Ella, al
menos para mi, no es culpable de los deslices en Brasil o los acentos de sus
palabras de acuerdo a los escenarios. La culpa parte de un aspecto nuestro, de
nuestra psicología tropical y ombliguista, donde pocas veces ponemos la oreja a
quien tenemos más cerca para preguntarle si cabalgamos de acuerdo al camino. El
valor de Yoani, no está en que ha puesto el nombre de Cuba en los contextos
internacionales (al mundo muy poco le importa Cuba y los cubanos) sino en la
oportunidad de mostrarnos el rostro joven de la esperanza. Sin juventud no hay
país, ha dicho alguien, y en Cuba nunca será posible una transición si en ella
no se implican aquellos descendientes de las últimas generaciones de cubanos. Y
Yoani es importante porque intelectualiza en la modernidad el ejercicio de la política
que en la isla se ha visto contaminado por la vulgaridad de las consignas, las
intrigas y la retórica castrista. Aunque ella no es política, su postura
civilista contra un régimen dictatorial hace que mucho la identifique como tal.
Y eso no es una vergüenza por el hecho de que sea filóloga, blogger y escriba crónica
desde La Habana y tal, porque antes de Aristóteles hasta hoy, ningún hombre
puede vivir al margen de la política.
Su posición
con el embargo (le dijo bloqueo) es legitima. Yo mismo no estoy a favor del
embargo y mucho menos en contra de esa política norteamericana. Los que
seguramente, y con todo derecho critiquen mi supuesta ambigüedad, le respondo
que los cambios en Cuba son tareas nuestras y nunca deben ser de las acciones
políticas tomadas por el gobierno de Estados Unidos contra una dictadura. Si el
destino de Cuba lo define quitar o mantener el embargo, estamos fracasados
porque plegamos nuestra voluntad de cambio a otros actores que no son cubanos.
Pero los mayores culpables, sobre la política norteamericana hacia la isla,
proviene de los hermanos Castro que de alguna manera no han impuesto la
creencia de que la supervivencia de su revolución esta en mano de los yanqui y
nos batimos a muerte creyendo que eso es cierto.
Fernando
Ortiz, creía en la inevitabilidad de la gravitación de Cuba hacia Estados
Unidos, no como un estado más de la Unión Americana, sino por su dependencia
económica (lo cual se puede descartar por el largo período sin relaciones) y
porque en la política, todos los designios pensados en La Habana primero debían
pensar en las reacciones de Washington. Tal vez, Yoani sepa mejor que nadie
dentro de Cuba, porque está bien informada, que a los americanos les importa
muy poco (particularmente creo que nada) la situación de Cuba y ante esa
actitud hipócrita es mejor desprenderse de un aliado que en realidad no lo ha
sido. Claro, a Estados Unidos les conviene que Cuba sea democrática, que sus
gobiernos futuros alcancen la prosperidad de los cubanos, que las relaciones
sean normales y, por tanto, que las tensiones generadas por Castro se
conviertan en curiosidad de historiadores. Pero pensar, a estas alturas que
Washington hará más de lo que hace, con la entrega de fondos a determinadas
organizaciones para promover la democracia en la isla, es estar ciego y no ver
el pasado. Justamente, por eso creo que en el imaginario de los oposicionistas,
lideres del exilio, periodistas independientes, bibliotecarios, grupos de derechos humanos,
Blogger y tal, debería existir la convicción de que nuestra lucha es solo
nuestra. Me parece que Yoani lo tiene claro aunque algunos no lo entiendan.
