I Capitalismo brutal y bondades socialistas
La dinámica de nuestra existencia está condicionada por los agentes de influencias políticas, económicas y por actores sociales. Es el poder atribuido a quienes tienen mayor capacidad para impactar a los demás con el influjo cultural y otras herramientas creadas para esos fines. Los instrumentales derivan del desarrollo de las sociedades altamente productivas, como la norteamericana, donde los poderes regularizan las necesidades de la gente. Las llegan, incluso, a crear para inducir dependencias de las mismas y las modifican hasta moldearla al nivel de sus receptores que al consumirlas se desprende de sus individualidades. Es, por su significado, una invasión casi total en la vida privada de los individuos que significativamente, no advierten los puntos de llegadas de esas influencias psicológicas, culturales, de propagandas ideológicas y otros a su entorno de vida. Si esta teoría critica, del hombre unidimensional, es solo aplicable al capitalismo y se no adecúa a la experiencia de los sistemas socialistas que existieron en Europa y Rusia y se mantienen hoy en Cuba, China, Korea del Norte y Viet Nam, hablamos de un simplificación del problema fundamental que es la libertad y del lugar donde mejor se ejerce tal derecho.
II Los medios y el miedo
La confrontación real entre el gobierno democrático y los medios de comunicación en Estados Unidos advierten una peligrosa guerra mediática sin precedente históricos. El poder, aun cuando tiene la capacidad de controlar el orden del conjunto de los ciudadanos del país, es vulnerable a la embestida crítica y a la capacidad de la prensa de presentar versiones de opinión sobre las gestiones del gobierno. Las causas de la confrontación, que pueden ser discutibles por ser diversas y complejas, se resumen, en primer lugar, en el posicionamiento ideológico de las partes. Después, en la radicalización de esas posturas y la capacidad de mantenerlas sin consentir algo positivo en el otro, alejando toda posibilidad de entendimiento para luego, blindar los credos hasta el desgaste de una de las partes enfrentadas. (Los medios no están obligados a rendirse a las exigencias del gobierno, me dijeron. Y es verdad)
La Gran Prensa en Estados Unidos, ha declarado la Guerra al presidente Trump y la respuesta de la Casa Blanca, cuya torpeza es innegable en algunos casos, alimenta el resentimiento de quienes no admiten representación en la administración actual. Justamente, por aquí pasa la gravedad del asunto porque los medios al ejercer la función que le corresponde, por ser independientes, se orientan en la búsqueda de apoyo en sus receptores. Lógicamente necesitan, para tomar ventaja en el pulso con el poder, movilizar, en la opinión y en la actuación conductual, a los sectores críticos de la sociedad, los progres de siempre y a la nueva izquierda intelectual.
Ningún movimiento moderno puede prescindir de los medios. Hoy, los grupos críticos y activos que enfrentan al establishment americano, tienen a la prensa a su disposición. Es algo insólito porque la verdad, que siempre es relativa y cuestionable, pasa por la absolutización y pocas veces es reprobada cuando ciertos medios tienen los créditos de un suceso. La manera que han encontrado los grandes medios para responder a su nuevo desafío, después del descredito del 8 de Noviembre, ha sido juntarse en un bloque solidificado para superar la falta de credibilidad de aquel día. La estrategia es embestir con todo al presidente Trump, figura central de aquella traumática noche para la prensa de Estados Unidos. Al estirar al máximo las cuerdas de la confrontación, se ha tildado al presidente de todo lo peor. De las peores cosas que si dicen contra él es llamarlo fascista y algunos personajes mediáticos, para superar la frustración y el nerviosismo, asustan a la audiencia con un mensaje confuso, superficial y facturado en envolturas ideológicas.