Thursday, April 4, 2013

Martin Luther King y el sueño de los cubanos



El 4 de abril de 1968 un disparo de odio cegó la vida del Martín Luther King en el hotel Lorraine de la ciudad de Memphis, terminando así la vida del norteamericano más preclaro del siglo veinte. La noche de su muerte se encontraba reunido con sus colaboradores en una habitación de aquel modesto hotel, cuando se dispuso a salir al balcón en un momento de reposo. Era lo esperado por el asesino confeso, James Earl Ray, quien al apretar el gatillo de su fusil segregacionista intentaba matar la esperanza que el pueblo negro de América anhelaba por varios siglos.   

Con el paso del tiempo y la obra del doctor King, por la defensa de los derechos civiles de los norteamericanos, se inmortaliza para siempre. Su convocatoria permanente a la paz cívica de América lo convierte en el mejor referente ético para una sociedad donde las ascuas del fundamentalismo racial se mantienen encendidas.

Aquel sueño de unidad entre los componentes raciales de la sociedad americana se ha mantenido después de la firma de la ley de los Derechos Civiles el 2 de julio de mil novecientos sesenta y cuatro, considerada como la ley que hizo a América un mejor país. Aquella legislación sepultaba, por voluntad de la mayoría de los norteamericanos, las leyes racistas de Jim Crow que se mantuvieron desde el año 1876 hasta 1965 promulgando en los estados la segregación racial en los espacios públicos bajo el efugio de “separados pero iguales” aplicable a los afro norteamericanos y al resto de los grupos étnicos no blancos en Estados Unidos.

La importancia de Martin Luther King, no solo radica en haber luchado por superar las barreras de la segregación, sino en la presencia de su legado para continuar monitoreando el respeto a la igualdad en la oportunidad que ofrece la democracia norteamericana a sus ciudadanos.

Su discurso memorable Yo tengo un sueño mantiene la vigencia de aquella tarde cuando fue pronunciado bajo la sobra del monumento a Abraham Lincoln en Washington, el 28 de agosto de 1963, y ante la mirada vigilante del capitolio nacional. Sueños que otros hombres, de tierras diferentes, quieren para la suya. Como los cubanos, atrapados por el absurdo de una dictadura totalitaria agazapada en el poder contra la voluntad popular.

Las enseñazas del doctor King, a través de la desobediencia civil y la no violencia, armas de incalculable valor para cambiar la injusticia del mundo, han sido los instrumentos más eficaces que han estado al alcance de los opositores en Cuba para llegar algún día a edificar, como promueven dentro de la isla, un nuevo país.




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