Cuba, a lo lejos y para los extranjeros, impresiona el vergel
de la felicidad. La virginidad del país, la mitología revolucionaria, la magia
de su música, el carácter extrovertido de la gente, los autos viejos y hasta el
contraste de una revolución inmóvil sostenida por ancianos, pero capaces de
mutarse en la conveniencia, están invitando a todo el mundo a mirar a la isla y
gozar en ella.
Las imágenes oficiales de Cuba son todas idénticas. Expresan
la plena felicidad de un pueblo que, a decir verdad, no deja de ser alegre
aunque se muera por dentro. Al parecer las fiestas nunca terminan y el dolor o
las penurias no tienen cabida en el carácter tropical de la gente. Y así lo
expresan los que viajan allí por unos días quienes hacen todo lo posible por
regresar para embriagarse de placer.
Ahora, cuando el enemigo histórico ha dejado de existir,
en cualquier sitio de Estados Unidos basta con saber que eres cubano para que
te acosen con preguntas sobre el país.
De esos encuentros
he llegado a resumir cinco grandes grupos interesados en Cuba y su realidad.
Primero, los hombres de pequeños negocios que desean agrandar su fortuna en la
oportunidad de invertir en un país detenido más de medio siglo en el tiempo.
Aspiran a todo. Desde comprar autos viejos e introducirlos en Estados Unidos
hasta hacer casinos en tierra firme y volverse tan grandes como sus rivales de
mayor capacidad económica y ventajas políticas.
Los segundos, son los enamorados de las aventuras que
aspirar a conocer a un país virgen y atrasado que auguran dejará de serlo en
pocos años. Es decir, apetecen disfrutar el olor de una revolución aparentemente
pura antes que desaparezca su esencia revolucionaria. Buscan establecer la
diferencia entre un antes y un después. Generalmente, los estudiantes,
profesores, académicos y simpatizantes con la ficción Castro, se agrupan aquí.
Los terceros, acogen a gentes bien intencionadas que
desean ayudar pero no saben cómo. Generalmente, son los que no tienen nada y si
tuvieran, creo yo, pensaran como los primeros.
El cuarto, y para nada es de extrañar, son las diferentes
denominaciones religiosas que quisieran tener el privilegio de la Iglesia
Católica y estar ahí, en la primera línea de influencia en la reconstrucción de
la nueva Cuba.
Por último, y estos son mayorías, están los tipos solitarios
que ansían tomarle el pulso a Cuba disfrutando la supuesta voluptuosidad de sus
mujeres hasta saciar lo que en ninguna
parte del mundo podrían hacer.
Intentan hablar con respeto hacia la gente en Cuba pero,
a la vez, por su ignorancia, no dejan de ser ofensivos y hasta abusadores. Son pobretones
que apretándose los bolsillos pueden ahorrar unos dólares y luego ofrecer menudencias
por llevarse a la cama a una adolescente que le costaría la cárcel en Estados
Unidos si tal práctica se atreviera hacer.
El dinero tiene un poder y en Norteamérica todos lo saben
bien. Incluso, aseguran que el gobierno cubano necesita dólares y ante esa
premura volverá la cara hacia el otro lado para dejar hacer.
Nadie ha hecho gravitar más a Cuba hacia los Estados
Unidos que los hermanos Castro. Ahora mismo están presentando al país como una
arcadia feliz donde los límites
los pone el visitante.
los pone el visitante.
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