Monday, August 5, 2013

Paya Sardiñas, su muerte, la verdad y el legado


 
Conocí a Osvaldo Paya Sardiañas en la embajada checa en La Habana a finales de 1998. El encuentro fue cálido como si nunca hubiera existido aquella primera vez. Yo sabía mucho de Osvaldo y el casi todo de mí, porque cuando hablamos de las Bibliotecas Independientes, proyecto que fundé en las Tunas en 1998, y al explicarle cómo me había surgido la idea de inmediato respondió: son chispazos del espíritu.  Nos volvimos a encontrar, varias veces,  en diferentes lugares de la capital. La últimas vez fue junto a Jorge Luis González Tanquero y Berta Mexidor, donde nos entregó varios documentos del Proyecto Varela para llevarlos a Las Tunas, Amancio (antiguo Francisco Guayabal) y el municipio Colombia. Cada firma que ustedes logren será un espaldarazo a la democracia, nos dijo.

Estaba inspirado, locuaz y reflexivo. No se cansaba de argumentar la fuerza de aquella iniciativa y su mirada fija y sincera desnudaba el brillo de su optimismo. Era dominante y muy agudo. Sabía que el dominio sobre los demás se debe ejercer, con toda autoridad y sin miedo, cuando se ha otorgado y el mostraba esa suerte de adalid y de soñador tempranero capaz de buscar el bien para los suyos, es decir para el pueblo cubano.

Su voz nasal y melódica era el mejor placebo contra el tedio politiquero del oficialismo cuando Paya Sardinas hablaba del derecho de los cubanos a todos los derechos o al proponer hacer, desde el interior de un sistema podrido, corrupto y cruel, la verdadera revolución en la isla. Es verdad, su lenguaje rayaba los límites de un panegírico religioso y algunos lo creían demasiado inapropiado en un país donde Dios ha estado tan lejano y los líderes de la política revolucionaria tan cerca de la gente que permanece hasta en los altares de algunos babalaos y son adorados como seres divinos. Sin embargo, aquel discurso de amor de Osvaldo era tan moderno y necesario que superaba las peroratas de la plaza cívica José Martí.

Paya era un peligro y él lo sabía. Más de una vez lo escuché denunciar las amenazas de los servicios secretos cubanos y otras tantas vi su casa manchada por consignas de odio pintadas por las turbas enardecidas y fanáticas que la dirección política cubana azuzaba para atemorizarlo y obligarlo a ceder en su pretensiones cívicas a favor del pueblo. Y por eso murió, en extrañas circunstancias, al otro lado de la isla que amaba tanto, un día singular del mes de julio a solo noventa y seis horas de la celebración donde se gestó la violencia como arma de terror en el país.

No me alcanzan las palabras para honrar  a este hombre necesario para la transición cubana. Sin embargo, ahora cuando un joven político español, convertido en chofer durante su viaja a Cuba, asegura que su muerte es responsabilidad de los servicios secretos, comienza una nueva etapa para sus familiares y amigos para saber toda la verdad. Y quien importa saber la verdad en un país donde este atributo de la moral no existe y la mentira, ese mal engendro del castrismo,  se ha pluralizado hasta convivir con ella con la mayor tranquilidad, como reconociera el propio Raúl Castro en una ocasión.

Las palabras del oficialismo se impusieron, desde el primer momento, porque el sueco Jens Aron Modig y el español Ángel Carromero, vinculados al trágico accidente, son responsables de que hoy el gobierno cubano se sienta cómodo con la versión difundida, donde adicionan el testimonio de complicidad de ellos dos como la mejor prueba de inocencia, si es que en algún momento tiene que dar explicaciones.

En política se asumen riesgos muy altos y la historia ha demostrado como algunas figuras, como James Meredith, un icono de la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos, en medio de un bombardeo constante de ofensas denigrantes, amenazas de muerte y asedio criminal, supo mantener la firmeza que aquel momento merecía. Y ahí está, convertido en una referencia moral del luchador cívico que asume los riesgos con valor. Dicho esto, el sueco y el español, tuvieron miedo, mucho miedo y ayudaron al gobierno cubano con su cobardía. Seamos sinceros, ellos sabían que su viaje a Cuba no se parecía en nada a los acostumbrados  hacer a otras partes del mundo, por lo tanto debían estar preparados para mantener en alto su hidalguía ante un evento traumático como aquel donde perdió la vida Paya sardiñas. Y es que el sueco y el español se convirtieron en cómplice desde el primer momento, no importa las razones que aducen (conozco bien al sistema represivo cubano y de lo que son capaces), pero estos visitantes no eran unos simples turistas, eran políticos de organizaciones serias en sus países democráticos y debieron actuar como tal y en realidad fue todo lo contrario.

