Friday, March 16, 2012

El Vicario en La Habana

La próxima visita a Cuba del Santo Padre Benedicto XVI, ha devenido en un enorme reto para la iglesia cubana y para el propio gobierno en la isla. La iglesia, cuya misión pastoral es incuestionable, ha tropezado con el rechazo de un sector minoritario de la oposición cubana que interpreta el papel de intermediario de la institución religiosa, como un vehículo que les facilita a las autoridades la permanencia en el poder y el reconocimiento del modelo político.

Para el gobierno, significa una oportunidad para internacionalizar su imagen, mostrar algunos tibios avances en materia de libertades económicas, liberación de presos políticos, eliminación de varias trabas burocráticas, que atentaban contra la libertad de las personas, y para exponer su disposición a colaborar con todos los elementos de reconozcan el derecho a la existencia de un sistema socialista en la mayor de las antillas.

Las miradas de muchos países se vuelven a La Habana con sumo interés. Lo mismo ocurrió con la anterior visita del vicario de Cristo en el Vaticano a Cuba, Juan Pablo II, quien invitó al gobierno a que se abriera al mundo para que este hiciera lo mismo con la isla, pero tal desafío no fue enfrentado con la energía que muchas personas optimistas de todas partes esperaban. La diferencia entre aquella histórica visita y esta, es que Fidel Castro, el padre ideológico del socialismo cubano, no está en el poder y su figura, desgastada por la vejez, no ocupará el centro de atención de este viaje pastoral.

Raúl Castro, de hecho, asume un nuevo e inesperado protagonismo ante una figura mundial que le supera en ilustración, carisma y brillantez. Pero, encontrarse con el menor de los hermanos Castro, será el primer cambio en Cuba que notará el Santo Padre.

Los críticos de este viaje olvidan que en política hay que ser pragmático y si algo positivo trae para Cuba este peregrinar es que por varias horas un espacio libre se abrirá para todos los cubanos y la iglesia del pueblo tendrá la oportunidad de asumir los desafíos de esta gira para beneficio de una nación.

Esperar que la visita traiga la libertad a Cuba no debe ser la principal motivación de quienes piensan así. Ese es un problema que atañe solo al pueblo de la isla y son los cubanos los únicos encargados de construir su espacio libre.

Si la visita deviene en una oportunidad para establecer puentes entre los cubanos de todas las orillas, darle apertura a un proceso de dialogo nacional, como invita el Movimiento Cristiano Liberación, y superar las diferencias que han separado a los cubanos por más de medio siglo, bienvenido sea. Sin embargo, sentarse a esperar que otros asuman la responsabilidad de cambiar lo que es un deber del ciudadano en la isla es un error lamentable de la inteligencia humana.

Las noticias llegadas de Cuba, en torno a este viaje, destacan un hecho sin precedente de los activistas cívicos en la isla. La ocupación de la Basílica Menor de la Iglesia de Nuestra Señora de la Caridad, en Centro Habana, por 13 disidentes perteneciente al Partido republicano de Cuba. Aquí se vierten diferentes criterios. Unos a favor y otros en contra. La verdad es que la iglesia es un espacio sagrado que debe ser respetado y aunque las demandas que se exigen sean legitimas, existen, por las porosidades del propio sistema, vías donde encausarlas. Nadie en Cuba, ni en el extranjero tiene el patrimonio absoluto de la lucha por la construcción de un país democrático. Todas las acciones cívicas son valiosas, si su efecto favorece los objetivos estratégicos de esa lucha, pero cuando los empaña, es mejor orientarse hacia otras metas.

Como un cubano más, doy la bienvenida al Santo Padre a Cuba, me uno al clamor de quienes seguirán en la distancia el recorrido papal por la tierra de la Virgen de la Caridad y como católico, aumento la confianza en mi iglesia, porque es el santuario sagrado donde se profesa la paz y el amor tan necesario para refundar a Cuba.

1 comment:

  1. Este articulo fue publicitado en el segmento En la Diana de Radio Marti...

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