Gloria Estefan, es una cantante que jamás ha renunciado a su cubanía. Basta con escuchar sus canciones y los acordes tropicales de su extenso cancionero. Ella y Emilio (su esposo) han glorificado, en la distancia, el nombre de Cuba. El mundo la admira y el régimen cubano le teme a su honestidad.
Ahora, con la magia de una heroína salida del pentagrama musical, ha citado con justa razón, a los cubanos del exilio a solidarizarse con las Damas de Blanco. Con esta convocatoria cívica Gloria ha comenzado a escribir su mejor canción.
El cancionero cubano siempre ha estado implicado en los grandes acontecimientos del país. Autores prodigiosos nacidos en Cuba, quienes admiran el encanto del lugar donde nacieron, han dedicado lo mejor de su creación artística a cantarle a las palmas, al mar, al azul de nuestro cielo y al carácter singular de pueblo cubano.
Gloria, quien abandonó su patria siendo muy niña, rememora, con canciones sencillas y acordes accesibles, aquellos sitios donde nacería (pensando crecer, vivir y morir) si antes no hubiera aparecido la siniestra aventura del castrismo.
“Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz” dijo José Martí y es muy cierto. Sin embargo, no todo somos capaces de captar un minúsculo sorbo de dignidad teniendo la posibilidad de hacerlo. La señora Estefan, comenzará a ser recordada no solo por su melodiosa voz, sino por su activo compromiso con la libertad de país que la vio nacer.
Wednesday, March 24, 2010
Wednesday, March 17, 2010
Todos Somos Cubanos
El asesinato por el régimen cubano del joven disidente Orlando Zapata Tamayo el pasado 23 de febrero y la huelga de hambre que actualmente mantiene Guillermo Fariñas Hernández, hace más de tres semanas en Santa Clara, han suscitado una serie de debates en el exilio cubano por motivo del origen racial de los implicados.
Algunas personas argumentan en diferentes partes del mundo, a través de los medios informativos, que los cubanos de piel negra son más valientes que sus compatriotas blancos y que el protagonismo de Zapata y Fariñas es un hecho heroico que solo los ciudadanos de piel oscura están dispuestos hacer.
Los que fundamentan estas intrigas desconocen al pueblo de Cuba y olvidan que a lo largo de nuestra historia, negros, blancos y mulatos, han estado unidos en defensa del país y contra todo tipo de injusticia.
José Martí y Juan Gualberto Gómez, Antonio Maceo y Carlos Manuel de Céspedes, Boitel y Zapata, entre otros tantos, son los mejores ejemplos para ilustrar, que antes discusiones estériles acerca del origen racial, ha estado el compromiso de todos los cubanos con los valores de la libertad.
Los que alimentan esas intrigas, insistiendo en separar a los cubanos por el color de su piel, están cometiendo un grave error cuyas consecuencias pueden ser lamentables para el futuro democrático de la isla.
La confrontación no es el camino para resolver el prejuicio racial que históricamente ha existido en Cuba. Sólo el entendimiento, que emana de una educación sostenible y moderna, puede convertirse en el vehículo que cambie la percepción de aquellos ciudadanos, que equivocadamente, crean sentirse superiores a otros por su origen racial.
Distinguir entre cubanos blancos y negros es una excusa lamentable e injustificada, sobre todo entre aquellos que luchan para salvaguardar al pueblo de Cuba del totalitarismo de los hermanos Castro. La dictadura cubana SI es racista y siempre ha tomado en cuenta el color ideológico de los ciudadanos, para luego actuar de manera cruel contra todos los que piensen diferentes, sin importarle su origen racial, credo y/o opinión política.
Orlando Zapata y Guillermo Fariñas son, por encima de cualquier particularidad de sus genes y fenotipos, cubanos comprometidos con la libertad de su patria, siendo capaces del mayor sacrificio, como en su momento lo hizo Pedro Luis Boitel
Algunas personas argumentan en diferentes partes del mundo, a través de los medios informativos, que los cubanos de piel negra son más valientes que sus compatriotas blancos y que el protagonismo de Zapata y Fariñas es un hecho heroico que solo los ciudadanos de piel oscura están dispuestos hacer.
Los que fundamentan estas intrigas desconocen al pueblo de Cuba y olvidan que a lo largo de nuestra historia, negros, blancos y mulatos, han estado unidos en defensa del país y contra todo tipo de injusticia.
