La crisis en Venezuela vuelve a colocar el lenguaje chapucero de los revolucionarios en el epicentro de una confrontación política. Maduro abarata, por su evidente incultura, la palabra precisa para argumentar sus razones dictatoriales y acude a una frase oportuna, contundente y execrable para designar a los adversarios que han salido a las calles. Fascismo es una palabra cuyo contexto no solo recuerda los orígenes de esa ideología, en Italia primero y en Alemania después, y el estropicio dejado en la sociedad europea con millones de muertos por la locura hegemónica de Hitler y las pretensiones soberana de Benito Mussolini.
Decir fascismo, es sencillamente, recordar la pesadilla que sacudió a
Europa en la primera mitad del siglo veinte. Maduro lo sabe y por eso pronostica un impacto
social a su favor designando a los valerosos estudiantes como radicales conectados
con una supuesta extrema derecha cuyos fundamentos ideológicos provienen del fascismo.
Los radicales
venezolanos no emplean los omnipresentes epítetos del castrismo (escoria,
gusanos o contrarrevolucionarios) porque la puesta en escena de la revolución bolivariana
no precisa de esas vocablos. Primero, porque no se ajustan a la realidad del país
sudamericano y luego por la necesidad de buscarse una insinuación que incluya
un insulto perfecto para desmoralizar al adversario y ganar adeptos en las
masas desposeídas de instrucción.
Es un cálculo hecho
a la medida del imaginario castrista donde la palabra siempre ha jugado un
papel rector en la supervivencia de la revolución cubana. Fidel Castro armaba
sus discursos con ofensas hacia todos sus adversarios y capitalizaba algunas palabras
que hasta el día de hoy, el mejor significado para muchos cubanos es el que le otorgó
el anciano comandante. Y es verdad, las frases cuentan en el diccionario de las
revoluciones marxista porque la diatriba del poder tiende a ser vejatoria,
capaz de mutilar el honor y hasta matar.
En Venezuela, los ideólogos
del chavismo no son originales porque no articulan sus arengas con precisiones
y no impactan a la muchedumbre como lo hacía Fidel Castro. Sin embargo,
interpretan bien las enseñanzas del ideario de La Habana y erigen sus alocuciones
con vulgaridades y guaperías para animar a los pobres de los cerros y a los
enamorados del socialismo del siglo veinte y uno a respaldar su tambaleante
poder. El desaparecido Hugo Chávez, acudía al cancionero popular venezolano y
los chistes para impresionar y elevar su carisma frente a una multitud que le
identificaba como alguien cercano y familiar. Ahí está parte de la trampa de
las peroratas revolucionarias porque enamoran e igualan al orador con el oyente
hasta arrastrar a este último, como decía Gustav Le Bon, “al influjo de la irracionalidad”.
Bueno, hice mi comentario, y ahora no lo veo. Algo incorrecto en el manejo de los mecanismos cibernético debí hacer. Dije que creo que es preciso, que además muy actual y necesario para entender por lo esclarecedor de los mecanismos comunistas, que toman de la propaganda fascista del nazismo hitleriano, elaborado por Goebbels. Sinceramente, me iluminó acerca del chavismo en este tema.
ReplyDeleteZenen Perez Yera, Fundador de La Plataforma Unitaria Cubana.