Sunday, April 15, 2018

No te olvides de abril

Imagino aquella madrugada de abril. Algo fría. Brisa a intervalo, calma absoluta, oscuridad en la escena y un escaso auditorio de ejecutores pagados por un asesino mayor. Nadie escucha el lamento de aquellos condenados a morir, quienes todavía pensaban en superar la tragedia y volver al barrio pobre de donde habían salido. Sin embargo, la solemnidad de la muerte le esperaba con el júbilo con que los dictadores matan. Fue un muerte rápida (sin tiempo para una oración) e innecesaria. Llegaron al paredón cansados de llorar. Sin poder hacer su última cena y no les cabían recuerdos en sus mentes turbadas entre tantas gentes amadas, pero recordaban a sus madres más que a cualquiera.
Sus piernas débiles temblaban y apenas escuchaban las voces de mandos del jefe del pelotón de fusilamiento. Habían muerto antes de matarlos. Eran tan frágiles (como todos en Cuba) que en su impotencia se resignaron a morir ellos mismos, como en un suicidio imaginario. Era el único recurso contra aquella injusticia. Quienes le dispararon tenían su edad y también, tal vez –porque nadie sabe cómo piensa el otro- los mismos deseos de escapar de aquel país impuro y solemne, pero cumplían la orden con rigor y apretaron el gatillo con los ojos abiertos hasta verlos caer frente a ellos. 

Después, cuando la madrugada se escapaba, los verdugos no informaron al dictador de aquellas muertes. En ese momento, Fidel Castro disfrutaba el sueño placentero en la comodidad de su poder y lejos del dolor causado a tres madres cubanas. En las siguientes horas, el comandante, con la habilidad atribuida a su astucia, se dispuso a superar los retos por el crimen. Llamó a los intelectuales de adentro (también de afuera) y estos hicieron cartas justificando el crimen para lavar las manchas de la autoridad de Castro. Luego, como suele ocurrir en un país sin fronteras y con un pueblo embriagado de nada, todo volvió a ser igual. 

Fue un 13 de abril, del 2013, cuando las ráfagas del castrismo descargaron su odio contra los cuerpos oscuros de tres jóvenes negros inocentes. Las últimas víctimas mortales del régimen, Bárbaro Sevilla, Lorenzo Copello y Jorge Martínez, exteriorizan el racismo de Castro con este abominable crimen, quien en apresurada declaraciones dijo: “había que dar un escarmiento”. Lo dio de la mejor manera y fue asesinando.

Thursday, April 12, 2018

Barullo en Lima



La revolución cubana -lo sabemos todos- se erigió con un discurso violento, la bravata y el escarnio a todos los que no comulgaran con su ideario político. A todas horas, y por razones múltiples, cascareaban, los acólitos al sistema, en un tono tan elevado como sus gargantas pudieran resistir.
Fidel Castro, proveía sus alocuciones de un ingrediente sutil y sin misericordia donde –animándose ante el aplauso de la muchedumbre- arremetía contra cualquiera cuya sinuosidad resultara frágil a las ofensas. Tal brutalidad (con la palabra y los gestos) sirvió  para construir un diccionario criollo que ha ido inoculándose en la conciencia colectiva de los más jóvenes hasta evolucionar a un estado de catarsis revolucionaria apropiado para amedrentar al adversario.
Aquí están los antecedentes de los visto por el mundo en Lima. Jóvenes -supuestos miembros de la sociedad civil cubana- belicosos, agrupados en torno a Chávez y Fidel, deshonran con su vulgar comportamiento el escenario legítimo de la democracia con total impunidad. Allí están, sin mostrar un ápice de decencia, vociferando hasta impedir que los representantes elegidos en países libres usen el derecho a la palabra. Estos muchachos son el parto perfecto de la revolución, el calco exacto de su esencia envilecida (…) el estercolero visible de una aberración intramuros.
Parecen que pugnan por ser visto en los medios de la isla para, cuando el regreso se haga obligatorio, recordarle a los de arriba que pueden contar con ellos o, también es posible, para obtener las prebendas por su incondicionalidad. Han llegado a Lima seleccionados para formar el barullo y son los mismos personajes que le joden la vida a otro cubano en el barrio, aunque a decir verdad, a veces pienso que ninguno se cree el guion revolucionario que defienden. Mientras tanto, siguen mofándose de los demócratas sin importarle nada y desde el redil donde  incuban su maldad dañan tanto a Cuba como a todos los cubanos.

Saturday, April 7, 2018

Lula y la maldición de Orlando Zapata


Luis Ignacio Lula da Silva, es un corrupto -eufemismo en política para desvirtuar el concepto ladrón- y va a prisión por robar a los brasileros. Ese señor, padre del Foro de Sao Paulo, líder del Partido de los trabajadores (PT) y expresidente de Brasil no es piadoso ante la muerte de otra persona. Es un  hombre desmesurado y aliado incondicional de la izquierda radical del siglo XXI. Cuando juró como presidente de Brasil -en su primer mandato- lloraba como una infanta y en el ahogo de sus lágrimas escondía su perversidad revolucionaria. Pocos creyeron probable su maldad y la usencia total de decoro. Recuerdo, aquella vez, cuando a raíz de la muerte de Orlando Zapata Tamayo, Lula, sin remordimiento, sin pelo en la lengua y con la serenidad solemne del compromiso militante, acusaba al gigante de ébano, muerto por inanición al oponerse a Fidel Castro, como un vulgar delincuente. Zapata murió en su acción. Sin embargo, vive en el imaginario público y silente de todos los amantes de la libertad. Lula, por su parte, ha sido enterrado en el muladar del desprecio y la deshonra.  Ahora mismo lo ubican en el último párrafo de un libro sin página, menor y sin importancia.
Lula, le robaba a su pueblo y hoy la cárcel le espera. Tal vez, ahora, sin un ápice de dignidad y despreciado por quienes lo llevaron al poder, resurja de su ceniza el arrepentimiento por la complicidad en la muerte de Zapata. Por Cuba pasa parte del aseo a su corruptible posición. Posiblemente sea demasiado tarde porque sus convicciones ideológicas no se encrespan por la terquedad de sus ideas. Ah! (…) la historia siempre juzga con severidad y nunca falla en el juicio moral contra todos los hombres.