José Martí y Juan Gualberto Gómez, Antonio Maceo y Carlos Manuel de Céspedes, Boitel y Zapata, entre otros tantos, son los mejores ejemplos para ilustrar, que antes discusiones estériles acerca del origen racial, ha estado el compromiso de todos los cubanos con los valores de la libertad.
Los que alimentan esas intrigas, insistiendo en separar a los cubanos por el color de su piel, están cometiendo un grave error cuyas consecuencias pueden ser lamentables para el futuro democrático de la isla.
La confrontación no es el camino para resolver el prejuicio racial que históricamente ha existido en Cuba. Sólo el entendimiento, que emana de una educación sostenible y moderna, puede convertirse en el vehículo que cambie la percepción de aquellos ciudadanos, que equivocadamente, crean sentirse superiores a otros por su origen racial.
Distinguir entre cubanos blancos y negros es una excusa lamentable e injustificada, sobre todo entre aquellos que luchan para salvaguardar al pueblo de Cuba del totalitarismo de los hermanos Castro. La dictadura cubana SI es racista y siempre ha tomado en cuenta el color ideológico de los ciudadanos, para luego actuar de manera cruel contra todos los que piensen diferentes, sin importarle su origen racial, credo y/o opinión política.
Orlando Zapata y Guillermo Fariñas son, por encima de cualquier particularidad de sus genes y fenotipos, cubanos comprometidos con la libertad de su patria, siendo capaces del mayor sacrificio, como en su momento lo hizo Pedro Luis Boitel
Wednesday, March 10, 2010
Lula y el silencio de los corderos
El anuncio del gobierno cubano, a través del periódico oficialista Granma, de dejar morir a Guillermo Fariñas, antes de ceder a las súplicas del disidente, demuestra el lado criminal del castrismo. Con la frialdad de un verdugo, acostumbrado a matar, advierten al mundo su decisión y con ello se lavan las manos.
Con la misma prontitud derivada de la complicidad, Ignacio Lula Da Silva, compara a la disidencia cubana con los bandidos de Sao Paulo. Esas declaraciones, además de crueles y extemporáneas, son un signo catártico que desnuda la naturaleza inhumana del presidente brasilero, en el cual muchos confiaron como un posible facilitador y ahora quedan decepcionados por su parcialidad con el régimen cubano. Si penosa es la reacción de Raúl Castro, bochornosa y lamentable resultan las declaraciones del presidente de Brasil.
Pero ¿que podíamos esperar de Lula, quien se ha convertido en un hechicero para encantar al mundo, mientras vive ocultando su lado sombrío?. El ex líder del partido de los trabajadores del país carioca pertenece al grupo de elegidos que creen, con absoluta firmeza, en la posibilidad de desmontar el capitalismo desde el ideario gramsciano cuando, hace algo más de veinte años, fundó junto a Fidel Castro, el Foro de Sao Paulo, una "segura" avenida de acceso al poder de la extrema izquierda.
La izquierda es militante y solidaria. Lula, como un respetable representante de ella, siempre lo ha sido. Ahí está el caso de Zelaya en Honduras para demostrarlo. Con el tema cubano, Brasil mirará siempre por los ojos del régimen. Por ello ha optado, como decisión política, no discutir con nadie en público el tema de los derechos humanos en la isla.
Si Fariñas muere es culpable, en primer lugar, el régimen castrista, que no accede a modificar sus errores por la empecinada ridiculez de no ceder a nada aunque hayan muertos de por medio. En segundo lugar Lula, porque sus declaraciones anticipan una justificación a la actitud de La Habana ante la opinión pública internacional. Los terceros responsables serán, aquellos que pudiendo cambiar el curso de los acontecimientos guardan sus lenguas debajo de los calzoncillos como lo hace el presidente del gobierno español José Luís Rodríguez Zapatero.
¿Por qué las autoridades cubanas se muestran impasibles ante la muerte de Orlando Zapata, hace unas pocas semanas, y el posible fallecimiento del licenciado Guillermo Fariñas? La revolución cubana tiene una larga historia de crímenes alevosos desde los días de la Sierra Maestra. El propio Ernesto Che Guevara, narra en su libro “Pasaje de la Guerra de Guerrilla” como se realizaban juicios sumarios en las montañas de Oriente y luego eran ejecutados jóvenes rebeldes, sin derecho a defensa alguna, por faltas menores como robar una lata de leche condensada. El guerrillero argentino llegó a creer que los guajiros fusilados pudieron haber estado al lado de la revolución si no hubieran confundido aquella gesta revolucionaria como una aventura de bandidos.