Pero, demás, lo importante ahora, para rendirle el homenaje que Osvaldo merece, es retomar sus banderas cívicas y convocar a la movilización ciudadana  en los Caminos del Pueblo, iniciativa a la que tanto esfuerzo puso antes de morir.

Para mi es tarde, muy tarde desempolvar los archivos secretos del estado cubanos después que Ángel Carromero y el señor Modig  lo ayudaron a cerrar.

Friday, April 12, 2013

Las lágrimas de Fidel

Hace varios años uno de los hombres de negocios en la Florida, ocupado en levantar el embargo a Cuba, me aseguró que Fidel Castro estaba obsesionado con la suerte de sus hijos después de su muerte. Esa vez creí al gobernante un ser humano como todos los mortales con la lógica de sentir en su propia piel el riesgo que le puede deparar a quienes han sido fruto de su creación. Sí,  porque a Castro se le ha visto siempre empinado en su orgullo, traspasando las espirales del conflicto como un adalid invencible, aplastando a sus débiles adversarios sin piedad, como el hombre dotado de la verdad (que según su imaginario parte y termina en él) y hasta como una persona para la cual las cosas comunes no tienen cabida. Sin embargo, en La Habana, frente a las cámaras de la televisión nacional y la prensa extranjera, donde apareció con su voz apagada y el desgaste ostensible por la edad,  se emocionó, como no acostumbra,  al recordar a su gran amigo, el desaparecido presidente venezolano Hugo Chávez.

Sus llantos brotaron, quizás por primera vez desde que era niño, como la de una infanta cuando pierde un juguete de mucho valor. Otra vez llegué a la misma conclusión. Ver a un hombre sollozando no es un pecado, todos algunas vez nos hemos sentido sorprendido por la aflicción y lloramos. Fidel Castro, acostumbrado a la rectitud de sus emociones, como alguien ajeno de este mundo, sorprende cuando su rostro se sonroja, sus dedos largos reposan en sus ojos para aguantar las lágrimas mientras escucha una canción dedicada a la partida sin regreso del líder bolivariano de Venezuela. Y todo eso a pesar que el ex gobernante pedía el mayor sacrificio por su revolución sin doblar las rodillas y sin derramar una gota de llanto para no demostrarle al enemigo ninguna flaqueza porque los verdaderos revolucionarios jamás gimotean.

Siempre ha sido normal en cualquier lugar de este mundo llorar a un amigo, pero Castro una vez aseguró no tener a ninguno para evitar celos entre ellos. En ese momento no parecía  un ser humano, después supimos que se refería solo a los cubanos porque en todo el planeta le sobraban incondicionales amistades como la de Hugo Chávez Fría.

Las imágenes son elocuentes y delatan el profundo aprecio del comandante con el líder bolivariano. Es la vejez, ese tránsito inevitable por la vida, lo que debilita todo, hasta la fuerza de sostener una lágrima cuando un amigo se va.

