Ha fallecido en Miami, a la edad de noventa y cinco años, Hubert Matos. Con su muerte, la revolución de 1959 concebida por Fidel Castro, pierde a uno de sus más singulares protagonistas y la oposición, a esa propia asonada rebelde, al incansable luchador por verdaderos cambios en el país.
Hubert Matos era
maestro. Sin embargo, se hizo comandante, dirigía un ejército y jamás volvió a
presentarse frente a sus alumnos porque de nada serviría ser educador en un país
que comenzaba a forjar el infortunio. En ese momento, cuando los cubanos se
embriagaron de esperanza con la llegada de Castro al poder, los que enseñaban
eran combatientes y los estudiantes debían ser revolucionarios. Nada era más
importante que aprender a luchar dentro de la revolución o a morir por ella.
Hubert, dejaba de ser educador, rebelde y hombre con moral para ser tildado por
su jefe de traidor.
Su suerte estuvo echada en las montañas de Oriente y en las llanuras extensas de Camagüey. En la primera, se conducía como un persona instruida, de carácter fuerte, compasivo y valiente. Su gran hazaña fue volar desde Costa Rica a las zonas rebeldes con armas y municiones para acelerar la caída de Batista y restaurar la democracia en el país. En la tierra agramontina fue nombrado jefe militar con poderes absolutos y desde allí urgió la primera disidencia contra la prematura revolución antes la expansiva intolerancia de Fidel Castro. Fue casi un suicidio pero lo sobrevivió.
Su suerte estuvo echada en las montañas de Oriente y en las llanuras extensas de Camagüey. En la primera, se conducía como un persona instruida, de carácter fuerte, compasivo y valiente. Su gran hazaña fue volar desde Costa Rica a las zonas rebeldes con armas y municiones para acelerar la caída de Batista y restaurar la democracia en el país. En la tierra agramontina fue nombrado jefe militar con poderes absolutos y desde allí urgió la primera disidencia contra la prematura revolución antes la expansiva intolerancia de Fidel Castro. Fue casi un suicidio pero lo sobrevivió.
Lo demás es
historia conocida. Fue apresado por Camilo Cienfuegos y ese mismo día, ese otro
comandante, moría en misteriosas circunstancias, mientras Hubert era enviado a prisión
para cumplir una sanción de veinte años. Fueron
las quimeras de maestros, dijo en Budapest, las motivaciones para insubordinarme a Castro. A propósito, en la
Universidad de Pittsburgh, una estudiante de padres cubanos le preguntaba en
una sobremesa: ¿cómo se puede ser maestro
e ir a la guerra? Hubert parecía estar ante la pregunta más difícil que le habían
hecho en su vida y en el esfuerzo por responder admitió haberse enamorado de la
ilusión que había detrás de aquella revolución. -La mala suerte y la traición lo entorpecieron todo- dijo sin
ocultar su vergüenza. Después, justificando su participación en aquella
aventura, se arrepentía de no haber ido más lejos contra Fidel Castro.
Las mejores descripciones
sobre el comandante salían de boca de Matos cuando acomodaba en un mismo punto
a la traición y la perversidad, del siniestro personaje, con la dimensión de
sus ficciones. Entonces, era fácil advertir los trastornos evidentes en la
personalidad del hombre que ha marcado más de medio siglo en la historia
nacional. Según contaba Hubert, el líder cubano, en su habilidad para engañar, no
esconde su traza delincuencial para conseguir a cualquier precio lo que se
proponga y definía a su viejo compañero de arma como un hombre cobarde y
oportunista.
Ahora que ha muerto,
no es el período para el recuento de sus pasos por la revolución que ayudó a
construir. Aquel proceso político nació arqueado por la ambición y el crimen, a
pesar de esgrimir las mejores virtudes de millones cubanos que quisieron ser
libre de una vez y Hubert era uno de aquellos que no lo consiguieron.