En enero de 1959, en la antigua provincia de Camagüey, Fidel Castro fue informado, mientras conversaba con unas monjitas de un convento de la ciudad, que quedaban algunos focos de resistencia en el territorio. La respuesta del joven comandante fueron contundente: “Captúrenlos, háganles un juicio y fusílenlos”. Después, a lo largo de toda la isla, movilizó al pueblo para justificar los asesinatos de los antiguos activistas de la dictadura anterior. “Paredón, paredón, paredón”… era un exclamación casi unánime salida de las gargantas del confundido pueblo cubano que, cautivado por el hechizo de Fidel Castro, apoyó la ejecuciones de cientos de compatriotas.
El asesinato de Arnaldo Ochoa en 1989 y otros tres altos oficiales de las Fuerzas Armadas revolucionarias y el Ministerio del Interior, por órdenes del alto mando del país, dejó como lección la soberbia implacabilidad del régimen hasta con aquello que hicieron la revolución.
El 11 de abril del 2003, por orden expresa de Castro tres jóvenes negros fueron condenados a muerte por intentar alcanzar las playas del sur de la Florida, convirtiéndose este hecho en una de las mayores alevosías del castrismo. Ante la crítica de muchos gobiernos del mundo, el entonces canciller, Felipe Pérez Roque, respondió que habían sido ejecutados para evitar una guerra con los Estados Unidos.
Un hecho sorprendente, además, es que los últimos cuatro asesinados en Cuba han sido jóvenes negros. Sé, porque lo sufrí en carne propia, cómo reaccionan los gendarmes de Castro contra los opositores de piel oscura. Zapata y Fariñas con su piel de ébano, su gallardía y la inteligencia son atascos para el régimen y lo prefiere muerto aunque sobre su arrogancia caiga el peso de su culpa.
Es hora de advertirles a los hermanos Castro, a Lula, a Zapatero y a todos aquellos coadjutores del crimen en Cuba que la memoria de los pueblos nunca muere.
Con la misma prontitud derivada de la complicidad, Ignacio Lula Da Silva, compara a la disidencia cubana con los bandidos de Sao Paulo. Esas declaraciones, además de crueles y extemporáneas, son un signo catártico que desnuda la naturaleza inhumana del presidente brasilero, en el cual muchos confiaron como un posible facilitador y ahora quedan decepcionados por su parcialidad con el régimen cubano. Si penosa es la reacción de Raúl Castro, bochornosa y lamentable resultan las declaraciones del presidente de Brasil.
Pero ¿que podíamos esperar de Lula, quien se ha convertido en un hechicero para encantar al mundo, mientras vive ocultando su lado sombrío?. El ex líder del partido de los trabajadores del país carioca pertenece al grupo de elegidos que creen, con absoluta firmeza, en la posibilidad de desmontar el capitalismo desde el ideario gramsciano cuando, hace algo más de veinte años, fundó junto a Fidel Castro, el Foro de Sao Paulo, una "segura" avenida de acceso al poder de la extrema izquierda.
La izquierda es militante y solidaria. Lula, como un respetable representante de ella, siempre lo ha sido. Ahí está el caso de Zelaya en Honduras para demostrarlo. Con el tema cubano, Brasil mirará siempre por los ojos del régimen. Por ello ha optado, como decisión política, no discutir con nadie en público el tema de los derechos humanos en la isla.
Si Fariñas muere es culpable, en primer lugar, el régimen castrista, que no accede a modificar sus errores por la empecinada ridiculez de no ceder a nada aunque hayan muertos de por medio. En segundo lugar Lula, porque sus declaraciones anticipan una justificación a la actitud de La Habana ante la opinión pública internacional. Los terceros responsables serán, aquellos que pudiendo cambiar el curso de los acontecimientos guardan sus lenguas debajo de los calzoncillos como lo hace el presidente del gobierno español José Luís Rodríguez Zapatero.
¿Por qué las autoridades cubanas se muestran impasibles ante la muerte de Orlando Zapata, hace unas pocas semanas, y el posible fallecimiento del licenciado Guillermo Fariñas? La revolución cubana tiene una larga historia de crímenes alevosos desde los días de la Sierra Maestra. El propio Ernesto Che Guevara, narra en su libro “Pasaje de la Guerra de Guerrilla” como se realizaban juicios sumarios en las montañas de Oriente y luego eran ejecutados jóvenes rebeldes, sin derecho a defensa alguna, por faltas menores como robar una lata de leche condensada. El guerrillero argentino llegó a creer que los guajiros fusilados pudieron haber estado al lado de la revolución si no hubieran confundido aquella gesta revolucionaria como una aventura de bandidos.