Sunday, April 7, 2013

Beyonce en La Habana




La cantante y actriz norteamérica Beyonce, ronda las calles de La Habana entre el bullicio de la gente, escoltas policiales, pioneros en sus escuelas “modelos” y hasta el pulóver del Che dejándose contaminar por un Habano en el cuerpo híspido de Jey Z, su esposo rapero. Las imágenes lo dicen todo. Beyonce y su cónyuge están felices celebrando el quinto aniversario de su matrimonio en un país exótico, aunque cercano de ellos según la geografía, rico en música y muy pobre económicamente, pero capaz de presentarse como el paraíso para los desinformados
Me han preguntado, cubanos de todos los sitios donde estamos y amigos estadounidenses, si apoyo estos viajes a la isla. Como son un defensor de las libertades individuales no puedo coartarle a nadie el derecho a ir donde deseen porque de hacerlo caería en las interdicciones a la libertad. Sin embargo, lamento que algunas celebridades busquen en Cuba placer soslayando la terrible tragedia del pueblo cubano. Y este es el caso de Beyonce, de Jay Z y otros que han pasado por La Habana sin conocer siquiera que detrás de la fastuosidad hospitalaria existen personas encarceladas por pensar diferentes, libros que se prohíben, oportunidades sepultadas bajo las consignas de la ideología y artistas talentosos que archivan en gavetas sus obras por ser consideradas peligrosas.
No me molesta que vayan al país donde no puedo regresar como otros miles de compatriotas exiliados. Esto último Beyonce no lo sabe. Lo ignora, porque nosotros los cubanos administramos muy bien nuestro dolor, pero no sabemos explicarlo.

Thursday, April 4, 2013

Martin Luther King y el sueño de los cubanos



El 4 de abril de 1968 un disparo de odio cegó la vida del Martín Luther King en el hotel Lorraine de la ciudad de Memphis, terminando así la vida del norteamericano más preclaro del siglo veinte. La noche de su muerte se encontraba reunido con sus colaboradores en una habitación de aquel modesto hotel, cuando se dispuso a salir al balcón en un momento de reposo. Era lo esperado por el asesino confeso, James Earl Ray, quien al apretar el gatillo de su fusil segregacionista intentaba matar la esperanza que el pueblo negro de América anhelaba por varios siglos.   

Con el paso del tiempo y la obra del doctor King, por la defensa de los derechos civiles de los norteamericanos, se inmortaliza para siempre. Su convocatoria permanente a la paz cívica de América lo convierte en el mejor referente ético para una sociedad donde las ascuas del fundamentalismo racial se mantienen encendidas.

Aquel sueño de unidad entre los componentes raciales de la sociedad americana se ha mantenido después de la firma de la ley de los Derechos Civiles el 2 de julio de mil novecientos sesenta y cuatro, considerada como la ley que hizo a América un mejor país. Aquella legislación sepultaba, por voluntad de la mayoría de los norteamericanos, las leyes racistas de Jim Crow que se mantuvieron desde el año 1876 hasta 1965 promulgando en los estados la segregación racial en los espacios públicos bajo el efugio de “separados pero iguales” aplicable a los afro norteamericanos y al resto de los grupos étnicos no blancos en Estados Unidos.

La importancia de Martin Luther King, no solo radica en haber luchado por superar las barreras de la segregación, sino en la presencia de su legado para continuar monitoreando el respeto a la igualdad en la oportunidad que ofrece la democracia norteamericana a sus ciudadanos.

Su discurso memorable Yo tengo un sueño mantiene la vigencia de aquella tarde cuando fue pronunciado bajo la sobra del monumento a Abraham Lincoln en Washington, el 28 de agosto de 1963, y ante la mirada vigilante del capitolio nacional. Sueños que otros hombres, de tierras diferentes, quieren para la suya. Como los cubanos, atrapados por el absurdo de una dictadura totalitaria agazapada en el poder contra la voluntad popular.

Las enseñazas del doctor King, a través de la desobediencia civil y la no violencia, armas de incalculable valor para cambiar la injusticia del mundo, han sido los instrumentos más eficaces que han estado al alcance de los opositores en Cuba para llegar algún día a edificar, como promueven dentro de la isla, un nuevo país.




Saturday, March 30, 2013

Del Comité de Derechos Humanos a tres mujeres por los caminos torcidos de Cuba




Cuba vive una profunda crisis cultural que se expresa en su inmoralidad política por la permanencia del castrismo en el escenario nacional durante más de medio siglo. Ese período ha generado diferentes capítulos dentro la disidencia y la oposición civilista. Los primeros en oponerse a Fidel Castro morían abatidos en paredones de fusilamiento.

Las acciones militares de quienes creían (todavía alguien lo sigue creyendo) que quitar a los Castro del poder era posible mediante las armas, fracasó por la rápida radicalización de aquel proceso político en la isla, donde las masas, congregadas en el escenario público, legitimaban su desgracia al caer dominado por la aureola del fanatismo y el credo de la redención revolucionaria.

