Ha fallecido Václav Havel, el más comprometido político europeo con la libertad de Cuba. Fue en la madrugada de este día 18 de diciembre, cuando la muerte le sorprendió alargándole su sueño hacia la eternidad.
Lo conocí en Miami durante un histórico encuentro con los cubanos del exilio. Parecía tener la altura de las palmas a pesar de su pequeña estatura, porque mostraba el rostro humano de un político ilustrado, con la serenidad de un flemático congénito y el dominio de sus circunstancias más espinosas. Hablaba muy despacio y sus palabras quedaban quebradas por una respiración profunda, pero la claridad de sus ideas deshacía las dudas sobre su salud.
En el 2004, en la capital de su país, inauguraba el Comité Internacional para la Democracia en Cuba, la iniciativa internacional mejor estructurada a favor de los demócratas cubanos. Sus palabras finales, desde el podio del Senado Nacional de la República Checa, fueron breves, pero sirvieron a los cubanos presentes como motivación para tomar las llaves del futuro. Lo hizo sonando su llavero personal. Aquel simbolismo, para abrir las puertas de la libertad y de las prisiones en la isla, convirtió a Havel en la figura más prestigiosa del mundo que asumía la defensa del pueblo cubano como parte de su agenda de vida.
La presencia del absolutismo cubano siempre le recordó los días aciagos del comunismo en su país. Tal vez, esa tragedia a miles de kilómetros de la democracia checa, se convirtió en el detonante de su solidaridad comprometida con Cuba y su pueblo. Desde antes, en los discursos políticos y en su libro, El poder de los sin poder, describía su entusiasmo por la autonomía popular en cualquier parte del mundo. En ellos enseñaba a los demócratas reprimidos por las tiranías cuales pueden ser las armas para defender los valores de la democracia y la libertad.
En el 2007, al recibir la medalla de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, se hizo acompañar de varios disidentes, provenientes de Burma, Irán, Cuba, Vietnam, China, Corea del Norte y Bielorrusia. Estuvimos a su lado, recibiendo el influjo de su vida consagrada al bien común y el estímulo de su experiencia como estadista mundial. En aquel momento parecía el joven de espíritu que siempre fue. Su alegría la mostraba con la sonrisa del optimismo por la suerte de cada uno de los países dominados por regímenes de odio y terror.
Para nuestro héroe nacional, José Martí, su muerte no es cierta “porque ha cumplido bien la obra de la vida”.
¡Descanse en Paz!
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