Monday, July 14, 2014

Putin revive sus añoranzas en La Habana

Pasó Vladimir Putin por La Habana para dejar constancia de su indulgencia con los hermanos Castro. Antes, era recibida la noticia de la condonación del noventa por ciento de la deuda que Cuba debía al país euroasiático, desde la existencia de la URSS. Ningún regalo al régimen cubano, en la larga historia del castrismo, ha sido tan oportuna como el borrón y cuenta nueva de Putin.

El presidente ruso, que bien sabe enroscarse para mantenerse en el poder, es alguien que añora los días gloriosos de la desaparecida Unión Soviética. Y él sabe muy bien que durante los gobiernos de la hoz y el martillo en su país, Cuba, convertida en un satélite de Moscú, era una pieza clave en la política exterior de aquella gran nación y él evoca aquel pasado deseando revivirlo otra  vez.

Su viaje a La Habana tiene un simbolismo de fácil explicación. Rusia necesita insertarse en la onda expansiva que la izquierda latinoamericana arrastra por la región para ganar espacio en los mercados con el interés de desplazar el protagonismo chino ante la apatía de Washington de accionar en la zona con estrategias atractivas e inteligentes.

También porque Rusia necesita mostrar que es una potencia capaz de crear una base de solidaridad cerca de las fronteras de Estados Unidos y porque a Cuba le hace falta un garante de fuerza, cuya solidaridad permite silenciar a los crecientes oposicionistas interno. Oxigenar al castrismo desde Moscú es un emoliente pragmático en términos políticos. 

José Gabriel Ramón Castillo, advertía, en un sabio análisis, que la visita de Putin a Cuba y del presidente chino en los próximos días, deja un mensaje claro para los opositores dentro y fuera de la isla. Según Ramón Castillo, cuando dos gobernantes de tanto peso a nivel mundial legitiman a una dictadura los opositores deben sentarse a definir por donde han andado y hacia donde deben ir. 

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