Luego, cuando el sistema creía adormecida todas las formas de lucha, aparecen como adalides indiscutibles Gustavo Arcos Bergnes, Ricardo Bofill, Oscar Peña  y otros cubanos dignos formando una organización dedicada a monitorear las violaciones en materia de derechos humanos cometida por el régimen cubano. Estos pioneros de la disidencia política dentro de Cuba jamás imaginaron como gravitaría en la conciencia de los cubanos aquel empeño de edificar un país mejor sin el costo de una gota de sangre de ninguno de sus hijos.

Luego de varios años de represiones, golpizas, asedio policial, arrestos ilegales, calumnias y cárceles, casi al unísono, pero nunca por casualidad, se revelan desde intelectuales hasta cubanos de a pie contra las arbitrariedades de un régimen empeñado a gobernar por encima de la voluntad popular. La ofensiva opositora dejó de tener su centro en La Habana porque desde Guantánamo hasta Pinar del Río se dejaban escuchar las voces de quienes cruzaron las fronteras del miedo para pedir cambio en el país.

El movimiento de derechos humanos se dejaba acompañar de periodistas independientes, abogados, profesionales de diferentes áreas de las ciencias, bibliotecarios libres, campesinos organizados en cooperativas sin tutelaje estatal, partidos de todos los espectros políticos y hasta organizaciones de mujeres, jóvenes y ex militares.

Con el paso del tiempo, la destrucción del sostén económico de Cuba (La Unión Soviética y sus satélites de Europa central y del este) y la globalización, los activistas comienzan a transitar por un escenario diferente al del profesor Arco Bergnes. La llegada de las computadoras, los teléfonos móviles y la limitada Internet, le abren una ventana a los opositores imposible de cerrar porque, aunque el régimen quisiera, esas fisuras encontradas por la tecnología ha acercado más que nunca a Cuba con el resto del mundo.

Es ahí donde aparece Yoani Sánchez, devenida en emisaria de los Bloggers tropicales, cuya innegable inteligencia le ha valido números premios y un reconocimiento que antes ninguna otra persona ajena del entorno del poder había alcanzado fuera de Cuba.Yoani representa a un movimiento virtual de reflexión inteligente, necesario para enviarle el mundo el testimonio gráfico del día a día de la gente en todas partes del país y eso es un pilar fundamental para educar a la audiencia de otras regiones del mundo acerca de la necesidad de cambio para los cubanos. Pero esa osadía, en medio de un país donde todo se cuestiona con el mayor secretismo por la insidia, entroniza la polémica, la desconfianza, los celos (pasiones asociadas al carácter nacional) y hasta la complicidad (involuntaria) con quienes han estado detrás de su trabajo.

Ella, al menos para mi, no es culpable de los deslices en Brasil o los acentos de sus palabras de acuerdo a los escenarios. La culpa parte de un aspecto nuestro, de nuestra psicología tropical y ombliguista, donde pocas veces ponemos la oreja a quien tenemos más cerca para preguntarle si cabalgamos de acuerdo al camino. El valor de Yoani, no está en que ha puesto el nombre de Cuba en los contextos internacionales (al mundo muy poco le importa Cuba y los cubanos) sino en la oportunidad de mostrarnos el rostro joven de la esperanza. Sin juventud no hay país, ha dicho alguien, y en Cuba nunca será posible una transición si en ella no se implican aquellos descendientes de las últimas generaciones de cubanos. Y Yoani es importante porque intelectualiza en la modernidad el ejercicio de la política que en la isla se ha visto contaminado por la vulgaridad de las consignas, las intrigas y la retórica castrista. Aunque ella no es política, su postura civilista contra un régimen dictatorial hace que mucho la identifique como tal. Y eso no es una vergüenza por el hecho de que sea filóloga, blogger y escriba crónica desde La Habana y tal, porque antes de Aristóteles hasta hoy, ningún hombre puede vivir al margen de la política.

