En las dictaduras comunistas se inocula el miedo a escala social y quienes provocan esa enfermedad también la padecen. En Cuba, ahora mismo, la jerarquía política ha prohibido los vuelos de drones en la zona donde el régimen concentra su poder. La plaza Cívica José Martí (hoy plaza de la revolución) es sede del Consejo de Estado, el Ministerio de las Fuerzas Armadas, el tenebroso Ministerio del Interior, también el de Comunicaciones y a saber cuántos enclaves más vinculados al aparato. La medida tiene un claro objetivo: el primero, alejar el ojo de cualquier cámara indiscreta en capacidad de grabar los movimientos de los líderes del proceso. El segundo (es una hipótesis) asegurar esa parte de la Habana de un posible ataque con esos aparatos inteligentes capaces de portar armas sofisticadas y disparar con precisión sobre cualquiera. En la mentalidad de los kuadros revolucionario (con K, como lo escribiría Cabreras Infantes) se sostienen las mismas ideas paranoides del desaparecido Fidel Castro. El comandante, quien sumaba más intentos de asesinatos fallidos de los que realmente fueron, hizo creer que dos veces al mes intentaban matarlo. Esas fantasías justificaban varios anillos de seguridad a donde fuera. Ahora, sus discípulos para asegurase la continuidad en el poder temen a las alturas por donde vuelan los drones.
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