Las noticias que llegan de Cuba son alentadoras. Después del asesinato de Orlando Zapata Tamayo y la acción de Guillermo Fariñas, con su larga huelga de hambre, el régimen se ha visto obligado a dar una movida inusual.
El gesto de Raúl Castro, al sostener largas conversaciones con la iglesia católica, de moverse de acuerdo a las exigencias de Las Damas de Blanco y Fariñas, ubica al general, por primera vez, al lado del pragmatismo político. Parece también, que la sombra de Fidel Castro se ha apagado o su inminente desaparición física, si no es que ya está en el otro mundo, le permite a Raúl maniobrar a su antojo.
Con Castro, en plenitud de facultades para ejercer el control del país, Raúl nunca daría esos pasos. La independencia del general se desprende de la rapidez con que intenta saldar sus errores por autorizar la escalada represiva contra Las Damas de Blanco y la muerte de Zapata.
La crítica internacional a esas acciones ha aislado como nunca antes al régimen cubano, que trata, con estos movimientos, de recuperar el terreno de la credibilidad con sus socios extranjeros y la izquierda mundial.
La torpeza del régimen de matar a Zapata y reprimir de manera grosera a un grupo de mujeres pacíficas, no encuentra respaldo hoy día en algunos sectores importantes de la izquierda internacional. Por ello, varios gobernantes y personalidades, que antes guardaban silencio ante los horrores del régimen cubano, salieron del closet de la complicidad para argumentar su independencia de esos métodos estalinistas practicados por la Habana.
Raúl, con el olfato del buen aprendiz dejó de prestarle atención al legado criminal (no sabemos hasta cuándo) de su hermano mayor, para intentar, con urgencia, lavar la mancha que ya pesa sobre él en su breve período al frente de Cuba.
Algunos atribuyen las movidas del general a la visita que Dominique Mamberti, secretario para las relaciones con los Estados de la Santa Sede, realizará el próximo 15 de junio a La Habana. Sin embargo, creo que los únicos actores en el cambio de postura de régimen son los opositores cubanos.
El efecto Zapata, el protagonismo de Las Damas de Blanco y la huelga de hambre de Guillermo Fariñas, son los principales arquitectos del rumbo que Raúl se ha visto obligado a tomar. También la acción cívica de los oposicionistas más estructurados en la isla y la incansable labor del exilio cubano disperso por el mundo.
Monday, May 24, 2010
Wednesday, May 5, 2010
Juan Gualberto Gómez y la esclavitud moderna
Para comprender el proceso revolucionario cubano actual es imperioso acudir a las dos últimas décadas del siglo XIX y la primera del XX y leer algunos de los ensayos del periodista Juan Gualberto Gómez. Gracias al libro Por Cuba libre del Dr. Emilio Roig de Leuchsenring, he podido conocer más acerca de éste cubano generoso y bueno. Amigo entrañable de José Marti y al cual el apóstol le llego a decir: “usted es uno de mis orgullos”.
Ahora comprendo porque la dictadura castrista lo mantiene en el olvido y pocos cubanos conocen a profundidad su pensamiento político. De Juan Gualberto, sabemos de su amistad con Marti y el importante rol que jugó en los preparativos del 24 de febrero. Sin embargo, su percepción acerca de la esclavitud y los intereses morales en la colonia son aristas desconocidas de su diligencia política.
Tres aspectos del largo ensayo, La cuestión de Cuba en 1884, bastan para comprender la similitud entre el régimen de los hermanos Castro y la sociedad colonial esclavista cubana que Juan Gualberto describió con atinada claridad.
Si partimos que la revolución cubana es una servidumbre moderna, como asegura el enciclopedista ingles Herbert Spencer sobre el socialismo y reconoce Marti en su ensayo “La futura esclavitud”, resulta posible comprender, al hacer un paralelismo con los estudios de Juan Gualberto, que los esclavistas modernos son los miembros de la élite del politburó que llegan a ser los primeros en todos los aspectos de la vida política, social, económica.
Juan G. Gómez escribió: “arriba están los blancos. Ellos han tenido siempre la libertad civil y la influencia gubernativa. Y entre los blancos, ya hemos indicado que suerte la del peninsular (…) (El peninsular lo podemos asociar con los extranjeros en Cuba que gozan de los privilegios que le son negados a los nacionales) Abajo, el negro infeliz, paria triste y desdeñado”. La Cuba actual es un calco de lo que describe el periodista Gómez.
La moral política del sistema colonial no era perfecta, para J G Gómez, por la existencia de la esclavitud. Dice: "Una sociedad donde se transigía con el crimen, donde el robo era la base de la propiedad y el despojo constituía un derecho, y la ley y la autoridad se atribuían casi exclusivamente por misión la de amparar el tremendo delito de la servidumbre. (…) En el corazón de los que nacían en Cuba, en su inteligencia, en todas sus potencias espirituales o anímicas (…) se operaba desde temprano cierta atrofia”
En este análisis de Juan Gualberto, describiendo la realidad cubana a mediados de los año ochenta del siglo XIX, alcanzamos a ver una situación similar a la creada por los hermanos Castro a medido del siglo XX y que perdura con mayor énfasis en los primeros diez años del siglo XXI. El daño antropológico provocado por la revolución cubana a su pueblo es la atrofia a la que se refiere el destacado periodista cuando evaluaba el deterioro moral de Cuba colonial.