Su posición con el embargo (le dijo bloqueo) es legitima. Yo mismo no estoy a favor del embargo y mucho menos en contra de esa política norteamericana. Los que seguramente, y con todo derecho critiquen mi supuesta ambigüedad, le respondo que los cambios en Cuba son tareas nuestras y nunca deben ser de las acciones políticas tomadas por el gobierno de Estados Unidos contra una dictadura. Si el destino de Cuba lo define quitar o mantener el embargo, estamos fracasados porque plegamos nuestra voluntad de cambio a otros actores que no son cubanos. Pero los mayores culpables, sobre la política norteamericana hacia la isla, proviene de los hermanos Castro que de alguna manera no han impuesto la creencia de que la supervivencia de su revolución esta en mano de los yanqui y nos batimos a muerte creyendo que eso es cierto.

Fernando Ortiz, creía en la inevitabilidad de la gravitación de Cuba hacia Estados Unidos, no como un estado más de la Unión Americana, sino por su dependencia económica (lo cual se puede descartar por el largo período sin relaciones) y porque en la política, todos los designios pensados en La Habana primero debían pensar en las reacciones de Washington. Tal vez, Yoani sepa mejor que nadie dentro de Cuba, porque está bien informada, que a los americanos les importa muy poco (particularmente creo que nada) la situación de Cuba y ante esa actitud hipócrita es mejor desprenderse de un aliado que en realidad no lo ha sido. Claro, a Estados Unidos les conviene que Cuba sea democrática, que sus gobiernos futuros alcancen la prosperidad de los cubanos, que las relaciones sean normales y, por tanto, que las tensiones generadas por Castro se conviertan en curiosidad de historiadores. Pero pensar, a estas alturas que Washington hará más de lo que hace, con la entrega de fondos a determinadas organizaciones para promover la democracia en la isla, es estar ciego y no ver el pasado. Justamente, por eso creo que en el imaginario de los oposicionistas, lideres del exilio, periodistas independientes, bibliotecarios, grupos de derechos humanos, Blogger y tal, debería existir la convicción de que nuestra lucha es solo nuestra. Me parece que Yoani lo tiene claro aunque algunos no lo entiendan. 

Bertha Soler es la expresión de la movilización popular que hace oposición activa tomando los terrenos del régimen y diciéndole a la gente ustedes también pueden. Es decir, ella educa a los cubanos a perder el miedo, ese mal que para Albert Camus era la enfermedad del siglo XX y que en Cuba ha superado las barreras del siglo veinte y uno. En la señora Soler se distingue la fuerza de la razón expresada en las plazas de la dictadura haciendo la verdadera oposición política. Eso es meritorio. El respeto que se ha ganado no tiene igual. Pero a Las Damas de Blanco no se le ve como un partido político que pueda poner en práctica un proyecto para cambiar la situación del país. Todos las percibimos como un movimiento cívico en demanda de ciertos derechos que implican el cambio de sistema. Le falta entonces, el respaldo de una organización política, que aun no existe en Cuba, para capitalizar esos esfuerzos y sumar a miles de cubanos a las marchas en las calles de La Habana y luego en el resto del país. 

El poder de Bertha se ha demostrado en la isla y hasta hoy, ella y sus seguidoras, son las únicas que han podido cruzar las barreras impuestas por Fidel Castro sobre unas avenidas que el pueblo dijo eran suyas. Su valor ha superado al de los hombres porque su activismo es un desafío sin
mites frente a una dictadura. El color ebano de su piel, su inteligencia natural, los argumentos tal como los hace y el carisma que alcanza su intrepidez, la convierten en una líder de pueblo. Con su actitud cívica, la Soler le dice al mundo que los negros cubanos no siguen incondicionalmente al castrismo.

Rosa María Payá Acevedo, la más joven de los rostros vistos en el exterior en los últimos meses, influida por las enseñanzas de su padre, encarga la inteligencia de los jóvenes cubanos. Impresiona su serenidad, la elocuencia de su verbo, la capacidad para conducirse en cualquier escenario y la habilidad para ganar adeptos. Ella, surgida tras la muerte de Osvaldo Paya Sardiñas, parece haber nacido para la política hace mucho tiempo porque interpreta de manera natural su papel de líder. Sus presentaciones, además de contar con la elegancia en el ejercicio político, son tempestivas y dan en la diana cuando supone el cambio a partir del pueblo. Esa visión, estratégica de antemano, fue justamente la que hizo a Estados Unidos un país mejor durante los años de lucha del movimiento de derechos civiles. Los afros norteamericanos lograron incluir en sus demandas al conjunto de los ciudadanos del país, fueran estos blancos, inmigrantes venidos de todas partes del mundo y lograron sus objetivos porque cuando el pueblo presiona, Rosa María Paya lo sabe, no hay dictadura que se sostenga en el poder.