En enero de 1959, en la antigua provincia de Camagüey, Fidel Castro fue informado, mientras conversaba con unas monjitas de un convento de la ciudad, que quedaban algunos focos de resistencia en el territorio. La respuesta del joven comandante fueron contundente: “Captúrenlos, háganles un juicio y fusílenlos”. Después, a lo largo de toda la isla, movilizó al pueblo para justificar los asesinatos de los antiguos activistas de la dictadura anterior. “Paredón, paredón, paredón”… era un exclamación casi unánime salida de las gargantas del confundido pueblo cubano que, cautivado por el hechizo de Fidel Castro, apoyó la ejecuciones de cientos de compatriotas.
El asesinato de Arnaldo Ochoa en 1989 y otros tres altos oficiales de las Fuerzas Armadas revolucionarias y el Ministerio del Interior, por órdenes del alto mando del país, dejó como lección la soberbia implacabilidad del régimen hasta con aquello que hicieron la revolución.
El 11 de abril del 2003, por orden expresa de Castro tres jóvenes negros fueron condenados a muerte por intentar alcanzar las playas del sur de la Florida, convirtiéndose este hecho en una de las mayores alevosías del castrismo. Ante la crítica de muchos gobiernos del mundo, el entonces canciller, Felipe Pérez Roque, respondió que habían sido ejecutados para evitar una guerra con los Estados Unidos.
Un hecho sorprendente, además, es que los últimos cuatro asesinados en Cuba han sido jóvenes negros. Sé, porque lo sufrí en carne propia, cómo reaccionan los gendarmes de Castro contra los opositores de piel oscura. Zapata y Fariñas con su piel de ébano, su gallardía y la inteligencia son atascos para el régimen y lo prefiere muerto aunque sobre su arrogancia caiga el peso de su culpa.
Es hora de advertirles a los hermanos Castro, a Lula, a Zapatero y a todos aquellos coadjutores del crimen en Cuba que la memoria de los pueblos nunca muere.
Monday, March 1, 2010
La impotencia ante la muerte de Zapata y el silencio español
Todo parece indicar, que los gritos del sufrido pueblo cubano todavía no se escuchan en el cielo. Sin embargo, el susurro grotesco del jactancioso criminal régimen cubano cubre las portadas de los diarios mundiales. Así, de simple son las contradicciones de este mundo, donde los intereses son para algunos muy importantes y están por encima de valores humanos.
Ha muerto en Cuba Orlando Zapato Tamayo. A decir verdad, el impacto mediático de su fallecimiento alcanzó todas las orillas de este mundo. Sin embargo, se quedaron impotentes los apasionados de la libertad y en silencio los cómplices de siempre. La rabia me dominó y al rato estaba sentado evaluando mi incapacidad para alcanzar el camino del regreso a Cuba. Escribí varios emails a políticos y de algunos respondieron: “muchas gracias por la información”. Claro, la muerte de un compatriota siempre será una gran noticia capaz de cubrir titulares en el corazón de los cubanos que luchamos por la libertad de la patria y pocas veces es un hecho trascendente para los políticos que prefieren callar a la injusticia.
España, por culpa del actual gobierno, carga en sus espaldas el peso de la mayor complicidad con la dictadura cubana. Su empecinada actitud de abrirle espacio al totalitarismo en Europa tiene, claro está, raíces ideológicas.
Se olvida Zapatero de los lazos culturales y afectivos que existen entre dos pueblos hermanados en la historia y se aferra a un solo lado, lamentablemente, al de los hermanos Castro. España mira a Cuba desde el prisma de régimen y en sus aturdidas improvisaciones comete un crimen singular de guardar silencio sobre las violaciones a los derechos humanos en la isla.
La muerte de Orlando Zapata para los actuales gobernantes españoles es un pequeño error del régimen cubano que debe tratarse de manera tibia para no enturbiar las excelentes relaciones bilaterales entre los dos países. Es una pena que tales conductas se asuman contra la más prolongada dictadura que ha sufrido occidente.
