertenece al mismo continente, porque la pobreza, la corrupción y el crimen la separan.
En la frontera del norte de México se disipa el nombre del continente y desde allí hasta la Patagonia, el nombre "latina" asume el rol de hacer la diferencia. Claro. América Latina para muchos no es América porque Estados Unidos, y en parte Canadá, han robado ese atributo. Los responsables no han sido propiamente los estadounidenses, sino los americanos del centro, el Caribe y el sur que en la búsqueda por distanciarse del “Imperio” han derivado sus países en un albañal de incertidumbre, dictadura, miseria y corrupción. Los que duden, tienen la oportunidad de consultar a Carlos Rangel y leer su ensayo, “Del buen salvaje, al buen revolucionario”.
La cena fue deliciosa. En la sobremesa se hablaba de los problemas de México y otros países del sur. Un joven mexicano, con el orgullo que pocos profesan por el bajo nivel de autoestima que algunos inmigrantes provenientes de allí expresan, dijo que su ambición sería ser Ministro de Educación en su país. El, con justa razón, considera que la inversión en la educación es la salvación de su patria. Además, señalaba, apelando a la agudeza de su inteligencia y al buen juicio: “los mexicanos podemos”.
La otra reflexión de la noche provenía de una estudiante costarricense que hace su doctorado de música en una universidad de Estados Unidos. Por sus opiniones, impresiona que la práctica brillante del clarinete, instrumento que ejecuta, le ha servido para clarificar el compromiso que deberían tener los que residen al norte del continente con sus naciones originarias. Ella opina, que el futuro de sus países dependerá de jóvenes comprometidos con una democracia real, sostenible y responsable.
Lo mejor de la noche fue este sueño de esperanza de dos muchachos dignos de representar a tantos que han perdido el orgullo de su origen. Que otros jóvenes hablen de lo mismo beneficiará a todo un continente que aunque tenga divisiones, por razones geográficas, seguirá siendo para todos América.
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