La detención
arbitraria contra Manuel Cuesta Morúa, horas antes de iniciarse en La Habana la
Cumbre de la CELAC los días veinte y ocho y veinte y nueve de enero, del presente año,
revelaba el temor de las autoridades cubanas al argumento racional y cívico del
opositor socialdemócrata. Pocas veces, en la larga historia represiva del
régimen, se maniobró con tanta vileza y, hasta con subterfugios escatológicos,
para retener a un activista e imponerle, después, una serie de restricciones a
su ya limitada libertad de acción dentro del país.
Esa detención es una
noticia repetida y a nadie sorprende. Una sociedad sitiada, como la cubana,
acostumbra a violar los derechos civiles de sus ciudadanos sistemáticamente y
actúa con alevosía cuando el opositor reúne las cualidades de Manuel.
En Cuesta Morúa la
seguridad del estado tiene a un adversario muy difícil. Posiblemente, el más
difícil si tomamos en cuenta su ilustración, la ubicación ideológica desde
donde trata de edificar un orden democrático para todos los cubanos, el origen
racial y sobre todo porque es inteligente. Un hombre estudioso del proceso
histórico en la isla, analista de eventos similares en otras regiones del
mundo, constructor, sobre las ruinas de la desesperanza de un Nuevo País, con un pensamiento
estructural, organizado y dinámico, sereno y mejor preparado que sus represores,
es un verdadero peligro.
Y donde mejor
Cuesta Morúa expone ese talante es en sus viajes internacionales. Fuera de Cuba
se hacen lecturas diferentes a la situación interna de la isla. El auditorio
que escucha al opositor sabe de inmediato que está frente a una persona con
capacidad para compartir el destino de una transición si esta fuera posible
ahora mismo. Templado y con educación de las formas para manejarse en escenarios
complejos, sabe interpretar los pragmatismos políticos y es un arquitecto de
alianzas estratégicas para consensuar una agenda que lleve el cambio a Cuba.
Digámoslo con tranquilidad y orgullo Cuesta Morúa sabe mucho de la alta
política. No porque la explique sino porque la hace.
Lo extraño, se dijo
antes, no es que haya sido detenido, sino que le prohíban viajar al exterior y
le acusen de atentar contra la paz internacional. Lo primero ha sido
explicitado. Lo segundo es motivo de risa. ¿A qué paz internacional puede un
simple opositor desde Cuba atentar? No valen respuestas porque no las hay.
No es posible
entender, en toda su complejidad, matices y contradicciones, la realidad de
Cuba sin la opinión de este político e intelectual opositor. Y el régimen sabe
que la izquierda europea o de otras regiones del mundo le presta atención al
discurso de Manuel porque es moderno y ordenado en sus razonamientos. No es
excluyente, ni extremista y supone una suerte de alternativa al proyecto de
nación inconcluso por la irrupción de Fidel Castro en el escenario de la isla
en 1959. Esas fortalezas de integridad y sabiduría son catadas a primera vista
y ganan adepto incondicionales en cualquier parte fuera de la isla.
Una campaña
solidaria con los oposicionistas cubanos no puede ignorar a Manuel Cesta Morúa
porque sin su voz estará incompleta la sinfonía democrática que todos los
cubanos se empeñan en cimentar.
De acuerdo, yo le doy mi apoyo y mis respetos a don Manuel Cuesta Morúa.
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