Es esperanzador saber que los jóvenes como la señorita Payá Acevedo no se templan ante las arbitrariedades del régimen. Su discurso se sostiene sobre el derecho a los derechos de todos los cubanos. ¿Quién no va a apoyar en el mundo algo tan sensible como los derechos humanos en Cuba? Dijo una vez, en reunión televisada con más de cien disidentes cubanos el gran icono de los derechos civiles en Estados Unidos, el doctor James Meredith.

La novísima activista Rosa María, si logra salir debajo del techo, donde mayoritariamente se hace oposición en Cuba, pondrá en una posición difícil al régimen. Es joven y mujer, movida por una causa personal (la muerte incierta de su papá) y por otra de escala nacional como han sido las propuestas generadas por el Movimiento Cristiano Liberación. Su viaje por Europa, además de oportuno, permite mostrar el rostro nuevo del cambio.

Yoani, Bertha y Rosa María  son tres mujeres empeñadas en encauzar por mejores vías los caminos torcidos de Cuba 



Monday, January 7, 2013

Apuntes a propósito de la enfermedad de Chávez




La enfermedad del presidente de Venezuela Hugo Chávez tiene en vilo a Caracas y también a La Habana. Sobre todo a las grandes muchedumbres fanáticas de venezolanos y cubanos fabricadoras de mitos en ambos países. Pero, a decir verdad, no solo en éstas dos capitales existen preocupaciones por la salud del mandatario bolivariano. La dimensión del asunto se ha internacionalizado tanto que la izquierda de la región está enfocada en la evolución de los reportes médicos como si se tratara de un asunto doméstico.
¿Por qué Chávez despierta tanto interés con su enfermedad la cual se ha convertido en un secreto de estado, como antes fue la de su padre ideológico Fidel Castro? Dos razones, desde mi punto de vista lo justifican.
La primera está asociada a la pobre ilustración del gobernante venezolano, cuyo coeficiente de inteligencia es axiomáticamente bajo si lo medimos a partir de sus incoherentes alocuciones. Este aspecto de su vida les sirve a los hermanos Castro, a los gobernantes de Argentina, Ecuador, Bolivia, Nicaragua (Evo Morales y Daniel Ortega tienen un CI inferior) y, hasta cierto punto a Brasil, para sentirse alarmados si desaparece alguien a quien pueden manipular a su antojo y obtener beneficios comerciales con préstamos e inversiones derivadas de los petrodólares que Hugo Chávez maneja por miles de millones sin rendirle cuenta a nadie.
La incultura de ex militar golpista es una debilidad esencial que les sirve astutamente a esos países porque simulan percibir al presidente venezolano como un estadista eminente, intuitivo y organizador de su cruzada revolucionaria para alcanzar el socialismo del siglo XXI. Entonces, es cuando la poca capacidad intelectual del presidente se nubla ascendiendo su ego y manifestación conductual al plano de la autosatisfacción interior que le hace creer que es un superdotado, un agente imprescindible y un hombre genial. Fidel Castro, al contrario, es astuto y un calculador nato que observó esa impotencia de Chávez desde que lo conoció. Sin embargo, ensalzaba su revuelta golpista hasta la saciedad y hasta lo comparaba con un Bolívar de nuestros tiempos.
La segunda razón es la influencia de Cuba en Venezuela. Para nadie es un secreto las buenas relaciones que Chávez fundó con los hermanos Castro a quienes siempre ha visto, no solo como guías espirituales, sino como las personas que pudieran ayudarle a diseñar el sistema político en aquel país sudamericano porque el aspecto anterior no le ayudaba a llevar a buen puerto sus ideas revolucionarias. Los cubanos influencian en el aspecto ideológico y de seguridad de la revolución bolivariana de Chávez. El argumento no es el marxismo, es simplemente el ideario fracasado de la revolución cubana expuesto en otro escenario y momento histórico. En un país con otras condiciones económicas, con un pueblo que ha heredado la pobreza por la falta de visión de sus gobernantes anteriores quienes, a decir verdad, fueron incapaces de superar la distancia entre pobre y ricos, sin clase media poderosa e instituciones civiles con credibilidad, era muy fácil que surgiera un populista como Chávez, capaz de movilizar una aureola de pasiones irracionales convocando cambio en la vida de los ciudadanos.
Las preocupaciones de La Habana son justificadas aunque, conociendo la perversidad de Castro y su capacidad para maniobrar en cualquier escenario no hay que dejarse sorprender si en los próximos días regresa Chávez a Caracas para ser investido como presidente de aquella nación para callar las especulaciones sobre su salud.
Una observación final. El mayor interés sobre la enfermedad del mandatario sudamericano lo despierta el hecho de que algunos aseguran que el fin del chavismo provocará eventualmente  el fin del castrismo. ¿Pudo este militar devenido en presidente tener mayor influencia en Cuba que la desaparecida Unión Soviética y el campo socialista?
Los que siguen atento a la evolución del cáncer de Chávez en estas orillas, no creo que los Castros dirijan los destinos de los venezolanos. ¿Por qué  subestimar la inteligencia de ese pueblo generoso, trabajador y solidario y engrandecer a las figuras torcidas de Fidel y su hermano Raúl? De ser así, ¿cómo construir una democracia en una isla donde los gobernantes administran el destino de otra nación cuyo tamaño, población y recursos económicos superan varias veces a Cuba? Los demócratas cubanos de acá, cuando dicen tales cosas, están construyéndose una muralla infranqueable en su mente sin saberlo.

