Hubo dialogo en Venezuela, se escucha decir en todas partes. Al menos convergieron bajo el mismo techo los líderes de la oposición y el gobierno, se estrecharon las manos, saborearon los mismos aromas del refrigerio y se expresaron lo que llaman verdades hasta más no poder. Había tensión entre ambas partes y detrás de las posturas intransigentes de los chavistas soplaba una ventisca de miedo y de inseguridad.
Los invitados al
palacio de Miraflores, no mostraron un discurso de unidad, sino las ganas de
hacer una catarsis personal frente a los herederos de Hugo Chávez y purificar su
alma en el altar de los sordos. Así pasaron más de seis horas exponiendo cada
cual sus razones y criticándose mutuamente sin ceder un ápice de sus antiguas
posiciones.
Recordaba un
guajiro cubano que vio las conversaciones y es adicto a la política, la cual
interpreta a su manera, y dijo que todos estaban amarraos, cosíos y claveteaos
sobre un ladrillo donde nadie los podía mover. Y es verdad, sobre todo el
gobierno que insistía, espetándoles en la cara a sus adversarios, que jamás
volverían a gobernar en ese país. Las conclusiones de Nicolás Maduro, dos
minutos después de usar el derecho a la palabra, fueron para decir: ustedes
jamás volverán a este palacio.
Lo más lamentable
de aquella noche fue la figura del líder opositor Enrique Capriles que perdió
una oportunidad histórica y de lujo ante su pueblo y la opinión pública
internacional. Su aparición recordaba más a un sindicalista que a un político
formado para ejercer el poder. Improvisar no siempre es válido, sobre todo
cuando no se tienen las herramientas para articular de manera racional el
argumento, y Capriles tomó la avenida equivocada al no poner sobre la mesa algo
diferente a lo que antes habían dicho sus colegas. Su voz fue menor que el
resto de su bancada opositora. Estaba desafiante, incomodo, molesto por la derrota
en las elecciones pasadas, en la cual concentró su intervención, y en unos
intercambios personales con Maduro, sobre aquel suceso, que parecían chismes de
barrio.
En Venezuela y en
el mundo esperaban ver en Capriles a un político capaz de ganar adeptos,
construir la alternativa viable para la democracia venezolana e impresionar.
Sin embargo, prefirió inventar antes que llevar un manifiesto escrito que, al
menos para poder entender hacia dónde desea ir, expusiera los males del
chavismo y las herramientas con las que cuenta para acomodar el desarreglo que está
dejando en ese país la variante socialista de Hugo Chávez.
Enrique Capriles
fue el único en tutear a Maduro, una forma de ningunear, que lo yuxtaponía al
mandatario, si bien en la cultura latinoamericana esas cualidad para
expresarse, sobre alguien con autoridad, solo es posible si media una relación
de afecto o tal. Las formas importan en política y Capriles la olvidó por culpa de sus asesores y de quienes en la
oposición prefieren visualizarse individualmente antes que formar un consenso.
El rifirrafe, el
dime que te diré, las ofensas y el descrédito personal de las partes, muestran
el nivel de vulgaridad alcanzado en Venezuela después de quince años de
gobierno de izquierda. El lenguaje simplista de los defensores del chavismo, su
apego al guion y el vacío intelectual lo cobijan con un discurso bravucón y
populista, que se sostiene en los tonos altos más que en el contenido.
Ese terreno lo
dominan bien los socialistas radicales cuando tienen el poder. No solo porque
sus ataques pueden ser mortales, sino porque disponen de la estrategia para
deshonrar y asesinar políticamente a sus adversarios hasta obligarlo al
silencio, ponerlos a residir en el exilo o enviarlo a la cárcel. Hablan con
inflexiones agudas y asustan cuando lo hacen porque, su arrogancia desmedida y
la perversidad de sus ideas, provocan el miedo (ese mal del siglo XX que según Sartre paraliza a los pueblos) y aquella noche ese sentimiento parecía
tener un efecto viral en Venezuela, según algunos dialogantes de la oposición.
La polarización que
se advierte en el país sudamericano puede servirle al oficialismo para
radicalizarse más y su ventaja es que juega con el tiempo para desgastar al
adversario. Si las próximas conversaciones discurren sobre un escenario similar
y el caldeo de las calles desliera entonces habrá chavismo para rato. Vivir
para ver.
con los comunistas no se dialoga, con dialogo es lo que ellos ganan tiempo.en el dialogo de Santos con las guerrillas al igual que en los anteriores dialogos la guerrilla se esta recuperando de sus perdidas anteriores, En venezuela si se sientan a dialogar pierden por cansancio y en Cuba dialogo y apertura es los castros ganar tiempo y morir en el poder.lo demas son los cuentos de las mil y una noche. Por ello antonio Maceo no acepto el pacto del Zanjon y le dijo a Martinez Campo manana se rompe el corojo.
ReplyDeleteEstimado Ricardo, comparto su opinion. Recuerdo que Fidel Castro, a raiz de la perdida del poder de los sandinistas en Nicaragua frente a la senora Violeta Chamorro, dijo que una revolucion se hace para no perderla. Algo asi estan pensando los chavistas. ganar tiempo es su estrategia. Un abrazo...
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