La muerte de Osvaldo Paya Sardinas y Harold Cepero en un trágico accidente automovilístico, a veinte y dos kilómetros de Bayamo, es una lamentable pérdida para el movimiento cívico cubano. Sin embargo, el fallecimiento del líder del Movimiento Cristino Liberación y del joven activista de Ciego de Ávila, no deben interpretarse como el fin de un liderazgo dentro de la organización opositora mejor estructurada, dinámica y funcional en Cuba.
En la Diana de hoy intentamos poner en perspectivas la figura de Osvaldo Paya Sardinas, comparándola con la de Fidel Castro por ser éste último el que representa el poder del totalitarismo tropical en la isla y el carácter de un guía supuestamente intachable y entregado al servicio a favor del pueblo cubano.
Mientras Castro se atrinchera en sus ideas inmovilistas, Paya sostenía las suyas con una visión perfectiva y con la versatilidad que imponen los nuevos tiempos. El gobernante antillano negaba a Dios y el disidente acogía la doctrina social de la iglesia católica como instrumento para influenciar en la conciencia popular y promover los cambios hacia la democracia.
Fidel, en sus largos monólogos, articulaba un discurso confrontacional, lleno de odio, con evidentes dicotomías y fatalista, cuyo propósito siempre ha sido adormecer a las masas en torno a su figura. Sin embargo, en Paya Sardinas, su oratoria partía de una realidad que afecta a todos los cubanos, era sencilla, incluyente, llena de amor, creible y verdaderamente humana. El tono nasal de su voz, no estrechaba la riqueza en el contenido de sus palabras ni el alcance de sus proyectos.
Castro siempre ha estado convocando a sus compatriotas para la guerra y a prepararse a morir por defender sus ideas marxistas. En el opositor fallecido se convocaba a los cubanos a defender sus derechos en un ambiente de paz y reconciliación. Insistía en la transparencia cívica para fundar una nueva nación, tal como Vaclav Havel expresara en su obra “El poder de los sin poder”, mientras Fidel alimenta la conspiración, el secretismo a ultranza y la persecución.
Dentro del movimiento Cristiano Liberación, Osvaldo promovió una iniciativa ciudadana para llegar al poder utilizando la No violencia, sin vulnerar las leyes injustas de la revolución y sin exceptuar a los propios responsables de tanta injusticia en el país. Del otro lado, Castro promovió, dentro del movimiento 26 de julio, sus ideas a partir de métodos violentos, con asaltos a cuarteles, secuestros, se incluye el de un deportista extranjero, ejecutando a quienes se negaban a continuar bajo sus ordenes hasta sembrar el odio como una arma eficaz para llegar a las máximas instancias del gobierno insular.
Osvaldo era un excelente padre de familia, todos los que lo conocieron daban fe de su respeto por las demás personas, era buen vecino, un hombre común y corriente, sin ideas mesiánicas, amigo, trabajador ejemplar, con una cultura cívica a flor de piel y poseía la virtud de la humildad. En la personalidad de Fidel Castro se encuentra la aberración patológica de un hombre que se cree un iluminado, poseído por un don especial que le permite, en su imaginario, estar por encima de los demás, conducir a los otros al lado de sus creencias y llevarlo al castigo cuando disienten. No tiene amigos cubanos "para evitar celos entre ellos", según sus propias palabras, mientras cosecha amistades extranjeras a los cuales se rende como una infanta envilecida y audaz. No respeta ningún orden, se resiste a mostrarse en familia, su vida es un enigma creado a partir de un mito en torno a su persona. No tiene vecino, es paranoide, con permanentes ideas de daño y persecución. Habla de los cubanos en tercera persona y compensa sus serios trastornos de personalidad haciendo sufrir al pueblo, mientras se muestra como un benefactor ante el mundo.
Paya Sardinas no solo estaba en la antípoda ideológica de Fidel Castro. Además lo superaba en los rasgos más comunes de todo ser humano porque era modesto, amante del bien común, dedicó su vida al servicio cívico, a la No violencia y a la reconciliación entre todos los elementos circunstanciales del país. No se inventó un carisma como político, no era altanero ni provocador y mucho menos buscaba consagrarse una imagen de un salvador señero y eficaz. Sencillamente, era un hombre igual que tu con virtudes y defectos.
El legado de Castro ha sido un pueblo dividido por razones ideológicas, el rencor en la familia cubana y el despojo de la virtud en la nación. Osvaldo deja, para los cubanos de todas las orillas, su llamado permanente a la liberación, cuyo alcance perdurará en el tiempo porque es una necesidad esencial para cualquier nación de hombres libres.