Un señor de mi pueblo, cuyo nombre no vale la pena mencionar, me escribió en privado insultándome. Dijo en su mensaje, dentro de tantas cosas, que yo era un traidor, desagradecido y que tengo ciertos deseos de venganza. A sus improperios le respondí, después de argumentar como su fanatismo era una lamentable enfermedad: oraré por tu alma. Inmediatamente pensé, porque me dejó pensando, que había una verdad en su última ofensa. Realmente, tengo deseos de venganzas.
Me vengaré de los Castros, trabajando sin descanso, con todos los cubanos de buena fe, para construir un país distinto, mejor y libre. Un país que revise las cenizas del castrismo cada días y descubra las ascuas encendidas que puedan quedar de tan perverso sistema y apagarlas para siempre. Que institucionalice el derecho a la libertad, como el don supremo e inviolable de cada compatriota, y que devuelva la plena dignidad a todos los cubanos.
Me vengaré, con acertado placer, viendo como las efigies de la intolerancia serán borradas de las plazas ceñidas por el dogma del odio. Cuando los culpables comparezcan ante la justicias para ser severamente condenados por sus crímenes y sus castigos no impliquen la muerte como hicieron los rebeldes de Castro. Mi venganza será, para disfrute total, cuando los niños no juren ser como el Che Guevara, cuando las mujeres no encuentren en la prostitución un mejor destino a sus vidas y cuando los jóvenes decidan a permanecer en Cuba para desarrollarla y darle el lugar que siempre mereció.
Mi venganza será, cuando vea leer, en cualquier lugar de mi país, los libros de Guillermo Cabrera Infantes, Zoé Valdés Valdez, Reinaldo Arenas, Gastón Baquero, Milán Kundera, Alexander Solzhenitsyn o Jorge Luis Borges, sin esconderse de nadie. Cuando escribir libremente no implique un castigo, cuando una reunión no sea interpretada como una conspiración y cuando los periódicos reflejen la realidad tal cual es.
Mi venganza pasa por ayudar a desinfectar del dogma marxista aquellos incondicionales al castrismo que tratarán de revertir el curso de la futura democracia desde la demagogia, la intriga, el odio, el chivatazo y el bloqueo a las ideas nuevas. Me vengaré de Idalmis Gómez, quien una tarde de Agosto ofreció su casa a la seguridad del estado para convertirla en un puesto de mando, desde donde se dirigió el desalojo de mi familia y ayudó a incautar mis libros para luego ser arbitrariamente detenido, invitándola a que se convierta en una demócrata. Me vengaré de Aldo Cortez (médico vecino que me golpeó un día 27 de septiembre del 1998 defendiendo a su revolución) mirándole a sus ojos revolucionarios para ayudar a curarle su odio cerval.
Me vengaré del policía, de los segurosos, de los chivatos del barrio, de los maestros que invitaban a los alumnos a no relacionarse con mis hijos, del chofer que me bajó de su carro cuando opinaba contra el sistema, del obrero del central Amancio, cuando intentó sacarme de un centro comercial, del psiquiatra Gervasio (agente del SE) y de Joaquín Valenzuela, por su humillante mitin de repudio en el hospital, ofreciéndoles el perdón que no merecen.
Mi venganza será, el día que los libros de historia describan a la dictadura actual como una referencia nefasta del pasado.
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