La reciente decisión del gobierno cubano de eliminar el permiso de salida o carta Blanca para viajar al extranjero es, con toda seguridad, la medida más importante adoptada, hasta este momento, por Raúl Castro quien, desde su llegada al poder, ha prometido cambios estructurales en todas las esferas de la sociedad y la vida de los cubanos.
Quienes han tenido que pasar por el trámite recordarán con cierta amargura esta traba burocrática nacida del capricho personal de Fidel Castro, que en su afán desmedido por contralar la vida de cada ciudadano en Cuba, accedía hasta el ultimo momento al castigo excesivo contra quienes deseaban viajar o vivir fuera de la isla.
Esa política aplicada en Cuba, y en un reducido numero de países como Corea del Norte y Birmania, además de injusta e inhumana desnudaba la vileza del oficialismo cubano porque aquel tramite, no solo reprimía la libertad de movimiento, sino que iba acompañado del chantaje, la arbitrariedad y la venganza.
Incontables testimonios de personas con visa para viajar a determinado lugares de este mundo global han narrado como eran sometidos a presiones de todo tipo, citaciones oficiales por parte de la policía para advertirle sobre su futuro, amenazas y hasta para comunicarle el supuesto desprecio que la sociedad sentían hacia ellos, esputándoles epítetos degradantes, groseros y calumniosos.
Pero eso formará parte del pasado porque, a partir del catorce de enero del próximo año, los cubanos, al fin, podrán viajar libremente a cualquier país del mundo, si cuentan con una visa expedita por las autoridades de la nación que desean visitar.
Las reacciones en ambas orillas no se hicieron esperar con el anuncio de los cambios migratorios y tienen pocos puntos de coincidencia. En Cuba se ha recibido con euforia la medida y en Miami con escepticismo. La reacción del exilio responde a la suspicacia que generan tantos años de poder de un gobierno inamovible y controlador. También, porque el transfondo ideológico de la argumentación ofrecida por el gobierno cubano, al culpar a Estados Unidos sobre la imposición de controles rígidos a sus ciudadanos, es, además de injustificado y falso, una repetida manía del oficialismo criollo para quitarse la responsabilidad sobre el daño que ha hecho a su pueblo y eso, indudablemente, genera incertidumbres y desconfianzas. El entusiasmo intramuros responde al ansia de un pueblo hambriento de conocer al mundo y que respira, en cada ventanita que se abre, el aire de la libertad que tanto anhela.
Lo importante es saber interpretar la medida en positivo. Realmente, estos cambios se han alcanzado gracias a la constancia de los opositores y activistas por la democracia en la isla porque, durante largos años y sin agotarse, han denunciado el deterioro constante en materia de derechos humanos por parte de un gobierno que llega a limitar el derecho del pueblo cubano a desplazarse libremente por cualquier parte del mundo.
A partir de ahora, a contar los días que falta para que la nueva leyes migratorias en la isla entren en efecto. El dos mil trece comenzará siendo un año con suerte para los que siempre han soñado en cruzar las fronteras cerrada de Cuba.
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