Las últimas noticias llegadas desde Birmania son alentadoras. La junta militar ha flexibilizado sus posturas abriéndose al mundo de forma acelerada y sin traumas. Todo indica que los hombres del poder, en aquel lejano país asiático, han optado por cambiar las cosas de forma gradual, en un proceso que según los expertos no tendrá marcha atrás.
El peso de la lucha por democratizar este país de más de 47 millones de habitantes, ubicado en la península de Indochina y con algo más de 600 mil kilómetros cuadrados está en mano de una mujer. Se trata del Premio Nóbel de la Paz Aung San Suu Kyi, cuyo liderazgo es indiscutible internamente y a nivel internacional.
En la Diana de hoy intento establecer un paralelismo entre el liderazgo político de la oposición de Cuba y Birmania. En la isla, aunque la presencia de la mujer en la oposición siempre ha estado presente a lo largo del gobierno totalitario, su imagen aparece como la figura romántica dentro de una lucha donde los hombres tienen todo el protagonismo.
La herencia machista de nuestra cultura, la inefable postura del hombre cubano cuando es dirigido por una de sus compatriotas y la tradicional competencia del ejercicio político por los hombres, difieren de la oposición birmana en la actualidad. En aquel país, una mujer ha sabido agrupar en torno a su propuesta democrática a lo más avanzado de la intelectualidad, a los sectores marginales, a los jóvenes, las mujeres y hasta a los tradicionales monjes budistas.
La causa del consenso político en la oposición birmana, se debe a que las fuerzas opositoras han sabido jerarquizar el liderazgo y han optado por apoyar a quien mejor representa los intereres del país en una propuesta democrática incluyente, de fácil asimilación y estratégicamente bien diseñada.
La líder Suu Kyi, estuvo recluida en su casa por muchos años sin hacer activismo bajo techo. Sin embargo, mantuvo el control dentro de la oposición nacional porque antes había creado una amplia red de colaboradores y activistas que podían mantener las exigencias democráticas sin la presencia directa de su jefa. Desde el interior de su residencia en Rangún, esta mujer traspasaba las fronteras de su país y su voz se escuchaba en todos los rincones del mundo. El efecto de su esfuerzo ha sido la solidaridad internacional con su causa y el reconocimiento por la propia Junta Militar, aunque tardío, del derecho de ese pueblo a formar parte de la modernidad y de un sistema abierto a las oportunidades.
Las últimas elecciones donde el partido de la oposición formó parte, sirvieron para medir el grado de efectividad, dentro del pueblo birmano, de la Liga Nacional por la Democracia (nombre del partido opositor) y de su líder Suu Kyi, quien fue elegida a formar parte del parlamente nacional.
La disidencia cubana, podría aprender de los birmanos ponderando internamente un consenso político dirigido por el más capaz, carismático y facilitador de acuerdos inteligentes, entre todas las tendencias ideológicas dentro de Cuba. Diseñando una estrategia racional, donde lo importante sea movilizar a su pequeña base social, puede motivar a otros cubanos a unírseles para demandar el respeto a sus derechos y el reconocimiento, por parte del oficialismo, a su dignidad humana.
Posiblemente, en esa búsqueda aparezca una mujer sin estar contaminada por el protagonismo, las intrigas y la apatía. Los birmanos, no tiene un exilio tan poderoso como los cubanos, el nivel de ilustración es incomparable con el nuestro y tampoco posee a nivel internacional el atractivo de Cuba. Pero han sabido actuar, dentro del férreo control militar, haciendo un “capital semilla” para ampliar su base de apoyo y buscando fuera de sus fronteras el sostén de los demócratas internacionales comprometidos con la libertad.
Los buenos ejemplos se toman, siempre han dicho nuestros padres. Estamos en presencia de uno que vale la pena considerar.
Comentario semanal transmitido a Cuba por Radio Martí…
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