Thursday, October 11, 2012

Cuba, Venezuela, la oposición cívica y las dependencias



Las pasadas elecciones presidenciales en Venezuela crearon muchas expectativas en el mundo a partir de la justificada creencia de que Henríque Capriles podía derrotar al presidente Hugo Chávez Frías. Sin embargo, un cincuenta y cuatro por ciento del pueblo venezolano decidió prorrogar el mandato del líder bolivariano en el poder.

El temor a una derrota chavista tenía en vilo a La Habana porque Cuba y su nomenclatura política nunca habían sido tan dependientes de país alguno como ahora lo es de Venezuela. Incluso, mucha más que del campo socialista y la desaparecida Unión Soviética, si tomamos en cuenta la coyuntura geopolítica actual y la crisis económica mundial.

También, y a decir verdad, las fuerzas opositoras al sistema totalitario en la isla, dentro y fuera, esperaban ser sorprendido con otra cara en el palacio de Miraflores y aplaudían la llagada al país sudamericano de un líder capaz de devolver los valores de la democracia al pueblo venezolano.

Los resultados electorales defraudaron al entusiasta elector de Venezuela que optaba por un cambio. Las imágenes de los medios internacionales de prensa mostraban la parálisis en los seguidores de Capriles, el descontento del cuarenta y cuatro por ciento del pueblo que le dio su voto y hasta las lágrimas de un niño consternado cuando supo que Chávez estaría seis años presidiendo el gobierno y como guía de la revolución bolivariana. 

Para Raúl Castro y para los incondicionalitas del sistema totalitario cubano las elecciones en Venezuela ponían en juego el abastecimiento de algo más de noventa y cinco mil barriles de petróleo diario a la isla y un intercambio económico que durante una década a tenido al país sudamericano como el principal socio comercial de Cuba, cuya exportaciones ascendieron, en febrero del presente año, a más de seis mil veinte y siete millones de dólares. Sin dudas, la presencia cubana en casi todas las esferas de la vida política, económica y social de la nación sudamericana, dejaría de tener el mismo impacto si Hugo Chávez hubiera perdido la presidencia del país.

Los cubanos oposicionistas radicados en la isla y las fuerzas a favor de la democracia en Cuba en el exterior, apostaban por Capriles. Si el opositor de Chávez hubiera sido electo presidente evitaría que el chavismo continuara siendo el energizante del sistema político cubano y de su moribunda economía.

En la Diana de hoy quiero brevemente referirme a las gravitaciones y dependencias que suelen acompañarnos en este momento crucial que vive la patria. Las elecciones en Venezuela demostraron como este malhechizo gravitacional se pondera en la conciencia de muchos cubanos que culpan los eventos ajenos como parte de nuestras desgracias. (Claro, el mundo global es interactivo pero no desplaza el rol histórico de cada sociedad en particular).

Se ha hecho una costumbre querer depender del otro para la solución de nuestros problemas. Desde todas partes escuchamos justificados reclamos en busca de apoyo para la democratización de Cuba. En diferentes conferencias sobre la isla, los académicos analizan los factores externo que eternizan al castrismo en el poder. En otras partes se aboga por el levantamiento del embargo para salir de los hermanos Castro o mantenerlo como presión para ahogar al sistema cubano. Si Chávez no existiera Cuba colapsaría, dicen otros.

La tendencia a buscar, entre cubanos, una solución a nuestro problema nacional parece distante porque se agotan las energías, el talento y los recursos queriendo que otros hagan nuestros deberes. Es más fácil esperar que en Venezuela derroten a Chávez, para cerrarle las llaves de la financiación económica al régimen, que apostar por un consenso político entre las fuerzas prodemocráticas cubanas en la isla y el exilio.

Chávez estará gobernando en Venezuela hasta el 2018. ¿Tendremos que esperar hasta esa fecha para saber si el oxigeno económico que éste da a La Habana se acaba y entonces los cambios en Cuba se pueden dar? La lógica indica la necesidad trascendente de hacer nosotros mismos lo que nos corresponde porque otros, no importan quienes sean, están ocupado en lo suyo.

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