Caben muchas preguntas. ¿Actuaría Zapatero y su séquito del PSOE de la misma manera con Pinochet en Chile o Trujillo en República Dominicana? ¿Se fotografiaría el canciller Moratinos con los militares argentinos que enlutaron a ese país austral? ¿Guardaría silencio el gobierno español de haber sido Orlando Zapata uno más de los asesinados por la desaparecida dictadura uruguaya? ¿Por qué tanta inmoralidad y dobleces de La Moncloa con las autoridades cubanas? ¿Cómo se pueden entender los raseros de prerrogativas que instituyen para los hermanos Castros tan lejos de otros que se fundamentaron para aquellos gobiernos dictatoriales que existieron en Latinoamérica?
Los intereses españoles en la isla son tan importantes para el gobierno de Zapatero que prefiere el mutismo antes que condenar la muerte de un joven activista por la democracia en Cuba. Esa actitud cobarde y de abierta complicidad tendrá su costo político en el futuro. Recuérdenlo bien, Moratinos-Zapatero, las memorias de los pueblos nunca mueren.
No queremos que España decida sobre el futuro de Cuba, pero sí es una responsabilidad moral, que los demócratas de ese país y de cualquier otro sean aliados del respeto al derecho a la vida.
Al menos, si lo hubieran hecho en este momento tan especial y triste, quizás no comparecieran al juicio de la historia como compinches de una dictadura que les ofrece como ventajas lo que le niega a su propio pueblo.
Ha muerto en Cuba Orlando Zapato Tamayo. A decir verdad, el impacto mediático de su fallecimiento alcanzó todas las orillas de este mundo. Sin embargo, se quedaron impotentes los apasionados de la libertad y en silencio los cómplices de siempre. La rabia me dominó y al rato estaba sentado evaluando mi incapacidad para alcanzar el camino del regreso a Cuba. Escribí varios emails a políticos y de algunos respondieron: “muchas gracias por la información”. Claro, la muerte de un compatriota siempre será una gran noticia capaz de cubrir titulares en el corazón de los cubanos que luchamos por la libertad de la patria y pocas veces es un hecho trascendente para los políticos que prefieren callar a la injusticia.
España, por culpa del actual gobierno, carga en sus espaldas el peso de la mayor complicidad con la dictadura cubana. Su empecinada actitud de abrirle espacio al totalitarismo en Europa tiene, claro está, raíces ideológicas.
Se olvida Zapatero de los lazos culturales y afectivos que existen entre dos pueblos hermanados en la historia y se aferra a un solo lado, lamentablemente, al de los hermanos Castro. España mira a Cuba desde el prisma de régimen y en sus aturdidas improvisaciones comete un crimen singular de guardar silencio sobre las violaciones a los derechos humanos en la isla.
La muerte de Orlando Zapata para los actuales gobernantes españoles es un pequeño error del régimen cubano que debe tratarse de manera tibia para no enturbiar las excelentes relaciones bilaterales entre los dos países. Es una pena que tales conductas se asuman contra la más prolongada dictadura que ha sufrido occidente.
Caben muchas preguntas. ¿Actuaría Zapatero y su séquito del PSOE de la misma manera con Pinochet en Chile o Trujillo en República Dominicana? ¿Se fotografiaría el canciller Moratinos con los militares argentinos que enlutaron a ese país austral? ¿Guardaría silencio el gobierno español de haber sido Orlando Zapata uno más de los asesinados por la desaparecida dictadura uruguaya? ¿Por qué tanta inmoralidad y dobleces de La Moncloa con las autoridades cubanas? ¿Cómo se pueden entender los raseros de prerrogativas que instituyen para los hermanos Castros tan lejos de otros que se fundamentaron para aquellos gobiernos dictatoriales que existieron en Latinoamérica?
Los intereses españoles en la isla son tan importantes para el gobierno de Zapatero que prefiere el mutismo antes que condenar la muerte de un joven activista por la democracia en Cuba. Esa actitud cobarde y de abierta complicidad tendrá su costo político en el futuro. Recuérdenlo bien, Moratinos-Zapatero, las memorias de los pueblos nunca mueren.
No queremos que España decida sobre el futuro de Cuba, pero sí es una responsabilidad moral, que los demócratas de ese país y de cualquier otro sean aliados del respeto al derecho a la vida.
Al menos, si lo hubieran hecho en este momento tan especial y triste, quizás no comparecieran al juicio de la historia como compinches de una dictadura que les ofrece como ventajas lo que le niega a su propio pueblo.
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