Jackson. Mississippi

Thursday, November 1, 2012

Cuba duele

Cuba duele, me dijo un amigo que vive en el exilio hace más de cuarenta años. Este hombre llegó a Estados Unidos siendo un niño con la esperanza de volver en menos de seis meses. Sin embargo, la consolidación de Fidel Castro en el poder, la debilidad de sus opositores, la falta de un consenso político entre los amantes de la democracia y el apego a las decisiones de Washington, por quienes llegaban desde la isla a radicarse en esta orilla, le truncaron el regreso.

Ahora vive acomodado al mejor estilo norteamericano mirando, como simple espectador, los acontecimientos que ocurren en Cuba. Según, su opinión, “descubrí como la patria se me iba perdiendo tras la muerte de mis padres, el nacimiento de mis hijos, la llegada de los nietos y el florecimiento de un sentimiento muy especial por éste país que me acogió con entera libertad. Realmente, sigo siendo cubano, pero en Estados Unidos tengo lo que más yo quiero”

Este puede ser un ejemplo similar al de miles de cubanos que en situación desesperada vinieron aquí y siguen sufriendo la ausencia de Cuba, pero compensando su fastidio con el atractivo de la sociedad estadounidense.

Hace pocos días, justamente esta semana, unos patriotas llegados de Cuba impedían a otro compatriota suyo estar en la trinchera por la libertad de la isla. Y es que al parecer algunos se atribuyen el patrimonio de esa lucha cerrando las puertas a quienes pueden ser voces altas, activos movilizadores por el cambio y parte de un proceso que necesita sumar las mejores voluntades de un pueblo que ha perdido su rumbo.

Parte del problema cubano se debe a la falta de visión sobre su futuro y a la manía de seguir creyendo en el proyecto que sale de cada cabeza, sin que sea sometido al escrutinio de los demás, para ser impuesto como la salvación del país. También, a la poca capacidad intelectual, política y ética de algunos de los que hoy deciden como hacer las cosas en ambas orillas.

Sucede también, para llenar la copa, que el compadreo, los intereses creados, la tortilla política y el amiguismo siguen apoderándose del escenario donde se debería hacer una verdadera oposición. Un sistema estructural y dinámico, como el totalitarismo cubano, necesita del talento de sus mejores hijos para imponerse sobre la inoperancia del sistema. La mediocridad, es un derroche obscuro que nada aporta a lo que Cuba necesita.

Sin ningún pesimismo, porque el optimismo de delata, mientras ocurran estas maniobras sombrías, mi amigo seguirá exiliado sin la esperanza de volver a Madruga a la espera del día de su muerte como sucedió con sus padres.