“La familia ha visto sus lazos aflojarse” escribió Gualberto y más adelante destaca como: “Una turba de aventurero ha aprovechado los días de prueba para corromper” y para explicar como el mal se había generalizado en aquella sociedad tal como ocurre hoy, escribe: “Los hogares que no han sentido la deshonra, de más lejos o de más cerca, salpicarlos, forman la feliz excepción que viene a confirmar la generalidad de la vergüenza”
La profundidad del mal en el sistema esclavista era afín al modelo de los Castro. Sin embargo, era ineludible la insostenibilidad de aquella abominable sociedad, como también llega a ser la dictadura cubana. Dice Juan Gualberto al respecto: “Se vive de prisa. (…) porque la situación es insostenible, porque el suelo esta minado y ya se sienten las trepidaciones de la lava del volcán, que pugna por estallar. Y para que todo sea triste, hasta la autoridad ha perdido la conciencia de respeto que a si misma se debe”
Aparecen ante nosotros nuevos argumentos históricos que pudieran servirnos como armas inteligentes para enfrentar a dictadura cubana. En las páginas que escribieron nuestros próceres están los pilares para fundar la nación del futuro. ¿Será posible? Si tomamos al pasado como referencia, fundaremos un país viable “para el bien de todos”.
Ahora comprendo porque la dictadura castrista lo mantiene en el olvido y pocos cubanos conocen a profundidad su pensamiento político. De Juan Gualberto, sabemos de su amistad con Marti y el importante rol que jugó en los preparativos del 24 de febrero. Sin embargo, su percepción acerca de la esclavitud y los intereses morales en la colonia son aristas desconocidas de su diligencia política.
Tres aspectos del largo ensayo, La cuestión de Cuba en 1884, bastan para comprender la similitud entre el régimen de los hermanos Castro y la sociedad colonial esclavista cubana que Juan Gualberto describió con atinada claridad.
Si partimos que la revolución cubana es una servidumbre moderna, como asegura el enciclopedista ingles Herbert Spencer sobre el socialismo y reconoce Marti en su ensayo “La futura esclavitud”, resulta posible comprender, al hacer un paralelismo con los estudios de Juan Gualberto, que los esclavistas modernos son los miembros de la élite del politburó que llegan a ser los primeros en todos los aspectos de la vida política, social, económica.
Juan G. Gómez escribió: “arriba están los blancos. Ellos han tenido siempre la libertad civil y la influencia gubernativa. Y entre los blancos, ya hemos indicado que suerte la del peninsular (…) (El peninsular lo podemos asociar con los extranjeros en Cuba que gozan de los privilegios que le son negados a los nacionales) Abajo, el negro infeliz, paria triste y desdeñado”. La Cuba actual es un calco de lo que describe el periodista Gómez.
La moral política del sistema colonial no era perfecta, para J G Gómez, por la existencia de la esclavitud. Dice: "Una sociedad donde se transigía con el crimen, donde el robo era la base de la propiedad y el despojo constituía un derecho, y la ley y la autoridad se atribuían casi exclusivamente por misión la de amparar el tremendo delito de la servidumbre. (…) En el corazón de los que nacían en Cuba, en su inteligencia, en todas sus potencias espirituales o anímicas (…) se operaba desde temprano cierta atrofia”
En este análisis de Juan Gualberto, describiendo la realidad cubana a mediados de los año ochenta del siglo XIX, alcanzamos a ver una situación similar a la creada por los hermanos Castro a medido del siglo XX y que perdura con mayor énfasis en los primeros diez años del siglo XXI. El daño antropológico provocado por la revolución cubana a su pueblo es la atrofia a la que se refiere el destacado periodista cuando evaluaba el deterioro moral de Cuba colonial.
“La familia ha visto sus lazos aflojarse” escribió Gualberto y más adelante destaca como: “Una turba de aventurero ha aprovechado los días de prueba para corromper” y para explicar como el mal se había generalizado en aquella sociedad tal como ocurre hoy, escribe: “Los hogares que no han sentido la deshonra, de más lejos o de más cerca, salpicarlos, forman la feliz excepción que viene a confirmar la generalidad de la vergüenza”
La profundidad del mal en el sistema esclavista era afín al modelo de los Castro. Sin embargo, era ineludible la insostenibilidad de aquella abominable sociedad, como también llega a ser la dictadura cubana. Dice Juan Gualberto al respecto: “Se vive de prisa. (…) porque la situación es insostenible, porque el suelo esta minado y ya se sienten las trepidaciones de la lava del volcán, que pugna por estallar. Y para que todo sea triste, hasta la autoridad ha perdido la conciencia de respeto que a si misma se debe”
Aparecen ante nosotros nuevos argumentos históricos que pudieran servirnos como armas inteligentes para enfrentar a dictadura cubana. En las páginas que escribieron nuestros próceres están los pilares para fundar la nación del futuro. ¿Será posible? Si tomamos al pasado como referencia, fundaremos un país viable “para el bien de todos”.
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