Bertha
Soler es la expresión de la movilización popular que hace oposición activa
tomando los terrenos del régimen y diciéndole a la gente ustedes también
pueden. Es decir, ella educa a los cubanos a perder el miedo, ese mal que para Albert
Camus era la enfermedad del siglo XX y que en Cuba ha superado las barreras del
siglo veinte y uno. En la señora Soler se distingue la fuerza de la razón
expresada en las plazas de la dictadura haciendo la verdadera oposición
política. Eso es meritorio. El respeto que se ha ganado no tiene igual. Pero a
Las Damas de Blanco no se le ve como un partido político que pueda poner en
práctica un proyecto para cambiar la situación del país. Todos las percibimos
como un movimiento cívico en demanda de ciertos derechos que implican el cambio
de sistema. Le falta entonces, el respaldo de una organización política, que
aun no existe en Cuba, para capitalizar esos esfuerzos y sumar a miles de
cubanos a las marchas en las calles de La Habana y luego en el resto del país.
El poder de Bertha se ha demostrado en la isla y hasta hoy, ella y sus seguidoras, son las únicas que han podido cruzar las barreras impuestas por Fidel Castro sobre unas avenidas que el pueblo dijo eran suyas. Su valor ha superado al de los hombres porque su activismo es un desafío sin
límites frente a una dictadura. El color ebano de su piel, su inteligencia natural, los argumentos tal como los hace y el carisma que alcanza su intrepidez, la convierten en una líder de pueblo. Con su actitud cívica, la Soler le dice al mundo que los negros cubanos no siguen incondicionalmente al castrismo.
El poder de Bertha se ha demostrado en la isla y hasta hoy, ella y sus seguidoras, son las únicas que han podido cruzar las barreras impuestas por Fidel Castro sobre unas avenidas que el pueblo dijo eran suyas. Su valor ha superado al de los hombres porque su activismo es un desafío sin
límites frente a una dictadura. El color ebano de su piel, su inteligencia natural, los argumentos tal como los hace y el carisma que alcanza su intrepidez, la convierten en una líder de pueblo. Con su actitud cívica, la Soler le dice al mundo que los negros cubanos no siguen incondicionalmente al castrismo.
Rosa María
Payá Acevedo, la más joven de los rostros vistos en el exterior en los últimos
meses, influida por las enseñanzas de su padre, encarga la inteligencia de los
jóvenes cubanos. Impresiona su serenidad, la elocuencia de su verbo, la
capacidad para conducirse en cualquier escenario y la habilidad para ganar
adeptos. Ella, surgida tras la muerte de Osvaldo Paya Sardiñas, parece haber
nacido para la política hace mucho tiempo porque interpreta de manera natural
su papel de líder. Sus presentaciones, además de contar con la elegancia en el
ejercicio político, son tempestivas y dan en la diana cuando supone el cambio a
partir del pueblo. Esa visión, estratégica de antemano, fue justamente la que
hizo a Estados Unidos un país mejor durante los años de lucha del movimiento de
derechos civiles. Los afros norteamericanos lograron incluir en sus demandas al
conjunto de los ciudadanos del país, fueran estos blancos, inmigrantes venidos
de todas partes del mundo y lograron sus objetivos porque cuando el pueblo
presiona, Rosa María Paya lo sabe, no hay dictadura que se sostenga en el
poder.
Es
esperanzador saber que los jóvenes como la señorita Payá Acevedo no se templan
ante las arbitrariedades del régimen. Su discurso se sostiene sobre el derecho
a los derechos de todos los cubanos. ¿Quién no va a apoyar en el mundo algo tan
sensible como los derechos humanos en Cuba? Dijo una vez, en reunión televisada
con más de cien disidentes cubanos el gran icono de los derechos civiles en
Estados Unidos, el doctor James Meredith.
La novísima
activista Rosa María, si logra salir debajo del techo, donde mayoritariamente
se hace oposición en Cuba, pondrá en una posición difícil al régimen. Es joven
y mujer, movida por una causa personal (la muerte incierta de su papá) y por
otra de escala nacional como han sido las propuestas generadas por el
Movimiento Cristiano Liberación. Su viaje por Europa, además de oportuno,
permite mostrar el rostro nuevo del cambio.
Yoani,
Bertha y Rosa María son tres mujeres
empeñadas en encauzar por mejores vías los caminos torcidos de Cuba